La foto es 1988. La democracia se había recuperado hacía unos cinco años, pero aún quedaban las zozobras de las levantamientos "carapintadas" y el temor de que en cualquier momento, fiel a una tradición de más de medio siglo, los militares regresaran.
El lugar que registra la foto es el cine Chaplin, el mismo que durante años estuvo en la Galería Ross (empleo el tiempo pasado porque ni el cine ni la sala existen), ubicada sobre calle San Martín, la sala de cine que durante años, tal vez veinte, frecuentamos dos o tres veces a la semana, la sala que en los tiempos de la dictadura se constituyó en el único lugar, o uno de los únicos, en el que era posible reunirse para ver buen cine, o escuchar buena música, o disfrutar de una obra de teatro, pero sobre todo, uno de los escasos lugares para estar con "la gente como uno", es decir, con todos los que de una manera u otra habíamos quedado tácitamente excluidos de la escena social creada por la dictadura militar. El año de la foto es 1988. La democracia se había recuperado hacía unos cinco años, pero aún quedaban las zozobras de las levantamientos "carapintadas" y el temor de que en cualquier momento, fiel a una tradición de más de medio siglo, los militares regresaran. Año 1988 -decía- probablemente, atendiendo a la ropa de verano: remeras y camisas arremangadas o mangas cortas, cerca de fin de año… octubre o noviembre, por ejemplo.
La foto es antigua, vieja, no está en buen estado. Apareció de casualidad, como suelen aparecer esas fotos que registran un instante, la fracción de un momento que yo personalmente no recuerdo o recuerdo vagamente, como se recuerdan ciertos sueños en el borde de la vigilia. Lo que se distingue con cierta nitidez es a las cinco personas que están sentadas en las butacas de la primera fila. No recuerdo quién tomó la foto, probablemente haya sido un fotógrafo del diario "Hoy en la Noticia", pero no estoy del todo seguro que haya sido exactamente así porque esa noche había muchos fotógrafos en la sala. Las cinco personas de la primera fila están atentas, como escuchando a alguien que la foto no registra. Seguramente ese alguien está presentando la película o haciendo algunas consideraciones sobre la filmación. Lo seguro es que la película en cuestión había despertado muchas expectativas en el ambiente. Y no era para menos. Era una película dirigida por un santafesino, con música de otro santafesino, con actores santafesinos y sobre la novela escrita por un santafesino que si bien hacía años que se había ido a vivir a Paris, cada vez que podía, o se lo permitía el presupuesto, o recibía alguna invitación oportuna, se daba una vuelta por la ciudad donde pasó su niñez, su adolescencia y su primera juventud, la ciudad donde aún vive su hermana en la casa ubicada en la planta alta de calle Mendoza casi esquina 9 de Julio.
Para no hacerla larga, digo entonces que se trataba de la película "Nadie nada nunca", dirigida por Raúl Beceyro con guion de él y música de Pedro Casis. La novela, claro está, es de Juani Saer, una novela escrita en París alrededor de 1979 y de la que resulta innecesario decir que es muy buena porque, con sus matices y sus tonos, toda la obra de Juani es buena. La película se estuvo filmando durante unos meses y todos estábamos al tanto de sus peripecias. En lo personal fui invitado como periodista a presenciar una escena filmada en Rincón. Era la caída de la tarde y se narraba un allanamiento a una casa. Más detalles no conocí, aunque conocía a los principales protagonistas del emprendimiento. No estoy seguro de que "Nadie nada nunca", haya sido la primera película filmada en Santa Fe después de la dictadura, pero si no fue la primera fue la segunda. Digamos que no todos los días teníamos la oportunidad en nuestros pagos de seguir las alternativas de una filmación. Y sobre todo, de estar presentes en el estreno que, como ya les dije, se realizó (es lo que creo recordar) en la Sala Chaplin. Mucha gente. Mucho chismorreo acerca de las expectativas de la película. En la Galería Ross, además de una sala de cine y de los previsibles locales comerciales, había al fondo un bar, el bar donde nos reuníamos antes de que empezara la película y el bar donde a veces nos quedábamos comentando la película que habíamos visto, en un tiempo en que la discusión acerca de la calidad de un director, de un guionista o un actor, podía ocasionar rupturas afectivas irreparables.
