ENTREVISTA CON EL MÉDICO, ESCRITOR Y CRÍTICO JORGE TAVERNA IRIGOYEN
La mirada despierta que se interroga y que busca. El cuerpo apostado cómodamente. La cadencia en el discurso que avanza. La palabra precisa que aparece tras una vacilación mínima y completa bellamente la oración. La memoria que trae nombres y cosas desde todas las latitudes posibles. El dato desconocido que hace la diferencia.
ENTREVISTA CON EL MÉDICO, ESCRITOR Y CRÍTICO JORGE TAVERNA IRIGOYEN
“El arte puede ser grito o canto”
Taverna fue profesor. Pero la docencia quizás no era lo suyo, dice, ya que daba clases y buscaba la generación de diálogos e intervenciones con otros, que raramente se suscitaban. “De modo que empecé a hacer docencia desde mis textos”, añade. Foto: MANUEL FABATÍA
Estanislao Giménez Corte
http://blogs.ellitoral.com/ocio_trabajado
I. APRESTOS PARA UN DIÁLOGO
La mirada despierta que se interroga y que busca. El cuerpo apostado cómodamente. La cadencia en el discurso que avanza. La palabra precisa que aparece tras una vacilación mínima y completa bellamente la oración. La memoria que trae nombres y cosas desde todas las latitudes posibles. El dato desconocido que hace la diferencia.
Jorge Taverna Irigoyen despliega con total naturalidad sus dotes para el arte de la conversación y ejemplifica aquí y amplía allá; y opina, corrige, señala, cita, en un encuentro que tuvo por objeto (ante su requisitoria -“¿de qué querés hablar?-”) profundizar en sus modos y métodos de trabajo. En esas costumbres o manías que lo han llevado a tan sólida reputación y a tan merecido elogio. De entrada nomás, Jorge rompe el hielo y los esquemas: “Escribo todos los días y debo tener unos 8 volúmenes inéditos de textos ya terminados. De esos hay dos que van a salir en breve, espero”, dice. Bien, de eso vamos a hablar: de las pasiones y de las formas, de los entresijos por donde nace y se solidifica esta producción notable que sigue y sigue; de cómo el médico cirujano pudo y quiso a la vez devenir en este ensayista, crítico e historiador de Arte con 31 libros publicados; en este curador, este gestor, este periodista (fue crítico del diario El Litoral entre 1964 y 1990), en este académico y la lista sigue....
II. SOSTIENE TAVERNA
Dice Taverna Irigoyen que el origen de su interés por lo artístico viene de su hermano y de las revistas que circulaban en su casa (“se publicaban por los menos seis de excelente calidad”). Dice que todavía hoy recuerda cómo, en Rosario y “siendo un imberbe de 20 años”, les daba su opinión a grandes artistas de la época (Juan Grela, por caso) y todavía lleva en su rostro una expresión que se podría traducir como “qué caradura”. Dice que sus muchos años de trabajo como crítico en El Litoral le dieron “una gimnasia” en la escritura, y que siempre se sintió atraído por la literatura: “Me cabe la frase de Chéjov que dice ‘la medicina es mi esposa legal, pero la literatura es mi amante‘”. Dice Jorge, sin falsa modestia, que no tiene una obra “de gran aliento”. Dice que al arte contemporáneo hay que entenderlo en el contexto en que es representativo de la sociedad actual: que no se trata ya de un sujeto contemplando pasivamente una obra; que el arte actual requiere de la intervención de las personas y que a veces es agresivo o trabaja con elementos deleznables. Dice Jorge que el arte puede ser “grito o canto”.
III. “TRABAJO CON ALEGRÍA”
—Más allá de tus estudios de Medicina ¿en qué momento decidiste dedicarte al estudio del arte y la estética, y por qué y cómo se dio esa transición?
