Las primeras medidas anunciadas por el flamante jefe de Gabinete, Juan Manzur, y la ministra de Salud, Carla Vizzotti, muestran (correctamente) que para el gobierno nacional las causas de la derrota están tanto vinculadas al deterioro económico que la mayoría de los argentinos padece desde hace cuatro años, como al malhumor social producto de una serie de medidas y actitudes que tratará de que la sociedad olvide antes del 14 de noviembre.
El diagnóstico del gobierno, por los anuncios públicos, es ahora más completo que el elemental "la gente no nos votó porque no llega a fin de mes"; lo que es irrefutable para cualquier asalariado argentino. Un informe de la consultora Inveq difundido esta semana muestra que, desde las PASO de 2019 y como consecuencia de la inflación, el poder de compra de la Asignación Universal por Hijo (AUH) cayó 23 por ciento en dos años.
Que a primera hora de la mañana del día después del cambio de gabinete y relanzamiento, el gobierno haya levantado la mayoría de las restricciones vigentes producto de la pandemia, indica claramente que asumió que, tanto como la crisis económica, el humor social ha sido en la clase media el otro motivo de rechazo. Enojada, no fue a votar o lo hizo por fuerzas alternativas al oficialismo.
Con esta decisión, el gobierno mostró algo que muchos perciben y es que el estado de ánimo de la sociedad no se arregla solo con plata; aunque sin plata tampoco se puede hacer todo. Pese al deterioro social de las últimas décadas, producto de muchas decisiones políticas y económicas, Argentina sigue teniendo una sociedad mayormente educada que quiere salir adelante por sus propios medios, a través de su esfuerzo.
Repartir plata para cambiar el voto es una ofensa para muchos y no deberían plantearlo en esos términos. Que los gobernantes crean que "poniendo plata en el bolsillo" con un bono o con el aumento del mínimo del piso de Ganancias modificarán el sentido del voto es desconocer lo que piensa y siente la mayoría de aquellos a quienes están dirigidas las medidas. De hecho, este año una ley dejó afuera del pago del impuesto a buena parte de quienes lo pagaban y eso no se vio reflejado en las urnas.
Nadie puede arrogarse el rol de interpretador de la sociedad, pero las clases dirigentes, sobre todo las políticas, deberían percibir con un poco más de precisión el humor social, tener un poco más de empatía con una población agobiada, a la que no le alcanza para llegar a fin de mes. Y que siente que quienes tienen la responsabilidad de mejorar las condiciones de vida, que no son solo económicas, están en otra cosa y viven como si no los tuvieran en cuenta.