Dentro de mi profesión como psicóloga, como también en mi círculo de relaciones sociales de amistad, escucho constantemente hablar sobre el tema de la alta ansiedad que sentimos todo el tiempo los jóvenes adultos en la actualidad.
Se trata de un problema muy común en nuestra sociedad actual.
Dentro de mi profesión como psicóloga, como también en mi círculo de relaciones sociales de amistad, escucho constantemente hablar sobre el tema de la alta ansiedad que sentimos todo el tiempo los jóvenes adultos en la actualidad.
Frecuentemente escucho preguntas como ¿por qué todo el tiempo estoy ansioso?, ¿por qué hay días en los que me cuesta tanto calmarme?, ¿por qué vivo preocupado en exceso, con miles de pensamientos que me invaden?, ¿cómo hago para afrontar mis actividades si siento un gran cansancio mental?, ¿qué hago para poder tranquilizarme frente a todas las presiones que se me presentan?, ¿por qué se me dificulta tanto mantener mis relaciones sociales? o ¿por qué existen días en los que me resulta muy difícil salir de mi cama para afrontar mis obligaciones y quiero evitarlas?
Síntomas como dificultades para concentrarse, para prestar atención, preocupaciones excesivas o miedos al futuro recurrentes, un cansancio crónico, momentos donde no sabemos por qué estamos irritables, de mal humor, una imposibilidad constante para relajarnos, para descansar en los ratos libres y hasta síntomas físicos como temblores, taquicardia, agitación, tensiones musculares, cefaleas, estar todo el tiempo en alerta o hipervigilantes, nos invaden en nuestro día a día, creando una catarata de pensamientos negativos, que la mayoría de las veces no podemos controlar, sobre muchas cuestiones de nuestra vida y principalmente sobre nuestro futuro.
En algunas de las ocasiones todos estos síntomas surgen de manera repentina, a veces sin que sepamos su causa y dejándonos en la duda de cómo actuar frente a los mismos o cómo hacer para calmarlos, generándonos un malestar emocional y un desequilibrio que se torna constante, limitante y persistente, e interfiriendo negativamente en nuestra funcionalidad cotidiana, nuestras actividades laborales, estudios, relaciones sociales, familiares y en nuestra vida cotidiana en general.
Creo que luego de la pandemia, del encierro, de la falta de contacto social, la virtualidad y de todos los cambios abruptos que sufrimos, muchos de nosotros (y digo nosotros porque me incluyo, ya que a pesar de ser una Profesional de la Salud Mental también sufro problemas de ansiedad) comenzamos a experimentar varios de estos síntomas gracias a la incertidumbre en la que se convirtió la cotidianeidad. Las dudas persistentes y los impedimentos para insertarnos en el mundo laboral, la falta de certezas en relación a que pasara mañana si todo está en un constante cambio, el problema actual de la economía en nuestro país, nos pone en una posición en la que no podemos proyectar nuestro futuro, dejándonos perplejos y generando un malestar constante.
Además, la sociedad actual nos mantiene constantemente presionados, nos exige todo el tiempo que seamos funcionales, pero la mayoría de las veces no nos da las posibilidades para poder construir un futuro estable, existiendo muchas trabas para poder llegar a lo que en realidad anhelamos o queremos. Como así también dejando de lado la importancia que tiene el cuidado de la Salud Mental, y de poder hacer un parate para repensar por qué nos estamos sintiendo todo el tiempo como encerrados, sin una salida o sin un camino que seguir.
Hasta en las reuniones sociales surge continuamente el tema del agotamiento que esto nos produce, el cual es cada vez mayor: ¿Qué voy a hacer con mi futuro?, no puedo mantenerme económicamente porque la plata no me alcanza, conseguir un trabajo digno me está resultando imposible, me siento mal, cansado, no sé cómo hacer con todo pero aun así tengo que seguir, son temas de conversación que últimamente se volvieron muy comunes entre los jóvenes adultos.
Además, gran cantidad de personas con las suelo relacionarme sostienen que en los últimos años aparecieron en sus vidas los problemas para conciliar el sueño, problemas de alimentación por la falta de apetito que genera el malestar, sensaciones de que algo anda mal en su cuerpo, problemas intestinales, una gran irritabilidad a causa del estrés que les genera la excesiva preocupación por situaciones futuras, donde el panorama siempre es malo y complicado.
Entonces, ¿cómo hacer para que los jóvenes dejemos de sentirnos tan abrumados por esta emoción a la que nos enfrentamos día a día, y que, en muchos casos, nos paraliza, no nos permite tomar acción sobre las situaciones y se torna desadaptativa?
Algunas de las formas que pueden ayudarnos a transitar y regular este problema de la ansiedad recurrente pueden ser:
Al sentir tensión en el cuerpo, intentar relajar el espacio entre las cejas, relajar la mandíbula, girar el cuello en círculos, dejar caer los hombros.
Al sentir que nuestra mente no para, erguir la espalda, hacer respiraciones profundas, repetir afirmaciones positivas que nos ayuden con los pensamientos que nos invaden, recordar que la ansiedad es pasajera.
También se puede optar por crear rutinas que ayuden a aliviar la ansiedad, como por ejemplo intentar cumplir con seis u ocho horas de sueño diarias, tratar de llevar una buena alimentación, limitar el uso de pantallas, hacer ejercicio, evitar consumir tanto mate o café (sobre todo en la noche), tratar de concentrarse más en el presente, permitirse tener y disfrutar de los ratos libres, haciendo actividades que nos generan placer y nos conecten con nosotros mismos, para lograr mirar hacia nuestro interior y reorganizarnos.
No debemos olvidar que la ansiedad es una emoción muy común, que aparece frente a posibles escenarios o desafíos presentes y futuros, pero cuando la misma se torna constante y nos genera un excesivo malestar que no nos permite avanzar, es hora de poner un freno y comenzar a preguntarnos por qué nos está ocurriendo esto, para poder ocuparnos de la cuestión fundamental del cuidado de nuestra salud mental.
(*) Licenciada en Psicología (Matrícula Nº 2808). Egresada de la Universidad Católica de Santa Fe.
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