Lo he dicho en redes, tal vez deba explicitarlo en esta columna. El gran secreto de Javier Milei es que puede decir: "Yo no tengo nada que ver con el despiole que armaron… nada que ver". Ese convencimiento (tácito) es su piedra filosofal. No necesita decirlo porque nadie puede imputarle algo desde 1983, acaso desde 1973 en adelante. ¿Se entiende? No fue gobierno. Tal vez por eso, con él no funciona el golpe por golpe.
No existe, en su caso, el "¡Ah, pero vos hiciste…!", por lo que deben apelar, saltando al vacío, tirando a ciegas -ante un personaje "fuera de reglamento"-, a diversos mecanismos de distracción, pero atrayentes por lo mismo. Porque Milei logró perforar "los reglamentos" y "los acuerdos silenciosos" entre los políticos profesionales, a tal punto que, finalmente, deben recurrir al "cuidado con el lobo".
Todo es necesario, todo debe usarse antes de reconocer –dudo que lo hagan– que ellos, es decir "nosotros", parimos este sujeto. Les/nos putrefactó el "quid pro quo". Y es que Milei es una sumatoria de equivocaciones en la gestión, en la actitud, en el concepto de "servidor público", en la sociedad. Cuánto del peronismo, del radicalismo, cuánto de los pensadores hoy desaparecidos -ya no hay-, para sostener el concepto de Estado y Sociedad en equilibrio. Tulio Halperín Donghi: ¡Volvé!... Gino Germani: ¡Volvé!
Asumamos que no existe, en estos pagos, el pensamiento crítico que trabaje sobre las inquisiciones del siglo XXI. Si no asumimos la orfandad seremos huérfanos deseosos de padres putativos. El yerro en comunicar, en comunicar mal, en equivocarse y repetir la acción equivocada, en aceptar las trampas del juego como apropiadas y, finalmente, una acelerada declinación en la capacidad de discernimiento y desarrollo de un pensamiento colectivo provocó "eso", eso es el discurso de Milei.
No es cierto que a Milei lo parió el peronismo como el genoma central, unitario o mágico, como quieren calificarlo. Esa idea que proponen, asumiendo que Milei expresa a borbotones (no es un gran pensador), es un orador mesiánico con una caja automática que acelera y acelera desde el púlpito. Sí, desde el púlpito. Y a su sermón, a esa idea que proponen perfilándolo como un ejemplar de proto-peronismo (el que adjudican a Milei) la gesta un costado culpable justamente para eso, para entregarle el testimonio de la culpa al movimiento peronista que generó un partido del Estado. Pero… ¡Milei quiere desarmar el Estado!
Sumemos: este muchacho está parido por la ineptitud de los continuadores de dos pensamientos: la democracia popular y el voto universal del radicalismo, y la justicia social del peronismo. Todos sus ejecutores son los que, por chambones o corruptos, en algunos casos corruptos muy chambones, lo parieron. El liberalismo es finisecular pero ay, 1899 a 1901, en ese fin de siglo era valioso. Ahora no tiene validación territorial. Por algo será.
El otro elemento que aparece es una palabra que nadie puede quitar del inconsciente colectivo, del concepto visceral de "dar vuelta la tortilla", alterar, retocar, que se redefine diciendo: esto no puede quedar como está hoy. Esa palabra es Cambio. Como un genérico, como una pócima que todo lo cura. Cambio. Milei alude al cambio de dos formas, de un modo central y elíptico cuando habla de la casta y de sus yerros. Milei se planta e intenta convencer que él es igual al cambio, cuando en realidad es el distinto e irreal, es una concepción vengadora, una consecuencia, como un mal sueño que viene a pedir cuentas.
Milei cataliza, resume, pide cuentas de cuanto se hizo mal, lo suyo no es un cambio; un castigo, sí; un profesor que pide cuentas sobre las tareas para el hogar, sí. Las consecuencias de tanto yerro son sus argumentos, eso sí. No es lo mismo recibir un castigo que hacer un cambio. Los MdeC deben asumir que lo engendraron. No solos, claro está. Cuando en su discurso dice fueron ellos, apunta a la clase política y refiere a lo nuevo que representaría su presencia y allí, justo allí, no aparecen las repreguntas, las básicas: cómo, dónde, cuándo.
Lo basal del periodismo tuvo dormidera, ignorancia o complicidad. Admitamos, la primera visión suya, el "primera vista" es un muchacho ridículo para el común y no cabe menos que sonreír y menospreciar. Así les fue… y así nos va. Ayudaba al "encendido". Já.
