Tomo hoy por primera y única vez la columna de mi amigo, Raúl Emilio Acosta, el popular "Bigote" Acosta, quien falleció este domingo, un día después de cumplir 81 años. Un cáncer fulminante y casi asintomático melló su proverbial vitalidad en un puñado de días.
Con su fallecimiento la provincia de Santa Fe pierde a un enorme periodista y escritor, que describió como pocos la realidad durante 60 años, incluyendo su icónico programa de radio "La vereda de enfrente", que estuvo en el aire por más de 40 años.
Raúl, Raulito o "el Bigo" fue mi amigo. Lo conocí realmente hace una década (sabía ya de su influencia pero no nos habíamos "cruzado"). Me llamó la atención su saludo: "besos en la frente". ¿Qué significa eso?, le pregunté. "¡Es mi saludo!", dijo. Desde ahí en adelante yo fui el "Feno" para él y a su tradicional saludo de besos en la frente yo le respondía riendo con "ósculos frontispicios". Sostuvimos una linda amistad y compartimos muchas cosas, con esta suerte de hermano mayor; veinte años mayor…
Inteligente, a veces obsesivo, punzante y con una capacidad de trabajo que no he visto en todos estos años en un pibe que recién empieza, el "Bigote" era una máquina, una aplanadora, literalmente, a la que era difícil seguirle el ritmo. Siempre estaba pensando y escribiendo alguna nota. No importaba que estuviera de vacaciones o en algún viaje por el mundo: pues desde allí, vendría igualmente algún artículo que además traía un doble valor agregado: sus lecturas (múltiples y de los más variados temas) y su propia experiencia. Sabía muchas cosas y había vivido otras tantas.
El año pasado, por primera vez, dejaba de hacer el programa diario. Yo creí ver, equivocadamente, un principio de "afloje" en la vitalidad de este pibe de ochenta. Pues no: duplicó o triplicó la cantidad de notas que enviaba. A sus dos columnas (Miradas desde el sur y Lo que pasa allá), agregamos otra: "Antes que me olvide", que es también el nombre de uno de sus tantos libros, y en la que volcaba recuerdos, personajes, miradas, de deliciosa lectura. Si hablaba de los bombardeos en la plaza, pues, no se la contaron o no lo leyó: estuvo allí. Si hablaba de algún personaje importante, no era de oídas: lo conoció o lo trató. Ya, a esta altura, era una suerte de archivo vivo de los últimos, trajinados, febriles sesenta años de nuestro país…
Era rosarino por adopción (y muy rosarino: hasta le escribió una cantata a su ciudad elegida) y santafesino por crianza (hizo la primaria y secundaria en la capital provincial y desde entonces era un declarado hincha de Colón). Y, anticipando su amor y cercanía por las dos ciudades, había nacido en el medio de ambas: en Barrancas. Hoy, Barrancas, Santa Fe o Rosario bien podrían tributarle reconocimientos que él nunca buscó pero que merece, por cuanto no sólo describió como pocos la trama identitaria de la provincia, sino que también la urdió en parte.
En el último tiempo, se había revinculado con Barrancas, donde su mujer, la querida Carmen o Carmencha, tenía un campo. Y en Santa Fe empezó a colaborar con nuestro diario El Litoral, hasta hacerse el columnista imprescindible y distinto que siempre fue; a traer sus opiniones y su programa a Cadena Oh!, a hacer un ciclo de entrevistas en 5RTV… Siempre activo, siempre lúcido.
Su influencia como periodista es indiscutible. Por su casa y a tomar mate y charlar pasaron prácticamente casi todos los gobernadores, intendentes, jueces y personas de relevancia.
Sería injusto decir de él que era "melómano". Era mucho más que eso. Amaba la música y era una suerte de enciclopedia. Tenía un "metrónomo" en la cabeza y sabía por lo mismo manejar con tempo y sabiduría cualquiera entrevista.
Su relevancia como periodista no opacaba su faceta como escritor: ensayista, poeta, narrador. Solvente en todas ellas. Prologué un par de libros de él; él también alguno mío. Recuerdo "Mentiras de la memoria", un precioso y preciso libro de relatos de su infancia santafesina en Barrio Roma.
El Bigote marchaba a razón de uno o dos libros por año: una máquina. No le interesaba ni siquiera la presentación de esos libros. Los hacía del mismo modo que ejercía el periodismo, por prepotencia de trabajo, para tener registro de las cosas. Su poesía es coloquial, directa, sin metáforas, "rioplatense" en algún punto, pero lograba eso mágico que ocurre con los buenos en su oficio: comunicación.
Amaba también a la ciudad de Mar del Plata, donde desde hace años pasaba sus "vacaciones" (el concepto tradicional de descanso no iba con el Bigote, no lo representaba). Promediando diciembre ya enfilaba a la Feliz con Carmencha y se quedaba allá hasta marzo, por lo menos.
Era jurado vitalicio de los premios Estrella de Mar y así, año tras año, miró y juzgó cuanto espectáculo llegara a la temporada marplatense. Y desde allá, mandaba igualmente sus crónicas, incansable.
Viajé con él a distintos festivales literarios. A Bogotá, a México. En todos destacaba por su vitalidad, su estilo, su bigote inconfundible, su modulada voz, su boina, su coqueto pañuelo… Organizamos juntos el Encuentro de Poetas latinoamericanos y sus Tribus (desde todos los puntos de América me llegan por estas horas el pesar sentido de muchos colegas por la muerte de Raúl Acosta), editó y sostuvo la revista literaria Puro Verso y tantas, y tantas cosas.
Hace pocos días, y después de compartir con mi mujer y con buena parte de su familia unas vacaciones soñadas en Mar del Plata, regresó acusando un cansancio inusual… Lo visité hace poco más de una semana, cuando empezaba a hacerse los estudios que desembocaron en una silenciosa y letal metástasis. "Sabés qué me jode, Feno. No saber. No saber lo que tengo, no saber a qué me enfrento". También en ese diálogo, programaba cosas y quería volver a su casa para escribir. "En julio quiero ir con vos y con Héctor (Berenguer, poeta y amigo común) a Nueva York", invitados al festival de poesía que allí realizan. No pudo ser. No será, ya. Hoy falleció. Una multitud desfiló por la sala de velatorios. Me crucé con el intendente de Rosario, Pablo Javkin. "Se nos fue el jefe", me dijo, sabedor como pocos de la relevancia que Raúl Emilio Acosta tuvo para la ciudad y para la provincia toda.
Besos en la frente, Bigote, querido.
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