Mientras el Gobierno Nacional celebra el año de la aprobación de una de las leyes de aborto más permisivas del mundo, las cifras y el sufrimiento que esconden develan consecuencias que asustan. Una nueva crisis sin precedentes se avecina a causa de la ceguera antinatalista y antivida que prevalece en la mayor parte de la dirigencia política: la tragedia demográfica.
Lo confirma una agenda transversal que va desde la legalización de drogas y la vía libre a la violencia narco y el delito, hasta tres proyectos de ley de eutanasia activa, presentados por los principales grupos parlamentarios. Siempre se privilegia el descarte y la muerte por sobre la dignidad y la plenitud de la vida. Mientras tanto, las prioridades reales de los argentinos siguen cajoneadas.
Según el Ministerio de Salud, en 2021 se realizaron 32.758 “interrupciones de embarazos en condiciones seguras” en el sistema público de Salud hasta el 30 de noviembre y se distribuyeron 46.283 tratamientos de misoprostol. Para 2021 el Ministerio había adquirido 100 mil tratamientos, en base a las estimaciones del Centro de Estudio de Estado y Sociedad (CEDES), el cual hoy controla a través del “Proyecto Mirar” la aplicación de la ley 27.610 en el país junto a Ibis Reproductive Health.
Ambas organizaciones, una local y otra global, son financiadas por la mayor multinacional del aborto: International Planned Parenthood Federation (IPPF). Hay una fuerte correlación entre los fondos invertidos por la industria global del aborto, la promoción social y política del antinatalismo y el colapso demográfico argentino. IPPF reconoció haber financiado durante 15 años -cuando en 2005 empezaba la campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito- a 20 organizaciones sociales en el país. De allí provenían al menos 20 “expertos” que defendieron el aborto legal en los debates del Congreso y que integraban diversas carteras del Ministerio de Salud.
En 2010, el mismo difundía la “Guía Técnica Para Atención de Aborto No Punible” , mientras organizaciones civiles promovían el libro “Cómo hacerse un aborto con pastillas”. Sólo en 2011 IPPF destinó casi un millón de dólares al país y a principios del año siguiente, el Fallo FAL habilitó de hecho el aborto. Fue entonces cuando empezó a tambalear la fecundidad en el país, que pasó de 2.35 a 2.25 en 2012. Pero la caída vertiginosa comienza en 2015, año del “Ni Una Menos”. Nadie se percató entonces de que Chiara Paez, la joven víctima por quien se masificó el movimiento, había sido asesinada por no querer abortar.
Las organizaciones verdes sólo promovían, de manera superficial e irresponsable, cómo hacer un aborto en casa con misoprostol. La fecundidad, que ese año era de 2,3, cayó a 2,18 en 2016. En términos demográficos, el umbral de sostenibilidad de la población de un país es una tasa de fecundidad de 2,1. En 2018 la ANMAT autorizó el uso ginecológico del misoprostol y finalmente, en 2019 se perforó la tasa de fecundidad al mínimo histórico de 1,8, muy por debajo de la tasa de reemplazo generacional.
Nada que celebrar. Además de las casi 50.000 niños argentinos por nacer que fallecieron víctimas del aborto este año, también empiezan a conocerse otras historias trágicas: Al contrario de lo que se cree, el aborto mucho mas allá de las 14 semanas es una práctica habitual y se realiza a veces, en contra de la voluntad de las madres. Así lo puso en evidencia el caso de la bebé de casi 6 meses de gestación que fue abortada en Tartagal en agosto, cuando su madre ya había manifestado no querer realizarlo.
Tampoco es una práctica segura, como lo demuestra la muerte, en abril pasado, de María del Valle González López, de 23 años que murió en Mendoza a causa de un aborto legal, “seguro” y gratuito. Su madre reclama justicia y pide suspender la ley de aborto. Mientras tanto el Programa de los 1000 días no pasa de ser una declaración de intenciones. Las mujeres siguen esperando apoyo para tener a sus hijos mientras se ofrece y se presiona, ante la mayoría de embarazos vulnerables, por un aborto.