Regresemos a la foto. En la primera fila, de izquierda a derecha están: Susana Piazzessi, Rogelio Alaniz, Juan Neme, Fernando Bonfanti y Darío Macor. Susana y Darío ya no están, pero en esa foto están tan vivos, tan ellos mismos. Curiosamente están sentados en los extremos. Para 1988 hacía diez años que eran pareja y lo seguirían siendo por veintitrés años más. Esa informalidad de sentarse, ella en una punta y él en la otra, era típica de ellos. Como también era muy típico escuchar con la mano apoyada en la boca o el mentón. La misma posición con la mano sostenemos Fernando y yo. Neme, el más jovencito de todos, está sentado en el medio con las piernas cruzadas. Todos estamos con las piernas cruzadas, menos Darío. Sinceramente no recuerdo quién está hablando en ese momento. Puede ser Beceyro, puede ser Marilyn, tal vez Casis. No lo tengo presente. Sí recuerdo que para esa época también en la sala Chaplin lo había escuchado al profesor Ricardo Ahumada explicar las alternativas de la película de Alain Resnais, con guion de Alain Robbe Grillet, "Hace un año en Marienbad". Todas esas cosas ocurrían entonces en Santa Fe, y en particular en la sala del cine de la galería Ross.
Decía que "Nadie nada nunca", es una novela que Saer publicó en 1980. Y Beceyro la filmó ocho años después. Aún tengo presente los debates acerca de hasta dónde la película debe ser fiel a la novela y, en todo caso, en qué consiste esa fidelidad. No es una novela fácil de filmar -supongo que ninguna novela brinda esa posibilidad- pero Beceyro intentó hacerlo sabiendo los riesgos que corría y tal vez fueron esos riesgos los que lo animaron. Sobre la película se habló mucho antes y después. Y se habló a favor y en contra, como corresponde en el campo intelectual y, sobre todo, en las diversas mesas de bares y prolongadas sobremesas de amigos, donde el tema invade la tertulia. No me compete hacer una crítica a la película, pero sí hablar de las circunstancias que me tocaron vivir. En particular, esa circunstancia que nos registra a Susana, Darío, Juan, Fernando y yo en el momento en que se va a iniciar la película. ¿Llegamos todos juntos? ¿Nos encontramos de casualidad? ¿Qué ocurre antes y después del instante que registra el fotógrafo? Todas las especulaciones pueden ser posibles porque en aquellos años, y en aquella edad, era muy común encontrarse en una esquina, en un bar, en el pasillo de alguna facultad, o en una sala de cine. Seguramente a la salida habremos compartido un café o un vino en el "Valencia", otro de los bares actualmente ausente de la geografía santafesina. O tal vez nos fuimos a "La Modelo" de calle Mendoza. O directamente a "Las Cuartetas" de bulevar y San Martín. En cualquiera de esos bares había una mesa con amigos esperándonos. Recuerdos borrados y recuperados; recuerdos que por una cadena fortuita de casualidades quedaron registrados en un instante exclusivo, en el instante en que los cinco decidimos sentarnos en la primera fila de la sala del cine Chaplin que entonces funcionaba en la Galería Ross.
La foto es 1988. La democracia se había recuperado hacía unos cinco años, pero aún quedaban las zozobras de las levantamientos "carapintadas" y el temor de que en cualquier momento, fiel a una tradición de más de medio siglo, los militares regresaran.
"Nadie nada nunca", es una novela que Saer publicó en 1980. Y Beceyro la filmó ocho años después. Aún tengo presente los debates acerca de hasta dónde la película debe ser fiel a la novela y, en todo caso, en qué consiste esa fidelidad.