El Comité contra el Racismo y el Antisemitismo de la Argentina (Comité) y sus dos congresos nacionales fueron una muy interesante experiencia de construcción unitaria antifascista, que alentaba un optimismo algo escéptico. Podríamos aventurar que fue la continuidad de otras experiencias unitarias, como la enorme manifestación del 1 de mayo de 1936, convocada por los partidos Socialista y Comunista, la CGT y otras organizaciones, donde se cantó "La Internacional" y ondeaban banderas rojas.
Probablemente hayan sido más los temores y no los proyectos políticos comunes los factores aglutinantes, porque allí confluyeron sectores políticos y sociales que tenían una interpretación disímil sobre el presente, el devenir político y en su cosmovisión más general. Había liberales, demócratas, marxistas, libre-pensadores, reformistas, socialdemócratas, laicistas, revolucionarios, oficialistas, opositores.
Lo que unía a todas esas corrientes era su repulsa y asco al fascismo en una de sus expresiones más crueles y más perversas: el antisemitismo, la forma más feroz de la intolerancia. Por otra parte, frente a esa conjunción cimentada en el rechazo al sesgo antisemita, se expresaron también los conservadores, filo nazifascistas en sus distintas versiones, católicos y nacionalistas -tanto de derecha como de izquierda-, que no participaron y paralelamente boicotearon la labor del Comité y del Congreso.
Parafraseando a Deodoro Roca (**), el fascismo era -y es, obviamente- la forma agresiva y moderna de las viejas fuerzas opresoras, que a través de un desesperado ensayo de Estado Totalitario pretenden conservar un mundo viejo y decadente. El fascismo es la manera agresiva y exasperada que asumen las clases dominantes. En tal sentido, el fascismo no crea nada nuevo ni original; solo realiza cosas en las artes de la agitación, ante lo que saben cuál será su porvenir: armas, ejércitos, brutalidad, racismo, puestas en escenas, desfiles coreográficos con exhibición de parafernalia belicista (tambores, banderas, correajes, antorchas), guerra, guerra, guerra.
Para el fascismo -de la forma que sea-, el sentido de la guerra es la vitalidad, no el último recurso; es la necesidad biológica y no la fatalidad desgraciada; es vista como felicidad y no como adversidad. Es muy peligroso pensar que el antisemitismo es obra de un grupo de fanáticos con mentes perturbadas. El antisemitismo, como cualquier forma de racismo o discriminación, es la culminación de milenios de odio y culpabilización, en este caso de los judíos.
La extrema derecha actual
En dicho contexto, a nivel mundial es muy preocupante el actual ascenso de las extremas derechas. Estas… ¿pueden ser caracterizadas como "fascistas" o "neofascistas"? ¿Es posible que resurgiera algo semejante al fascismo en un mundo donde todavía quedan bastantes elementos del llamado "Estado de Bienestar" y las políticas keynesianas? Por lo pronto, se puede argumentar que no existen estrictas coincidencias, en contenido y forma, entre las formaciones fascistas tradicionales y las nuevas expresiones.
No se trata de una repetición de los movimientos y regímenes fascistas de la Europa de entreguerras. Hay que buscar los elementos esenciales que definen la ideología y la política de las organizaciones actuales y las condiciones de su aparición y desarrollo, para ver en qué grado son comparables con aquellos. Ahora bien, mientras exista el capitalismo monopolista, el mismo peligro, incluso bajo una forma más terrorífica y con una barbarie todavía más inhumana (aunque más disimulada), puede resurgir.
Cuidado, puede que el neofascismo actual no revista los caracteres bestiales de los años 30; puede que sus instrumentadores no sean vulgares agitadores tribuneros, sino atildados financistas en cómodos despachos; puede que usen trajes de confección y modernos equipos electrónicos y no burdos uniformes ni ingenuos eslóganes altisonantes apelando a lo más ruin de las personas. Todo eso es posible, sí, pero ello no quita su contenido feroz y cruel. Por eso preocupa el surgimiento de cierto antisemitismo en sectores políticos que debieran combatirlo.
