Con la prudencia del caso me animaría a decir que el acuerdo con el FMI es una buena noticia. En principio se tomó la decisión posible, ya que la otra alternativa hubiera sido una catástrofe en todo el sentido de la palabra. Por lo pronto, decidimos continuar en el mundo civilizado. Y eso es objetivamente bueno. Concretamente, se rechazó la alternativa propuesta por sectores del gobierno de marchar al default y otros delirios por el estilo. Más allá de las retóricas, finalmente se optó por la racionalidad. El acuerdo o el entendimiento es políticamente lo más razonable que se pudo hacer. Lo otro era el salto al vacío. No acordar con el Fondo no le servía al gobierno, no le servía a la oposición y mucho menos a los argentinos. Punto. De aquí en más viene lo más importante. Lo decidido, importa saberlo, no resuelve los problemas reales del país. Como se dice en estos casos, lo que se ha hecho es patear la pelota para adelante. ¿Y de aquí en más? Depende de nosotros. La inflación, la brecha cambiaria, los índices de pobreza persisten. ¿Qué hacer? Puede haber varias respuestas al respecto, pero importa insistir en que ahora, para continuar con la jerga futbolera, la pelota está en nuestros pies. Una mala noticia para los partidarios de instalar enemigos internos o externos para responsabilizarlos de nuestras desgracias.
Por supuesto, (escribo el viernes a la mañana) habrá que conocer los detalles del entendimiento, de esta suerte de postergación de los vencimientos. Y habrá que prestar atención a las opiniones que darán los dirigentes de la oposición en el Congreso. En principio "los mercados" han dado una respuesta positiva. Subieron los bonos, bajaron el dólar blue y el riesgo país. Las palabras del presidente intentaron ser tranquilizadoras. Respecto de esas palabras habría que saber distinguir las que se refieren a hechos concretos y las que expresan buenos deseo. Alberto Fernández convocó a los acuerdos, lo cual siempre está bien, pero no se privó de sugerir que la responsabilidad de este endeudamiento es del gobierno anterior. La historia juzgará. Pero mientras tanto, me atrevería a decir que el endeudamiento real de la Argentina viene de larga data. En principio, una endeudadora eficaz fue sin lugar a dudas Cristina; Macri contribuyó con lo suyo, mientras que el actual gobierno de Alberto Fernández ha tomado proporcionalmente en estos dos años más deudas que sus predecesores, aunque en su defensa podría decir que ha tenido que lidiar con la pandemia, defensa frágil si se quiere, pero defensa al fin.
Será interesante conocer las explicaciones que darán algunos prominentes dirigentes del kirchnerismo. Pienso en Cristina, en su hijo, en Moreau, en Vallejos, en Lozano y en todo el coro que asocia acuerdo con el FMI con capitulación ante el imperialismo yanqui y el neoliberalismo. Se dirá que en toda negociación hay matices internos, pero convengamos que personalidades como Cristina o Máximo no son "matices" en el actual gobierno. De todas maneras, sigue siendo interesante preguntarse si acordar con el FMI es efectivamente someterse al imperialismo o a una potencia extranjera. En principio habría que decir que si hay sometimiento sería no solo con EE.UU. sino con el mundo, incluyendo a Europa y en particular a dos naciones muy amigas del actual gobierno: China y Rusia. No deja de ser sugestivo que Vaca Narvaja, embajador en China, haya hablado a favor del acuerdo. ¿Capitulación? Yo diría que realismo, sobre todo por parte de un embajador en un país con el que tenemos importantes compromisos económicos y es, al mismo tiempo, uno de los principales accionistas del FMI. Puede que efectivamente el FMI sea la expresión real del capitalismo globalizado. Ninguna duda al respecto. Y salvo que el actual gobierno argentino suponga que es posible ensayar algún otro modo de producción económico exitoso, no hay otra posibilidad que participar de las reglas reales de juego del mundo en que vivimos.
Después están las picardías y las fintas de la política. Toda negociación incluye idas y venidas, acuerdos y diferencias. Según palabras del ministro Guzmán, la negociación fue durísima pero finalmente se arribó a un acuerdo favorable para los intereses nacionales. ¿Será tan así? Habrá que ver los detalles que aún no conocemos. ¿Fue bueno negociar durante tanto tiempo? Para el gobierno la respuesta es positiva. Ganar tiempo significó ganar mejores condiciones. No todos piensan lo mismo. La hipótesis acerca de que lo más inteligente y beneficioso para el país hubiera sido arribar a un acuerdo lo más rápido posible y no postergar el entendimiento final con sus secuelas económicas y financieras negativas, merece ser tenida en cuenta. Nadie puede oponerse a negociar, pero tampoco se debe desconocer que en ciertas ocasiones no tomar una decisión rápida y efectiva suele ser la peor de las políticas y sobre todo la más costosa. No olvidar, además, que en este clima de indefiniciones, en estas postergaciones y volatilidad, algunos grupos de poder hacen o han hecho excelentes negocios. No olvidar, para ser claro, que las decisiones o las indecisiones en materia de poder nunca son inocentes. A modo de conclusión, hay que decir que el acuerdo es una buena noticia pero habrá que prestar atención. En particular, a la denominada letra chica que aún no se conoce. Los discursos oficiales acerca de un acuerdo sin ajuste, sin reducción de obra pública, sin afectar los ingresos de los jubilados, son palabras bonitas, buenos deseos con los problemas que tienen los buenos deseos: no se corresponden con los rigores de la realidad. La Argentina necesita de una reforma laboral, una reforma impositiva, una reforma previsional, una reforma financiera, en definitiva, una reforma estatal importante que habilite el funcionamiento efectivo de un capitalismo democrático. Estas tareas no se hacen de la noche a la mañana, pero hay que empezar a hacerlas.
Finalmente se optó por la racionalidad. El entendimiento es políticamente lo más razonable que se pudo hacer. Lo otro era el salto al vacío. No acordar con el Fondo no le servía al gobierno, ni a la oposición y mucho menos a los argentinos. Punto.
Lo decidido, importa saberlo, no resuelve los problemas reales del país. Lo que se ha hecho es patear la pelota para adelante. De aquí en más depende de nosotros. La inflación, la brecha cambiaria, los índices de pobreza, persisten.