La información es incompleta, los interrogantes son superiores a las certezas, pero más allá de especulaciones, cabildeos e incertidumbres, lo que corresponde es condenar sin atenuantes y sin vacilaciones lo sucedido anoche en la esquina de Juncal y Uruguay, cuando un señor de apellido Sabag Montiel intentó asesinar a la señora Cristina Fernández de Kirchner. Lo sucedido fue grave. En temas como estos los argentinos no podemos permitir ser ambiguos. Y a decir verdad nadie lo fue. Oficialistas y opositores cerraron filas para condenar lo sucedido. La conclusión es obvia: ningún actor político, ningún partido alienta el crimen político, todo lo contrario. Las asperezas de los debates, las durezas de las críticas, podrán resultarnos más o menos agradables o desagradables pero en ningún caso alguien ha alentado o ha insinuado soluciones criminales. Repudiar e investigar. Es lo que corresponde. Los repudios ya se han hecho conocer; corresponde saber qué hay detrás o delante de este episodio criminal. ¿Un loquito suelto? ¿Un loquito manipulado? ¿Las consecuencias sociales de un clima político confrontativo?
Por lo pronto, y sobre la base de una información incompleta, debemos relevar lo que sucedió en la esquina de la casa de la señora Cristina la noche del jueves alrededor de las 21. Lamentablemente no hay cámaras, porque el kirchnerismo, como consecuencia de los conflictos devenidos alrededor de cuidar o no a Cristina, exigió que se retiren las cámaras. No concluyen allí las torpezas. La seguridad de la vicepresidente estuvo a cargo de sus custodios oficiales, la Policía Federal dirigida por Aníbal Fernández y los propios militantes kirchneristas, quienes siempre se han atribuido el rol de custodios afectivos de la compañera o la jefa. En ese contexto, Sabag Montiel pudo llegar con una pistola en la mano a casi un metro de su blanco. Según lo que ahora se sabe, ni los custodios ni la Policía Federal se enteraron de nada. También parece que Cristina ignoró el peligro que corrió. Lo real es que los militantes K detuvieron al criminal. También pertenece a lo real que la policía metropolitana estuvo ausente, no por voluntad propia sino porque así lo exigieron los kirchneristas.
Los antecedentes de Fernando Andrés Sabag Montiel alientan la hipótesis de que se trata de "un loquito suelto", uno de esos marginales que merodean entre las cloacas de la extrema derecha religiosa, esotérica, mesiánica. En la Argentina, y en general en el mundo, estos enajenados existen. No son muchos, pero son. ¿Alguien pudo haberlo alentado para asesinar a la vicepresidente? No lo sabemos, pero estos personajes en más de un caso no necesitan que los alienten demasiado para satisfacer sus pulsiones o sus delirios criminales. Insisto una vez más: lo sucedido es serio, los repudios han sido absolutos y todo pareciera indicar que no estamos ante una organización política con objetivos terroristas. No me consta que estemos ante una operación de los servicios de inteligencia o algo parecido. Aclaro una vez más: digo que no me consta. Los hechos se encargarán de confirmar o no esta hipótesis. Tan importante como condenar lo sucedido es no sobreactuarlo. Felizmente no hubo muertos que llorar ni magnicidios que lamentar. Pasó lo que pasó, o lo que no pasó, y punto. Esperemos que los responsables de investigar sean más eficaces que los que fueron a la hora de proteger a Cristina. Si hay alguien que debe dar respuestas "técnicas" sobre lo sucedido es Aníbal Fernández. Por lo que cuenta, sus policías fueron los últimos en enterarse de lo que estaba ocurriendo. Dos cosas nos asombran: que el asesino se haya acercado a Cristina con tanta facilidad y que la seguridad haya sido tan inservible. Tan inservible como el supuesto magnicida.
Hablo de no sobreactuar lo sucedido. Justamente lo que el peronismo está haciendo desde que ocurrieron los hechos. Empezando por el presidente y su declaración de un feriado. Acto seguido las diatribas contra periodistas y políticos opositores. "El clima de odio". ¿A qué se refieren? ¿Al dictamen del fiscal Luciani? ¿A las declaraciones de los dirigentes opositores respecto de sus críticas a las pretensiones de impunidad sobre los episodios de corrupción? ¿Al impiadoso ajuste económico? Lo siento por ellos, pero en una democracia los reclamos por justicia no tienen nada que ver con el odio. Condeno el crimen en toda circunstancia. Se llame Cristina, se llame Mauricio o se llame Juan Pérez. Sugeriría desalentar las versiones conspirativas. No hubo ni hay un oculto y poderoso centro de poder que ordenó matar a Cristina. No lo hay, porque si lo hubiera habido hay motivos para pensar que los resultados habrían sido más trágicos. Máximo Kirchner habló de que la oposición quiere matar peronistas. ¿Esto autoriza a pensar en el anticipo de un autoatentado para victimizarse? No lo creo. Mucho menos creo que alguien de la oposición o del periodismo esté a favor de un magnicidio.
En homenaje a la historia, conviene recordar que no es la primera vez que un desequilibrado intenta matar a un ex presidente. El 23 de febrero de 1991, en la localidad bonaerense de San Nicolás, un señor de apellido Abdala, que alguna vez fue gendarme, intentó disparar contra Raúl Alfonsín. Esto ocurrió en un acto público de la UCR, en el marco de una campaña electoral con motivo de los comicios legislativos de ese año. Lo sucedido entonces fue grave y también merece calificarse de intento de magnicidio. Políticos opositores y oficialistas expresaron la solidaridad a Alfonsín, pero allí concluyó todo. Ni victimizaciones, ni feriados nacionales y mucho menos imputaciones a los adversarios de la UCR. Es más, según lo que pude averiguar, luego del incidente y el previsible tumulto, el acto partidario continuó como si nada hubiera pasado, entre otras cosas (y valga el toque de humor), porque no era fácil bajarlo a Alfonsín de una tribuna radical. Menciono el episodio mientras registro que el expresidente radical atravesó por dos circunstancias parecidas, en estos casos con explosivos. Fiel a su estilo, Alfonsín lo tomó con calma. "Estoy acostumbrado a las amenazas y las tomo como tales…". Toda una lección. No pretendió manipular lo sucedido a su favor; no intentó ganar más votos, obtener beneficios políticos o institucionales. Exactamente lo opuesto a lo que está haciendo el peronismo en estas horas. Palabras más, palabras menos, lo cierto es que Cristina está viva a un "aparente" intento de asesinato como calificó con precisión CNN, ningún dirigente político opositor celebró lo sucedido y ningún periodista aprobó la criminal intentona. Advierto también que Luciani no va a retirar su dictamen; los periodistas que investigaron los conocidos episodios de saqueo de la gestión kirchnerista no se desdecirán de sus palabras y quisiera creer que los jueces que deben juzgar a la actual vicepresidente no se dejarán influir por este episodio lamentable.