Tal como lo expresó hacia 1890 el dirigente socialista alemán August Bebel, "el antisemitismo es el socialismo de los tontos". Y en tal sentido hay que decir que los judíos siempre hemos jugado un papel muy importante en el movimiento socialista mundial, porque el socialismo prometía una completa igualdad para todos, así como una disolución de los rígidos grupos nacionales y étnicos en una cultura humana universal. Esa izquierda "boba", por llamarla de una forma, coloca como sinónimos a: sionismo = israelí = judío, una simplificación muy torpe y tosca, tal como los "niños bien" de la Semana Trágica de 1919 decían: ruso = judío = maximalista (revolucionario).
"Alianza del Arco Iris"
El sionismo es una de las tantas corrientes políticas e ideológicas dentro de la colectividad judía, que, como todo conglomerado humano, no es homogénea. Ser sionista, además, no implica ser religioso y viceversa. En el interior de ese colectivo existen sionistas, comunistas, cultos, ignorantes, morochos, conservadores, gordos, creyentes, trabajadores, feos, religiosos, altos, obreros, mujeres, honestos, jubilados, librepensadores, bellezas, hombres, liberales, rubias, jóvenes, indignos, gallinas, sabios, petisos, haraganes, homosexuales, burgueses, veganos, pelirrojos, estudiosos, ateos, prostitutas, financistas, creyentes, enfermos, viejos, binarios, bosteros…y todo lo que se nos ocurra del género humano.
Ser judío no necesariamente equivale a ser sionista y mucho menos es una cuestión de nacionalidad. A esto último lo pudieron haber expresado o pueden expresarlo de la mejor manera Joe Slovo (Sudáfrica), León Trotski, Lev Kamenev, Jacob Sverdlof, (Rusia), Emma Goldman, Howard Fast, Noam Chomsky (Estados Unidos), Fabio Grobart (Cuba), Sergio Karakachof, Fanny Edelman, Fenia Chertkoff, Andrés Rivera, Teresa Israel, Bernardo Grispun, Meyer Kot, Carlos Corach, Hugo Kogan, Marcos Osatinsky, Graciela Palacin, Beinusz Szmukler, César Jaroslavsky o Daniel Filmus (Argentina).
También Rosa Luxemburgo (Polonia-Alemania), Clara Zetkin, Hanna Arendt (Alemania), Vladimir Medem, Marek Edelman (Polonia), Marc Bloch, Leon Blum, Jean Pierre Noher, Claude Lelouch (Francia), Efraim Davidi (Israel), Herthy Lewites (Nicaragua), Eric Hobsbawn (Gran Bretaña), Ernest Mandel (Bélgica), Volodia Teitelbaum, Galo Eidelstein (Chile), Vladimir Herzog, Clarice Lispector, Oscar Niemeyer (Brasil), Eugenia Sacerdote de Lustig (Italia-Argentina), Primo Levi, Carlo Guinzburg, Rita Levi Montalcini (Italia), Mauricio Rosencof, Jorge Drexler, Andrea Tenuta (Uruguay).
El antisemitismo, básicamente, es sinónimo de homofobia, racismo, aporofobia, discriminación, xenofobia, apartheid. Por eso, la lucha contra el antisemitismo es luchar por el Estado de derecho, el respeto a las diversidades de todo tipo y por la construcción de una democracia avanzada, de profundo contenido social y solidario. Y esa lucha requiere, como elemento indispensable, la "Alianza del Arco Iris", como alguna vez lo planteó Martin Luther King: todos aquellos que estamos agraviados por alguna de esas formas de violencia, debemos estar juntos, pensar juntos, actuar juntos y pelear juntos.
(*) Decimosexta entrega del ciclo basado en el ensayo "Santafesinos en los congresos contra el antisemitismo, años 1938 y 1939", trabajo del autor de la presente nota.
(**) "Deodoro Roca, el hereje". Selección y estudio preliminar de Néstor Kohan; Editorial Biblos, Buenos Aires, página 206.
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