Domingo 20.6.2021
/Última actualización 18:43
El 3,3% de aumento de la inflación nacional de mayo informado el miércoles de la semana que pasó por el Indec - en Santa Fe fue del 3,6% - si bien es el más bajo de 2021, sumado a los de los 4 meses anteriores pasan la barrera de los 20 puntos; significan una nueva caída, una más, del poder adquisitivo de los salarios y deja atrás todas las pautas salariales previstas y los acuerdos paritarios firmados.
El aumento general de los precios se ha convertido, con el plan de vacunación, en el problema más urgente a solucionar que tiene el gobierno de aquí a las elecciones porque es lo que más fuerte golpea, con el desempleo, a buena parte de la base electoral del Frente de Todos.
De poco sirve que el ministro de Economía recuerde que ya había adelantado que marzo iba a ser el mes con el porcentaje de inflación más alto y que a partir de allí iba a empezar a bajar o que el jefe de Gabinete salga todos los días a ratificar que los salarios le van a ganar a la inflación cuando la gente vive lo contrario. No hay dudas sobre la decisión política, sí sobre las medidas y los acuerdos anunciados. Basta ir al supermercado una vez por semana para darse cuenta.
Tampoco sirve de mucho que se celebre como victoria que el FMI haya reconocido a la inflación como un problema multicausal y no solo monetario. La gente no llega a fin de mes y cada día que pasa ahonda la decepción no solo en el gobierno sino en las clases dirigentes en general, lo que debería encender las alarmas.
Un principio en economía indica que a mayor riqueza, el porcentaje del gasto en alimentos es menor en términos relativos. El que gana 300 mil pesos por mes no gasta el 80 por ciento de sus ingresos en alimentos como si lo hace el que gana 30 mil pesos.
Esto quiere decir que para el argentino de ingresos medios, la gran mayoría, los aumentos impactan más fuerte que en los que tienen ingresos superiores. Por ejemplo el rubro alimentos y bebidas subió en mayo el 3,1%, en los primeros 5 meses de 2021 el 22,4% y en los últimos 12 meses el 49,9%; en tanto el rubro transporte aumentó 6%, 27,9% y 60%, en tanto prendas de vestir y calzados 2,1%, 25% y 70% respectivamente. No hay paritaria del sector formal que se haya acercado a estos porcentajes. En el sector informal es aún peor.
Una de las incógnitas por develar es por qué el ministro de Economía estableció una pauta de inflación para este año del 29% cuando tenía muy pocas chances de que eso se cumpla. Es cierto que una de las causas de la inflación son las expectativas y que por eso buscó anclarlas en un porcentaje que consideró posible, de la misma manera que la experiencia indica que su no cumplimiento provoca una crisis de credibilidad que arrastra al equipo económico que gestiona. Cualquier argentino puede dar fe de esto.
Hay que reconocerle al gobierno que en el medio de las ruinas que dejó Macri y la pandemia se las arregló para que no solo el país no explotara sino que algunos sectores, como la industria, comenzaran a dar señales de vida. También que, en el marco de las limitaciones que tiene un Estado de medianos ingresos como el nuestro, haya implementado programas de asistencia como el ATP y el IFE, que sirvieron para encarar la situación excepcional que se enfrentaba.
A un año y medio de asumir y con las elecciones de medio término a la vista, el gobierno debería de dejar de echar culpas y centrase en tomar medidas que mejoren la situación económica de la mayoría de los argentinos. Convencer que hay un futuro y que será mejor que el presente. "Volveremos a ser felices", dijo la vicepresidenta esta semana.
Seguir discutiendo la herencia de Macri o si la inflación es, en un país que tiene una larga y arraigada cultura inflacionaria, un problema estructural, de oferta o una medida de ajuste de la economía no sirve de mucho salvo para ganar la batalla por tener razón. El gobierno tiene que tomar las medidas para bajarla y mejorar el poder de compra de los salarios. El resto es decorado.