Por estos días, escuchamos decir a Patricia Bullrich lo siguiente: "Estoy bastante triste porque el Chelsea dijo que quería comprar seis clubes… A Independiente no lo puso, lamentablemente. Eso es capital que entra. ¿Por qué la Argentina no va a hacer lo que pueden hacer otros países donde entran 3.000 o 5.000 millones de dólares para generar las mejores escuelas de fútbol del mundo?"
Lo dijo en un canal de noticias oficialista ante la risa cómplice de los periodistas que aplauden estos y otros disparates como los de sustituir la ESI por la didáctica de la pornografía. Primer punto: aunque me esfuerce, no veo la necesidad o la urgencia de convertir a los clubes en sociedades anónimas. Tal vez la urgencia tenga que ver con la necesidad de gente como Mauricio Macri, que se frota las manos de solo pensar en clavarle los dientes a instituciones como Boca Juniors.
¿Privatizar? ¿Cómo, por qué y para qué? En lo que respecta a los bienes del Estado, vuelve la arraigada creencia de que en manos de empresarios van a funcionar como un relojito. En tal sentido, los 90 fueron años aleccionadores: regalamos las joyas de la abuela a privados inescrupulosos que nos cobraron tarifas astronómicas e invirtieron poco y nada en mejorar lo que tenían entre manos. Para colmo de males y en contra de lo que manda el Señor Libre Mercado, estos empresarios se beneficiaron del monopolio de servicios como agua, cloaca, teléfono, internet o televisión por cable. Sin competencia a la vista y con entes de regulación que hacían la vista gorda, fue más la guita que recaudaron y se llevaron a bancos extranjeros que la lluvia de inversiones que algunos optimistas cómplices habían pronosticado.
¡Recordemos lo que pasó con nuestras Aguas Santafesinas! ¡Cuántos años en manos de Suez, un grupo francés especializado en la materia, que se forró de guita y se tomó el buque sin optimizar y extender la red de agua y cloacas a la medida de las necesidades urgentes de los ciudadanos! Al fin de cuentas que no cerraban, volvimos al punto de partida: ¡El Estado reasumió el compromiso de hacerse cargo de esta prestación vital para la población que jamás debió recaer en manos extranjeras!
El peor ejemplo, según mi criterio, es lo que pasó con el denominado "Correo Gate": el 24 de marzo de 1997, mediante el decreto N° 265/1997 del entonces presidente de la Nación, Carlos Menem (¿El tío del actual presidente de la Cámara de Diputados?), la empresa Encotesa fue liquidada y la prestación de servicios postales le fue otorgada en concesión a… SOCMA, la ¡Sociedad Macri! De este modo, la Argentina se convirtió en uno de los primeros países del mundo en privatizar el servicio postal (¡de vanguardia!).
SOCMA tuvo la concesión del Correo hasta 2003. Hasta esa fecha, sólo había cumplido con el pago del canon por el primer año de concesión y su deuda acumulada ascendía a casi 300 millones de dólares. ¿Qué se "honró" de esta suma? Muy resumidamente: después de varias movidas fraudulentas y de varias negociaciones incompatibles con la función pública, esa deuda fue prácticamente "condonada" por el presidente de la Nación, Mauricio Macri, en perjuicio del Estado (de todos nosotros) y en beneficio del clan encabezado por su papá, Franco.
Para cerrar este capítulo, hay bienes del Estado que en realidad no funcionan correctamente, pero podríamos intentar mejorarlos antes de "regalarlos". Un ejemplo de buena administración de los recursos estatales es lo que hizo Juan Pablo Poletti junto a su equipo en el Hospital Cullen durante la pandemia del Covid-19. No fue un milagro: ¡Poletti trabajó durante treinta años en el hospital! ¡Nueve de ellos en la dirección! El doctor fue el intendente más votado de la historia local porque los ciudadanos reconocieron su capacidad de gestión y su liderazgo.
La pasión que mueve (a) millones
Detrás de las palabras de Bullrich, persiste la creencia de que si la solución para el fútbol viene de afuera, será genial y mejor de lo que tenemos en la Argentina. Ahora bien, aquí cabe la pregunta siguiente: ¿No somos nosotros los últimos campeones del mundo? ¿No ganamos tres mundiales? ¿Quién más apropiado que nosotros para enseñar a jugar a la pelota? Una de las mejores cosas que sabemos hacer es: comer, beber, respirar y soñar fútbol. De hecho, eso nos identifica a lo largo y ancho de la Tierra.