—Desde la adolescencia frecuenté museos, talleres de artistas amigos y, sobre todo, leí mucho. Fundamentalmente, además de libros, revistas de arte que -allá por fines de los ‘50 y comienzos de los ‘60- abundaban en la Argentina. Todo ello me fue dando, quizá sin percibirlo totalmente, una visión aproximadora a la estética y sus lenguajes. También contribuyó, en gran medida, el hecho de que mi hermano mayor, Miguel, era un excelente dibujante que conocía los valores de la plástica y con quien dialogábamos mucho. Posteriormente, al trasladarnos ambos a estudiar a la ciudad de Rosario, continuamos y seguramente profundizamos este “consumo artístico”, frecuentando a maestros del medio en sus talleres.
—El crítico de arte ¿se forma para entender, interpretar una obra artística, explicársela a sí mismo y luego transmitir o comunicar esa explicación? ¿o no quiere explicar nada sino acercar modos de ver el arte?
—El crítico analiza y trata de profundizar en los planteos del objeto, de la obra como expresión de determinado proceso fáctico. La obra que es tan sólo una propuesta en la mayor parte de los casos, un ejercicio, una construcción matérica, pero no “obra de arte”, como se suele confundir. La comunicación de ese análisis a través de un texto o un simple discurso, intenta no sólo interpretar lo que se estima, sino además introducir líneas de asociación didáctica que contribuyan a una mayor comprensión. Es decir que el crítico, que no es ni juez ni pontífice que premia o castiga, establece un nexo si se quiere teórico con la obra y, en el deslizar de los conceptos sobre la misma, genera un juicio de valores.
—Suele decirse que el artista no tiene una comprensión global o completa de su propia obra, sólo la hace, y que justamente es tarea del crítico inscribir esa obra en un contexto...
—La proximidad sobre la obra creada impide muchas veces que el autor logre discernir en profundidad logros sobre errores. El teórico, en cambio, no sólo propone dimensiones sobre lenguaje y realización, sino además, en muchos casos (no en la generalidad, obviamente) ubica los trabajos dentro de determinados contextos sociales, históricos, lingüísticos. Eso es lo que permite, en la continuidad de procesos de estudio y de investigación, ubicar esos trabajos dentro de la historia del arte, que organiza períodos y los delimita.
—Tenés y has tenido muy diversas ocupaciones, cargos, tareas. Me gustaría preguntarte en cuáles de ellas te sentís más a gusto ¿en la docencia, en la investigación, en la escritura? ¿Es posible hacer esa elección?
—En general, tengo una condición que me favorece: trabajo siempre con alegría. Tanto en jurados, como en charlas, curadurías de muestras, trabajos académicos, presentaciones de artistas, realización de libros y colaboraciones para la prensa especializada, como en el diálogo con plásticos, visitas a talleres, integración de fundaciones culturales, todo me gratifica. Sinceramente no podría hacer una elección de todo este quehacer: sólo la satisfacción cuando las cosas, los proyectos, salen como uno lo había pensado.
—También incursionaste en la ficción, en el género que podemos llamar “microrrelato” (“Fragancia de magnolias” e “Historias verosímiles” son dos casos) ¿cómo fue esa experiencia?
—En la faz literaria siempre opté (inconscientemente, lo juro) por los géneros breves: aforismos y apotegmas en la primera juventud, haikus y tankas en la poesía, conceptos de apretada síntesis en estética (salvo, obviamente, los ensayos) y finalmente los microrrelatos en la ficción. Estos ya llevan más de veinte años de efervescencia y poseen la discutible virtud de salir con excesiva prodigalidad. Pero en fin: jugando a través de ellos con el absurdo me divierto un rato...
“Es un gran interrogante porqué el arte argentino no ocupa en el plano internacional el lugar que le corresponde. Sí lo ocupa en premios y en distinciones. Pero el mercado es el termómetro, el que da la pauta de un arte que se conceptualiza” explica el entrevistado. Foto: MANUEL FABATÍA
Dice que sus muchos años de trabajo como crítico en El Litoral le dieron “una gimnasia” en la escritura, y que siempre se sintió atraído por la literatura: “Me cabe la frase de Chéjov que dice ‘la medicina es mi esposa legal, pero la literatura es mi amante‘”.
TEXTUALES Geografías, políticas, artistas