El sistema de información que permitiría ver qué está pasando realmente en los hospitales, es tan reservado e inaccesible como toda información oficial. Lo cierto es que la bandera de la muerte que empezó con el aborto y que, ahora con la eutanasia, enarbolan la mayoría de los políticos, anticipa un nuevo colapso, que se empieza a develar también a nivel global. Una crisis demográfica sin precedentes amenaza a Estados Unidos, Europa y China, la cual en 2020 alcanzó sus mínimos históricos de natalidad. El país que motoriza la economía global, podría quedarse pronto sin trabajadores y las consecuencias serían nefastas para todo el mundo. Incluso hace días, Elon Musk, dueño de las empresas tecnológicas más innovadoras del planeta, sorprendió al advertir: “Si las personas no tienen más hijos, la civilización colapsará. Recuerden mis palabras".
No sólo Musk sino también el Papa Francisco advirtió este año sobre “el tema urgente de la natalidad” y el “invierno demográfico todavía frío y oscuro” que se avecina. Fue durante un encuentro del Gobierno de Italia, cuna de la civilización occidental, que es hoy el país europeo con menos nacimientos de Europa. “Cada año es como si desapareciera una ciudad de más de doscientos mil habitantes”, grafica Francisco, que es tan tajante como Musk: “sin natalidad no hay futuro”. Con la tasa de fecundidad muy por debajo de la linea de recambio población, nuestro país tuvo además, por primera vez en su historia, una tasa de migración neta negativa: llegaron 46.000 personas y se fueron 50.000, muchísimos de ellos, adultos en edad laboral.
La brusca caída en los últimos años de la fecundidad y la natalidad causarán, de no revertirse, una crisis inusitada. CIPPEC advierte que “en el último quinquenio, la fuerte caída de la fecundidad es la principal novedad en cuanto a las tendencias sociales de mediano y largo plazo” y que “los cambios demográficos tomarán cada vez mayor protagonismo en el debate sobre el devenir de la sociedad”.
Más que una novedad, es un desafío, que en el estado actual de pobreza y desgobierno, se agrava aúnmás y parece casi irresoluble: La Argentina atraviesa lo que se llama “bono demográfico”, un período que termina en 2035, en el cual la población económicamente activa es aún mayor que la inactiva. Es la última ventana de oportunidad para sacar a la gente de la pobreza, antes que quienes no pueden trabajar, se conviertan en un peso insostenible para quienes sí pueden.
Francisco dice con claridad lo que varios líderes globales apenas se animan a insinuar, mientras empiezan a buscar soluciones: “Son indispensables una política, una economía, una información y una cultura que promuevan con valentía la natalidad”. Y como si tuviera en su mente también a su patria, resalta: “Necesitamos políticas familiares de largo alcance y con visión de futuro: no basadas en la búsqueda de un consenso inmediato, sino en el crecimiento del bien común a largo plazo. Aquí radica la diferencia entre gestionar los asuntos públicos y ser buenos políticos”.
Tal vez es demasiado pedir para un gobierno que ni siquiera es capaz de gestionar los asuntos públicos y para una dirigencia que celebra la muerte mientras se encamina ciega, no ya a la crisis sociopolítica sino al colapso demográfico. Tenemos 14 años para construir una nueva política con visión estratégica de futuro y capacidad de gestión, que invierta eficientemente en la infancia y la familia, la educación y el trabajo, para terminar con el 40% de pobreza. O no habrá vuelta atrás. Son los valores que inspiran día a día al partido Vida y Familia y que a un año de la nefasta ley de aborto, se revelan como los principios fundamentales para el futuro de la Argentina.
Nicolás Mayoraz, Diputado provincial Bloque Vida y Familia