Por Mauro G. Moyano (*)
Por Mauro G. Moyano (*)
Télam
El acoso escolar o Bullying es un fenómeno que tiene ciertas características que lo distinguen de otros tipos de violencias. El mismo hace referencia a una conducta grupal, donde pueden definirse roles y distinguirse líderes. Las agresiones no circulan entre los miembros del grupo, sino que convergen siempre en una víctima; la persistencia de esta dinámica en el tiempo hace aún más dramático el panorama.
La vulgarización del concepto hizo que se lo utilice incorrectamente para designar todo tipo de agresiones en el ámbito escolar, enlazándose a ciertas características concretas de la víctima (físicas, mentales o sociales), cosa que no es necesariamente así.
Al tratarse de un fenómeno grupal en donde los actores son niños en etapa de formación hay que tener mucha cautela con los rótulos o términos psicopatologizantes que utilizamos, para que estos no se cristalicen y terminen definiendo al sujeto. El niño o niña que en un grupo cumple el rol de acosador, puede ser víctima de violencia en otro espacio; a su vez una víctima puede tomar el rol de acosador en otro ámbito. El núcleo familiar influye sobre manera en la forma que ellos se vinculan y forman lazos con el otro, la escuela es el espacio por excelencia en donde el niño y la niña se encuentran con lo no familiar, y también donde expresan sus dramas íntimos.
Las causas de que un niño o niña este hostigando a otro son múltiples; pueden reflejar problemas a nivel familiar, pero también puede deberse a otros motivos. Como padres es muy difícil darnos cuenta que alguno de nuestros hijos o hijas está manifestando conductas de agresión o maltrato hacia los demás si no contamos con la ayuda e información que puedan brindarnos maestras, maestros y demás actores institucionales; ellos están en una posición privilegiada y mediante un trabajo en corresponsabilidad con la familia es posible desarticular dichas dinámicas. Por ello es que debemos estar atentos y abiertos a las indicaciones y sugerencias que ellos puedan brindarnos.
Desde casa es fundamental fomentar el respeto y el buen trato hacia los demás, hablando con nuestros hijos e hijas acerca de lo que significa el espacio escolar en cuanto a diversidad, respetando dichas diferencias y aceptándolas como parte de la singularidad de cada sujeto.
Como adultos es nuestra responsabilidad realizar todo lo que esté a nuestro alcance para revertir estas conductas y promover lazos de solidaridad ante una ocasional víctima, teniendo en cuenta que una victimización adicional a las agresiones sufridas es el sentimiento de soledad y rechazo que estas generan; hacer sentir al agredido que no está solo es de gran ayuda.
En esto como en otros aspectos no hay fórmulas mágicas; compartir y pasar tiempo de calidad con nuestros hijos es esencial, ellos aprenden más de nosotros por imitación que por lo que le digamos conscientemente. Un mejor vínculo con ellos, además de gratificarnos como padres, nos será muy útil a la hora de poner límites y brindar apoyo.
(*) Lic. en Psicología (Universidad Nacional de Córdoba) (M.P 4534), psicólogo clínico, integrante de diversos equipos interdisciplinarios en educación.
La familia es la primera institución que nos forma y en el caso del bullying siempre se habla de lo que hay que hacer en el caso que un hijo los sufra, pero, ¿qué pasa cuando la situación es al revés?
El núcleo familiar influye sobre manera en la forma que ellos se vinculan y forman lazos con el otro, la escuela es el espacio por excelencia en donde el niño y la niña se encuentran con lo no familiar, y también donde expresan sus dramas íntimos.