La casta es lo viejo, él es lo nuevo y eso es un cambio. El suicidio de los periodistas que, ensobrados o no, no repreguntaron cuando era posible, repreguntando hasta llegar al hueso, "¿Cómo pensás hacer eso?", habla muy mal del oficio y de sus centrodelanteros goleadores. Ahora esa pesadilla es corpórea. Con su pelambre y sus frases interruptus.
En "Triunfo agrario", que cuenta con música de César Isella, el poema de Armando Tejada Gómez dice: "(…) el que no cambia todo no cambia nada". Fue motivo de la campaña de Patricia Bullrich y Milei también alude al cambio. Si buceamos en los textos de Sergio Massa (discursos aparentemente improvisados, pero no tanto) el cambio aparece como lo que corresponde, ya que sus "coachings" le dicen que el concepto es este: "aludir sin especificar detalles del cómo". El viejo sistema de "Palabras Fuerzas". Dolarización. Cambio. Corrupción. Casta.
Los contradocumentos, los antídotos son sencillos, en el enunciado, en la resolución no. Ese es el desafío de la clase política para octubre. Bullrich tiene que abandonar el "todo o nada" reformulando su discurso: "tenemos que hacer lo posible, de lo imposible se ocupa otro candidato". Massa debe insistir con: "Debemos partir de lo que tenemos y acomodarnos de a poco; estamos mal, no podemos romper todo, no debemos suicidarnos".
Consejo de los profesores de comportamiento político y discurso: comprometan a los periodistas con quienes tienen trato. Los colegas también perdonan o se distraen cuando estos dos sujetos, centrales en relación a octubre, disparan títulos que obligarían en ambos casos al "¿Por qué no lo hizo?" y "¿Cómo piensa hacerlo?" Ese operativo está en marcha. La gran pregunta: ¿Alcanzará?
El comportamiento social es el que obliga a releer los manuales y tratar de entender que el voto popular suele definirse como soberano e infalible, sí, pero caramba (sin embargo, caramba)… algo pasó. El diálogo directo de los tres con el pueblo, con el votante ("el votante", ja ¿se acuerdan de esa denominación cuasi despectiva?) no existe, es tercerizado por los medios de comunicación. Con dos de ellos hay espaldas llenas de mochilas pesadas. Con el tercero no hay pasado y eso debería preocupar a muchos pero nada de esto sucede.
Todos vamos detrás de una frase que aceptamos mágica: "Argentina quiere un cambio". De hecho hubo, y está en ejercicio, un cambio de lenguaje y de postura, de lenguaje postural del sujeto social. No hablo de la tontería del lenguaje por imposición (el lenguaje es un canto rodado, se acomoda de a poco, no por decreto). No, hablo de otra cosa. El sujeto social trocó y somos parte del corrimiento del eje.
Se para, nos paramos, diferente después de un ejercicio de aislamiento, de cuarentena, de comunicación a distancia y todos los secretos volcados a la comunicación virtual. El mundo trocó de ancho y ajeno a virtual e imaginario, pero sin secretos centenarios. Fue La Peste. La economía es otra. El lenguaje es diferente. El destino ya no es aquel… está forjándose. La sociedad dispara hacia algún lado y Milei es uno que corre; un Forrest Gump tan inútil como aquel, tan seductor como aquel.
Después de los virus esta será la primera elección. También la primera en que los nacidos con la democracia ya tienen 40 años y tienen hijos que votan. No todos, ya lo sé. Votan los hijos paridos en el Siglo XXI. Y ese cambio es el verdadero eje para quienes no entendieron que es otro el sujeto social y que aquellos mensajes y aquellas formulaciones partidarias y frentistas ya no alcanzan.
La Libertad Avanza sería un fenomenal oxímoron y un redondeo de la abundancia. Falta que anuncie que "¡La libertad es libre!". Che, muchachos, Milei es un frente partidario de un solo hombre con características mesiánicas y sin los héroes que conocíamos, sin nuestros héroes. Se crio con otro álbum de figuritas. Pero es eso… un hombre solo, que dice cosas que parecen diferentes porque el continente lo disimula.
No lo voy a citar, pero recomiendo dormitar una noche de estas con Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de una única novela: "El Gatopardo" (que da origen al concepto de gatopardismo). Ahí está escrito este capítulo nacional. Ojo, el escritor narraba un final.