A propósito de Blackout Challenge: el potencial uso perturbador de pantallas y redes sociales en niños y adolescentes
A propósito de Blackout Challenge: el potencial uso perturbador de pantallas y redes sociales en niños y adolescentes
Sábado 28.1.2023
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Cuando el 15 de enero pasado recibíamos la noticia de que en Italia, el ministro de Educación, Giuseppe Valditara, prohibía el uso de celulares durante las clases "por ser un elemento de distracción y una falta de respeto al profesorado además de su efecto nada diferente a la cocaína" nos esperanzamos. Cuando nos enteramos, también a principios de este año, que el distrito de 109 escuelas públicas de Seattle, en los Estados Unidos, inició una demanda a grandes empresas tecnológicas (TikTok, Instagram, Facebook, YouTube y Snapchat) alegando "que sus redes sociales han creado una crisis sin precedentes, siendo responsables de empeorar la salud mental de los alumnos e impidiendo que sus centros lleven a cabo su misión educativa, a la vez que diseñan a propósito sus productos para crear dependencia hacia ellos", también creímos aumentar nuestra cuota de esperanza.
En el mismo sentido leímos la semana pasada que el ex director de la CIA y ex secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, aconsejaba a los padres de familia que borren la aplicación TikTok de los teléfonos de sus hijos, no solo porque esa aplicación, propiedad del gigante tecnológico chino ByteDance, ha sido ampliamente denunciada en Estados Unidos de ser una herramienta de espionaje y propaganda del régimen chino (cosa que no es objeto de este artículo) sino que –y esto es lo que nos interesa- a la vez es altamente adictiva en menores y adolescentes, nuestra cuota de esperanza de que esas recomendaciones repliquen en esta parte del planeta seguía en aumento.
Recientemente, la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero publicó un video muy corto, pero a la vez muy efectivo, donde explica muy bien las razones por las cuales es conveniente evitar el uso de pantallas en los niños (https://www.instagram.com/carinacastrofumeronp/). Allí sostiene: "En lo que a pantallas se refiere, la evidencia científica es contundente; son un impedimento para el buen desarrollo del cerebro de los niños. Las pantallas interfieren con su aprendizaje, especialmente en lo que tiene que ver con el habla, con las habilidades sociales y con la regulación de las emociones".
Cuando sobreexponemos a los chicos a las pantallas saboteamos su buen descanso y su salud en general, por lo que la recomendación de los expertos es clara: no exponer a los niños de 0 a 2 años a las pantallas, hacerlo solo por una hora si tienen entre 2 y 6 años, siempre con contenido de calidad y supervisados por un adulto, y por tiempos limitados de los 6 años en adelante, con límites coherentes y que no intervengan en otras actividades, como jugar, practicar deportes, tener contacto con la naturaleza, empezar a estudiar, descansar lo suficiente para las actividades del día siguiente". Pero cuando en estos últimos días nos enteramos de la lamentable pérdida de vida de una niña de 12 años en el sur santafesino (a la fecha en proceso de investigación judicial) como una posible víctima más -entre otra decena de niños fallecidos en similares circunstancias en otros lugares del mundo-, a propósito de un "juego de moda" conocido entre los adolescentes como Blackout Challenge, todas nuestras esperanzas parecen desvanecerse a la vez que se hace necesario "concientizar" a todos -padres, abuelos y a los mismos chicos- para que esto no se vuelva a repetir.
Es muy duro y perjudicial para niños y adolescentes ver "en directo" por redes sociales la muerte de una persona de su misma edad a propósito de un desafío virtual. Quedan sus mentes marcadas para siempre. Es indudable que el desarrollo tecnológico de los últimos años ha potenciado muchísimas actividades, trabajos, formas de relacionarnos y estilos de vida que no se nos ocurrían hasta hace poco tiempo. Sus muchísimas sus ventajas. Pero debemos saber que el uso de las pantallas y sus aplicaciones, sin la prudencia del caso, sin la concientización que los mayores tenemos el deber de brindar a los menores en la familia, se torna muy peligrosa. Hablamos de concientización: tiene relación con la conciencia, que tiene que ser formada, educada, cuidada, protegida. Y ello, es deber ineludible y no delegable de los padres y mayores a cargo de su tutela. Para quienes tenemos fe, la conciencia es la luz del alma e ilumina toda nuestra vida, todo nuestro quehacer.
