El gobierno nacional parece estar en una especie de cruzada contra prácticamente todo el mundo, criticando fuertemente a economistas, gobernadores y cualquier persona que se atreva a señalar las inconsistencias de su programa económico. Además, no se detiene en las fronteras nacionales, también estuvo cerca de romper relaciones con España, Brasil y China, entre muchos otros países con los cuales entró en conflicto diplomático.
Quizás el auto-postulado al Premio Nobel de Economía no sepa que esos países son los principales destinos de nuestras exportaciones, y romper vínculos con ellos tendría enormes perjuicios en un contexto en el que el deterioro económico parece prolongarse indefinidamente. De hecho, los últimos índices de actividad no muestran un punto de despegue y comienza a tomar forma la idea de una economía en "L", al menos a corto plazo.
Por otro lado, el presidente y su equipo económico pasan mucho tiempo en redes sociales declarando que la economía va a crecer como nunca antes, hablan de un cambio histórico y una especie de relato en el cual nuestro nuevo líder nos llevará a la meca libertaria del desarrollo. Es decir, un discurso mesiánico tan típico del populismo que no sorprende en nuestro país, pero que sí empieza nuevamente a provocar desilusión.
La falta de buenas perspectivas comienza a generar impaciencia en prácticamente todos los sectores productivos, ya que los últimos índices disponibles, evidencian una economía que sigue cayendo. Específicamente, la industria -9.8%, el comercio -10.4%, la intermediación financiera -10.5% y la construcción (con su peor crisis desde 2001) -20.2%. Si bien estos indicadores no van a seguir cayendo indefinidamente, debido a que la estabilización de las variables macroeconómicas va a generar un crecimiento moderado en los próximos meses, ya ninguna consultora prevé un efecto rebote tipo "V".
Hasta que los ingresos no se recuperen por encima de la inflación, será difícil estimular el consumo y la inversión. De hecho, el consumo cayó en mayo un 15%, si la tendencia no se revierte de forma abrupta, llegaríamos a principios del año que viene con los niveles de consumo más bajos en los últimos 20 años y con un producto bruto real per cápita cayendo también a mínimos históricos, caída que se ve compensada en parte por la buena campaña del agro.
A la escasa perspectiva de la economía real se suma una situación financiera que empieza a generar alarmas. El atraso cambiario, la suba de los dólares paralelos y las escasas reservas, han generado que los bonos caigan y que el mercado se empiece a preguntar cómo y cuándo va a crecer la Argentina. Este mismo escenario es el que nota el director del FMI, Ricardo Valdés (encargado de negociar con nuestro país), quien pidió una devaluación y recomendó un esquema monetario y cambiario como el de cualquier país racional de la región (Perú y Uruguay).
En este marco, el presidente Javier Milei ha mostrado siempre muy poca versatilidad para adaptarse a la coyuntura y solucionar problemas, razón por la cual no se vislumbra un acuerdo con el FMI en el corto plazo. Quizás las expectativas están puestas en que su amigo Donald Trump gane las próximas elecciones y destrabe algunos conflictos.
Milton Friedman dijo una vez: "La depresión es la forma en que la economía se corrige a sí misma". Esperemos que esta sea una corrección definitiva.