Mientras que en Brasil unos cuarenta millones de chicos reciben una comida en el contexto escolar, gratis y todos los días, me pregunto cuántos la reciben en Argentina. Nuestros hermanos brasileños tienen la sabia política de alimentar a sus escolares desde 2009, cuando el presidente era Luiz Inácio Lula da Silva, antes obrero metalúrgico, de familia pobre. No sé si es, o será, también el caso argentino.
Los escolares de la India, que son más de cien millones de chicos, reciben una comida gratis en la escuela, todos los días, desde 2008, y lo hacen sin distinción de castas. También es el caso de Estonia desde 2002 y de Corea del Sur desde 2011. Es larga la lista de los países que alimentan, bajo diversas modalidades, a sus escolares en la escuela.
Este conjunto de muchos países que alimenta a sus escolares en la escuela consigue llegar a más del 40% de todos los chicos de primaria del mundo, que así reciben al menos una buena comida al día. Pero, para orgullo de unos y vergüenza de otros, más de la mitad de estos países son de renta alta, mientras que sólo son un 18% los de renta baja. Es decir, son muchos más los países ricos que alimentan a sus escolares en la escuela que los países pobres, tal vez porque saben los beneficios que esta inversión implica.
Mirá tambiénBuenas ideas, buenas experienciasEl comedor escolar como rutina de todos los días es una apuesta por el presente y una inversión para el futuro. Este concepto nos viene desde lejos, desde mediados del siglo pasado. Y nos lo traen países que en aquel momento tenían serias dificultades para enfrentar el futuro, como ahora nosotros. Y muy bien que les fue. Se trata de Finlandia, Suecia y Japón.
La excelencia del sistema educativo de Finlandia es conocida y reconocida. El programa de alimentación escolar para todos empezó en 1945 y se completó en cinco años; hoy cuenta con comedores escolares para todos sus casi un millón de alumnos, y gratis. También es el caso de Suecia, pero desde 1946; hoy alimenta a algo más de dos millones de escolares. Japón comenzó en 1947 y hoy tiene más de ocho millones de comensales en sus comedores escolares, pero en este país la comida es gratis sólo para los chicos de hogares de bajos recursos.
La evidencia empírica, y últimamente varios informes oficiales, remarcan el gran valor de ciertos aspectos de los programas de alimentación escolar. Se sabe que un almuerzo en la escuela suele tener más y mejor valor alimenticio que el almuerzo en casa, y resulta más barato. Se sabe también que la comida que en ciertos colegios traen los alumnos para almorzar en un táper suele ser de menor calidad que un mismo almuerzo servido para toda la clase. Y, obviamente, el hecho de garantizarles a los alumnos una comida de buena calidad nutricional permite mejorar el aprendizaje y esto, con el tiempo, implica mejorar lo que se llama el capital humano, es decir, la disponibilidad de personas con más capacidad, con más formación para hacer más y mejor.
Otros estudios han demostrado que los programas de alimentación infantil son costo-efectivos, es decir, que aquéllo que se invierte en dinero y trabajo se recupera luego con creces. Estos programas dan trabajo, de manera directa o indirecta, a un buen número de personas, y a los padres les permiten tener más tiempo para trabajar.
También se ha visto que el comedor escolar, y un mismo menú para todos, tiene un buen valor educativo puesto que deja implícito que todos comemos lo mismo porque somos iguales. Lo que cada uno come, entonces, no depende de la posición socio-económica de la familia sino que es un menú, una dieta, unas costumbres para todos por igual. Y como se trata de menús sencillos pero nutritivos, con calorías de buena calidad, se aleja el fantasma de la comida basura, que ya se sabe que se relaciona con la obesidad y con los problemas que de aquí se derivan.
Sobre esta cuestión de los comedores escolares, sin duda necesarios, dos informes recientes resultan convenientemente ilustrativos a la vez que presentan un buen resumen del tema. Se trata de "El estado de la alimentación escolar a nivel mundial, 2022. Resumen ejecutivo", en castellano, publicado por el Programa Mundial de Alimentos; y "Universal free school meals: the future of school meal programmes", en inglés, publicado por la prestigiosa revista médica Lancet el 7 de agosto de 2023. Ambos documentos aportan también una bibliografía que permite profundizar cada uno de los aspectos que allí se tratan. Están disponibles y son gratis en internet.
El pasado y el futuro
Hoy nos parece lógico y natural que un chico vaya a la escuela, y que lo haga tanto para aprender cosas necesarias para el futuro como para establecer unas relaciones sociales que también son necesarias para el futuro. Y nos parece igual de lógico y natural que la escuela sea para todos por igual, y que sea obligatoria, puesto que sin escuela el futuro es difícil de imaginar. Pero este concepto es moderno, es cosa de ahora. Durante siglos, en cambio, la formación escolar y luego académica de un niño, luego un adolescente, estaba reservada sólo para ciertas familias de la clase alta, luego familias pudientes, luego familias dominantes. La realidad de hoy nos demuestra que el mundo ha evolucionado, y mucho, y para bien, y hoy el acceso a la educación es universal, con muy pocas excepciones.
Cuando la educación estaba reservada para los hijos de las familias dominantes, el argumento oficial para que no fuera para todos era sobre todo económico, el costo, la fortuna que costaría enseñarles a todos a leer y escribir, a entender y practicar las matemáticas, a conocer el lenguaje de la cultura, etc. También se argumentaba diciendo que la educación de los hijos sólo podía ser patrimonio y responsabilidad de los padres, y que en ningún caso podía estar en manos del Estado. Ahora, al ver la realidad que nos rodea en casi todos los países del mundo, estos argumentos nos parecen ridículos, cada vez más ridículos y alejados de una realidad que tiende a la justicia social. Incluso las escuelas han ido asumiendo más materias y desarrollando más actividades escolares a fin de mejorar aún más la educación y la formación de los alumnos. Y algunas incluyen cierto control de la salud de los alumnos como parte inseparable de la responsabilidad escolar.
En este contexto de evolución a más, de escuelas más involucradas y más responsables, sujetas incluso a evaluaciones periódicas y sin duda exigentes de sus resultados, la incorporación del comedor escolar al estándar de todas las escuelas se perfila como el próximo paso. Está claro que por diversas razones a todos nos conviene que el alumno tome en la escuela un desayuno o un almuerzo, o las dos cosas. Pero, como suele pasar al comienzo de todo proceso evolutivo de la cultura, no faltan quienes no ven allí más que dificultades, y dificultan en consecuencia el desarrollo y el progreso. Por suerte son pocos y aunque parezcan forzudos no tienen más fuerza que la fuerza de la costumbre, que sólo es pura inercia. El progreso es siempre inexorable, e imparable. Y es bienvenido.
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