La indiferencia en relación al bien y al mal es una gran amenaza para el ser humano y por difusión, para toda la sociedad. Como decía San Juan Pablo II en 1981: "(…) en último término, de la conciencia humana depende el nivel de moralidad de la sociedad". De allí que cuando, por ejemplo, regalamos un smarthpone o una computadora de escritorio a nuestros hijos, sin explicarles su uso prudente, su manejo consciente y alertándolos de los peligros que pueden correr al ingresar a cualquier sitio web, a cualquier aplicación, a pesar de que se cuente con los filtros apropiados, es como entregarles un arma…tal vez más potente que una que puede matar el cuerpo, ya que además de ello, puede anular la conciencia cayendo en el peligro de ser tratados como objetos por inescrupulosos.
Cuando hablamos de inseguridad, me gusta citar mucho la imagen, de que en todas las casas se colocan rejas en las puertas, en las ventanas, y en cualquier abertura vulnerable para evitar que ingrese un extraño; pero a nuestros hijos les damos celulares, tablets y computadoras sin limitación alguna y el potencial enemigo, en este caso, ya está dentro de la casa, dentro del dormitorio de los adolescentes, también debajo de sus sábanas. Y sin límites de tiempo, a toda hora, sin restricciones de ningún tipo. Si bien queremos confiar en nuestros hijos, en el ejercicio de su libertad, pero muchas veces, a corta edad, no cuentan con la responsabilidad y prudencia necesarias para manejar esos dispositivos. Sus cabecitas, sus mentes sencillamente no están maduras para afrontar tamaño desafio.
Entonces, aparecen los casos de riesgos de contenidos (un ejemplo claro: el acceso irrestricto a la pornografía que, según los estudiosos del tema se produce a la corta edad de 11 años), los riesgos de contacto (como el ciberbullying, el ciberacoso, el grooming, el compartir datos e información personal e íntima con muchas personas, "contactos" como los llamamos y que no estamos seguros de saber quiénes son y que buscan de nuestros menores) y los riesgos de conducta (compartir o elaborar materiales que inciten al racismo, al odio y que pueden llegar hasta la adicción a estas tecnologías). ¿Qué pueden hacer los padres al respecto? Muchísimo. Sería objeto de otra nota para no extendernos demasiado en esta oportunidad; pero por de pronto en lugar de alarmarnos, debemos informarnos y de esa manera tener más elementos de ayuda a nuestros hijos que desean navegar en este extenso y profundo océano de las redes sociales aumentando las posibilidades de que ellos mismos puedan escoger información de calidad, efectiva y segura, minimizando los riesgos, siempre latentes, de caer en trampas digitales.
Existen muchos artículos en distintos medios periodísticos y redes sociales que mencionan estos temas además de aportar algunos tips a tener en cuenta por los mayores. Creo que es bueno utilizar estos medios para entender a qué se hallan expuestos los menores, y cómo podemos contribuir los mayores a su formación. Es cuestión de poner manos a la obra y considerar que enseñar y aconsejar a los niños y adolescentes de nuestras familias a tener un uso responsable, prudente y consciente de estos dispositivos no es tiempo perdido: es un trabajo más para los mayores que, a futuro, los menores nos agradecerán. El ejemplo y el compromiso empiezan por casa.
(*) Contador Público Nacional (UNL) y magister en Dirección de Empresas (UCSF - UCC). Además de sus tareas profesionales es divulgador en charlas, conferencias y artículos periodísticos de temas relacionados con el uso problemático de pantallas y redes sociales, así como en consumo problemático y adicción a la pornografía en niños, adolescentes y adultos. Contacto: luisjmarinaro@gmail.com