No sólo somos reconocidos por la calidad de nuestros jugadores sino también por la pasión de nuestra hinchada. Recordemos que hace pocos meses el planeta nos premió por tener al mejor delantero (Messi), al mejor arquero (El Dibu), el mejor técnico (Scaloni) y la mejor hinchada -la de Argentina en Qatar-, que entonó en las gradas el himno más lindo de todos. Es más, la última copa mundial no hubiera sido posible sin la siembra de una de las mejores escuelas de fútbol que se recuerde: ¡La de José Pekerman y Hugo Tocalli! Riquelme, Cambiasso, Aimar, Samuel, Placente, Romeo, Mascherano y Messi son algunos de esos Pekerman Boys que siguen dando que hablar en diferentes roles y ámbitos del fútbol internacional.
A Bullrich, tenemos que recordarle que la mayoría de los clubes del país se han manifestado en contra de las Sociedades Anónimas. Sin lugar a dudas, hay muchas cosas por mejorar de la gestión de nuestro fútbol local. Por ejemplo, se tienen que evitar desprolijidades como pasó con el cambio del número de descensos en 2023. Se modificó el reglamento en medio del juego: primero, tres descensos; luego, dos; al final, parecía que ninguno y por eso José Vignatti -conocedor de las improvisaciones de AFA- recurrió a los abogados para aferrarse a una plaza en primera. Otro caso, se deben evitar las desprolijidades del VAR como las que se han observado en los partidos donde participa el "caballo del comisario". ¡Lamentablemente, esto no es nuevo! Con Julio Grondona era Arsenal; con el "Chiqui" Tapia es Barracas.
Pero todo eso tiene que estar en manos de los argentinos. Dejemos de lado la ilusión de que un extranjero será el mesías que pondrá en orden la casa; de que un CEO nos salvará de caer en el abismo. De hecho, sobran los casos de empresarios exitosos que incursionaron en el fútbol y llevaron a la ruina a los clubes que estuvieron a su cargo. Hagamos una pausa e hipoteticemos. ¿Qué pasaría si el Chelsea Group comprara los seis clubes que se rumorea?¿Qué clase de torneo tendríamos si de los 28 equipos en disputa, seis son parte de un holding? ¿No daría espacio para arreglar partidos y campeonatos? ¿Qué grado de competitividad habría en ese hipotético torneo?
Actualmente, el Racing de Estrasburgo es una de las víctimas de Todd Boehly, titular del Grupo Chelsea. En reiteradas ocasiones, los hinchas del Racing se expresaron en contra de estar "dentro de un conglomerado de equipos pertenecientes a un mismo propietario" y "ser un centro de post-formación o reciclaje para otros clubes". También advirtieron que "la multipropiedad es un peligro para el fútbol" y que "la incompetencia que reina en el Chelsea, no la queremos en Estrasburgo". Entre los lamentos de los hinchas, se pudo leer en las redes: "nuestros dirigentes decidieron vendernos a estos inversores para quienes el fútbol es la menor de sus preocupaciones".
Amar estos colores: los de la camiseta y/o los del dinero
La actitud de Bullrich me hace pensar que si ella hubiera estado al frente de la defensa de la ciudad de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806, su estrategia -haciéndole honor al origen de su apellido- hubiera sido simplemente: entregar la llave de la ciudad a los invasores, ponerse de rodillas y organizarles una fiesta de bienvenida.
No todo es guita. No siempre la "salida" es vender la casa de los abuelos para plantar un shopping. Las sociedades anónimas invisibilizan toda la historia que hay detrás de los colores de un escudo. ¿Qué puede saber un jeque árabe de La Máquina de Angelito Labruna? ¿Qué puede saber un magnate ruso de la magia copera del Bocha y de la mística de los equipos del Pato Pastoriza? ¿Qué puede entender un holding multinacional de la idiosincrasia y pasión de tatengues, sabaleros, canallas y leprosos?
Vuelvo a las palabras de Bullrich: me parece que ella pasa por alto la función social que cumplen los clubes argentinos. No se trata solamente de 11 contra 11 en una cancha. Cada club tiene una rica historia a cuestas, brinda servicios múltiples a la comunidad y pone en juego muchas emociones que van más allá del dinero. ¡No todo es guita, Patricia!
Pero… ¿Qué te vamos a hablar a vos, Patricia, de amor a la camiseta si cambiás de color de bandera según para dónde sopla el viento? Vos pateás para donde te conviene: primero peronista; después de la Alianza; más tarde macrista y ahora libertaria. ¿Qué te vamos a hablar de respetar la historia si recortaste un 13% a los jubilados durante la gestión De La Rúa? ¿Qué te vamos a hablar de "hinchada" y "afición" que alienta en las buenas y las malas si vos, cuando el proyecto en el que estabas se fue a la "B", te subiste al primer colectivo "ganador" que se te cruzó por la vereda sin hacer ningún mea culpa?