EL 5 de diciembre del año 2020 publiqué en esta misma columna un texto que llevaba el mismo nombre. Tres años y medio pasaron de aquellas palabras escritas que intentaron reflejar el momento, ese estadio de cosas que rondaban en nuestras cabezas de esta joven democracia que por esa fecha cumplía 37 años.
Releyendo el texto, me fui dando cuenta que mucho no cambió, o para ser más preciso, me percaté en esa relectura de que seguimos condenados a repetir la historia y, como dicen algunos memes "no importa cuando leas esto".
Para ponernos en contexto, se iba cumpliendo un año del gobierno de Alberto Fernández. La pandemia asolaba al mundo y el 20 marzo de ese año el presidente anunció la cuarentena obligatoria por el Covid-19, dando el comienzo a ese largo derrotero y las nefastas consecuencias económicas para un país que arrancaba prácticamente en ruinas y endeudado por la anterior gestión.
El país se sumía a un extenso letargo y finalizando el mes de diciembre, entre otras variables negativas, la Argentina se hundía en una caída libre económica con un estimado del 10%, que de esa forma, llegaba a los niveles del 2002 (inmediatamente después del gobierno de la alianza y del desgobierno de De La Rúa). La pandemia se llevaba puesto todo lo poco que había, y estigmatizaba al gobierno de Alberto Fernández con una deshonrosa marca que lo acompañaría hasta el fin de su intrascendente gobierno que pecó de anodino e impopular.
En ese mismo año, y a sólo días del escrito al que refiero, se moría uno de los mayores ídolos de los argentinos, Diego Armando Maradona; "el Diego" abandonaba su vida terrenal en un sorpresivo accidente médico, según constatarían después las investigaciones referidas a su muerte. Un Diego con el cuerpo arruinado y roto dejaba al mundo con apenas sesenta años cumplidos semanas antes. El mundo, una vez más, se rendía a los pies del más amado y odiado deportista del planeta, al más humano y mortal/inmortal de todos los dioses del deporte. Fue en esos días donde entre otras cosas, escribo en mi columna: "…Es que la democracia -de nada– también aquí tiene ese gustito a catástrofe preanunciada, los que entraron se quejan del tendal que le dejaron los que se fueron, los que se fueron se quejan del tendal que van a dejar los que entraron, y en esa "melange" de nombres renombrados, sin ponerse colorados la izquierda actúa (o no actúa) como la mejor de las derechas, las derechas se cantan ultra liberales y dibujan con membretes del siglo traspasado; los peronistas siguen siendo peronistas y van sumando "istas" en su continuo movimiento. Es que al argento promedio, más medio que pro, le encanta adjetivar el sustantivo, y a cada corriente política o movimiento político-cultural que de un momento a otro pasará a ser noticia (convirtiéndose como por arte de magia de un aguerrido orador en la estática y sonriente cara que nos mirará con amor fraternal desde ese afiche de papel) va a llevar el mote de quien conduce los destinos del mismo; se declararán a sí mismo lo que son, portarán banderas y estandartes que lucirán orgullosos y desafiantes ante la sociedad que los acaparará y, llegado el momento, se juntarán con otros "istas" para formar otra lista "ista" y terminarán haciendo lo de siempre -seguimos dando giros- como dijo Groucho Marx (marxista pero no de Karl Marx, el barbudo alemán): 'La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados'(…) Nuestra Argentina no sería tal si es que no tuviésemos una crisis de vez en cuando ¿vio? Es que estamos acostumbrados a alternar lo malo con lo peor, lo relativamente bueno con lo que parecía malo, y así sucesivamente, aunque sin importar el orden, aunque aquí los factores* sí alteran el producto interno ¡bruto!
* Entiéndase por factor al sujeto que gobierna sujeto al dólar que gobierna la economía argentina que no tiene peso real. Peso más, peso menos, es triste estar atado al dólar blue".
Un par de años, un nuevo gobierno que con algunas diferencias conductuales, la cosa, sigue siendo la misma. No hay mucho cambio, lamentablemente nuestra sociedad está subordinada a repetir los errores, y cada vez el error, ese error reciclado, termina saliendo muy caro para las víctimas de siempre, la población.
Los nombres de gobiernos se repiten, se suceden, se trasvisten de otro, pero siguen siendo los mismos. Lo mismo pasa con las ideas, mutan, se "aggiornan", se desnudan ante otros ojos, ojos jóvenes, ojos resentidos, ojos de bronca que solo saben mirar a través del celular. La noticia, bien gracias, el espíritu crítico, bien gracias.
Los algoritmos virtuales con los que se manejan las redes sociales, estratifican y solo muestran lo que cada usuario quiere ver, consumiendo solamente lo que cada uno quiere o desea que le muestren, y lo peor, que eso que mira no le consuma más de un puñado de segundos. X (ex twitter), Instagram, Facebook, son los dictadores de la verdad individualizada, y acotada. Son el árbol que tapa el bosque, detrás de esa pantalla táctil de 6 o 7 pulgadas existe una realidad alterna, que no es ni más ni meno que la realidad diaria de lo que se vive en la Argentina.
Esta realidad virtual desvirtualiza el uso correcto de la información. No se basa en la calidad del contenido, sino en el impacto de la imagen o de la fortaleza del título breve y contundente. Ya no importa de lo que se trata, solo importa la mera visualización de una imagen, una idea o una frase, que deja de lado la veracidad de la misma, interesa la repetición y la posterior coacción de los llamados trolls que inundan las redes sociales y los foros informativos que se suceden bajo las noticias de las páginas de los diarios virtuales con mensajes mecanizados, con respuestas multiplicadas e imitadas en el concepto, cargadas de ideología y cierto atisbo violento con la intención de incapacitar, denostar y anular la opinión contraria, los nombres se repiten en todos los diarios, las opiniones se multiplican en cada foro y desgastan la noticia con la única razón de desviar el foco de la misma.
El gobierno de Javier Milei lo supo ver, de hecho, antes de ser gobierno, lo pusieron en práctica. Para el gobierno de Milei, se gobierna en las redes y desde el canal LN +, hasta el vocero presidencial, con una repelente (el único que se consigue cada hora y por el mismo canal) forma de dar la información del gobierno, con cierta supina ignorancia, autómata en sus modos y respuestas. Adorni degrada, ofusca, ataca, y disfruta de la crueldad del mensaje con una autosuficiente altanería, cinismo y con una dureza de rostro y falta de estima y empatía, que parecería que le está leyendo la lista del supermercado a un analfabeto.
No hay mucho para analizar, solo hay que leer el pasado. El pasado reciente y la historia de los últimos 150 años. "En un afiche, en un meme, en una foto compartida o en una campaña electoral".
"La propaganda manda cruel en el cartel y en el fetiche de un afiche de papel se vende la ilusión, se rifa el corazón…" Dooh!, diría Homero Simpson, leyendo a su tocayo Expósito.