Se trata de una calle corta en medio de un barrio con una gran actividad. Quienes salen desde el centro de Buenos Aires hacia la costanera (buscando el aeroparque Jorge Newbery, por caso) utilizan Jerónimo Salguero y luego de pasar por el costado del Parque Alvear cruzan esa avenida y hacen una "chicana" en Salguero en la plaza Alférez Sobral para seguir hacia el río. En esa zona, la supuesta continuación de Salguero es un pasaje que recibe el nombre de Monseñor Vicente F. Zazpe, un pequeño y recortado homenaje para un grande de la Iglesia Católica. En medio de árboles, negocios, gastronomía y tránsito, todo el mundo ignora quién puede haber sido aquel purpurado que mereció el homenaje del Concejo de la ciudad de Buenos Aires.
Algo parecido ocurre cuando se circula en Santa Fe por las calles que llevan su nombre o se atraviesa en Santo Tomé el barrio (¡Zaspe!) o quienes cursan en la escuela agrotécnica en Emilia, el barrio con su apellido en Rafaela o la escuela de Santa Rosa de Lima, por solo citar algunos lugares.
Es que nadie piensa exactamente quién fue Salvador María del Carril mientras atraviesan barrios santafesinos de este a oeste o Facundo Zuviría o tantos apellidos, tantas historias.
Hoy se cumplen 39 años desde que falleció Vicente Faustino Zazpe (ambas con z, por favor) a los 64 años de edad y cuando aún era un joven obispo que había logrado atravesar uno de los momentos más oscuros de la historia argentina con un mensaje vibrante, sencillo y que llegaba a la razón y a los corazones de quienes decidían escucharlo. Fue junto a Miguel Hesayne, Jorge Novak y Jaime de Nevares, entre otros, un grupo de clérigos progresistas que tuvieron una mirada crítica hacia la dictadura militar y que trabajaron dentro de la Conferencia Episcopal Argentina tratando de articular una mirada más cerca del pueblo y de sus padereces.
Así, monseñor José María Arancedo en uno de los actos realizados para recodar a Zazpe dijo que "La actualidad del mensaje de monseñor Zazpe] se debe a que sus reflexiones tenían su fuente en el Evangelio y su mirada, libre de ideologías, puesta en el hombre concreto con sus angustias y esperanzas. Frente a esta realidad se sentía interpelado y su preocupación era poder responder como pastor, y desde el evangelio, a quienes él estaba llamado a servir. En esto veo también para nosotros, como obispos, una enseñanza y testimonio siempre actual".
Pero, además, nunca dejó de preocuparse ni por el más pequeño como de lo más grande. Luchó, cuanto pudo contra una dictadura que arrasó con miles de vidas, secuestró y torturó. Cuando las Fuerzas Armadas presentaron el documento final sobre lo actuado por la dictadura, en el que se pretendía que no había más información que dar, que había habido una guerra sucia y que por lo tanto cualquier exceso era comprensible, Zazpe sentenció públicamente: "Es insólita la calificación de "actos de servicio" para la tortura, el secuestro impune, la muerte clandestina, la detención sin proceso, la entrega de niños a desconocidos y el latrocinio descarado de los hogares", sentenció.
Y es que él mismo intercedió para lograr la liberación, por ejemplo, del intendente de la ciudad de Santa Fe, Adán Noé Campagnolo, un militante peronista que tenía una panadería en la esquina de Ituzaingó y Avellaneda que fue sometido a torturas y que la oportuna mediación de Zazpe ante el coronel José María González y, tal como Campagnolo reconoció en una entrevista con Guillermo Tepper, fue esa acción la que le salvó la vida. El militar tomó contacto con la Guardia de Infantería Reforzada y poco después fue trasladado al hospital José María Cullen donde pudo ser atendido de las serias laceraciones producidas por la tortura.
Para sus detractores, toda acción resultó insuficiente, para otros, heroica. Como siempre, son hechos que nunca terminan de cicatrizar.
Basta tener en cuenta un testimonio directo. El cardenal Mario Poli recordó que "cuando estaba en el seminario, en los años oscuros de la dictadura, monseñor Zazpe ocupó la vicepresidencia en la Conferencia Episcopal Argentina, junto con dos cardenales: Primatesta y Aramburu. Ya se sabía que monseñor Zazpe había tomado una actitud muy firme con los desaparecidos y los detenidos en ese tiempo. Su voz se alzó por encima del silencio de muchos y reclamó la vida de muchos desaparecidos y detenidos por sus compromisos sociales, sindicales y estudiantiles. Su incansable intercesión por los detenidos le granjeó muchísimos dolores de cabeza, también hasta amenazas", relató.
Y agrego que "en la carta de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina a los miembros de la Junta Militar sobre inquietudes del pueblo cristiano por detenidos desaparecidos, el 17 de marzo de 1977, aparece su firma con los dos cardenales, reclamando y haciéndose eco de muchas familias argentinas que buscaban a sus hijos y a sus hijas", añadió Poli.
Aquel hombre pequeño de estatura, que hasta parecía frágil, tenía la fortalece de su mensaje y de la profundidad de su prédica. Sus palabras, releídas, mantienen esa actualidad que destacaba Arancedo y que tiene que ver con la Argentina de hoy: ""Como en otras etapas de nuestra historia, llegaremos -aunque sangrando- a cubrir las heridas de la división y la enemistad, pero si no llegamos a una profunda comunión nacional, no habremos recorrido los espacios más específicos de la reconciliación cristiana. (...) La Argentina necesita de una cierta unidad de criterios para desentrañar el sentido de su historia, juzgar el presente tan complejo y preparar su futuro; una escala común de valores para afirmar la vida nacional y una cuota inmensa de paciencia y esperanza para recorrer esta etapa difícil y asegurar el encuentro definitivo de la nación".