Por Esp. Hugo Francisco Freyre
Por Esp. Hugo Francisco Freyre
"Nada se pierde, todo se transforma" dice en una canción Jorge Drexler. Pues bien, en Argentina, nuestro país, podemos decir que "todo cambia, pero nada se transforma". Todo cambia, y lo hace a un ritmo vertiginoso. Reglamentaciones nuevas o que modifican anteriores en plazos cortos de tiempo, reglas de juego que van de un lado a otro y una inestabilidad que hace que el largo plazo en Argentina sea el día de mañana. Un país que hace que la imprevisibilidad siempre este a la orden del día. Sin embargo, y paradójicamente, estos cambios no traen transformaciones estructurales.
Nada se transforma, ya que continuamos discutiendo sobre los mismos temas día tras día. Seguimos la cotización del dólar, tomándolo como el principal y único termómetro de nuestra economía. Lo urgente nos tapa lo importante. ¿Qué modelo productivo de país aspiramos a construir?; ¿Cómo logramos hacer crecer nuestras exportaciones en cantidad, agregando mayor valor agregado a las mismas?; ¿De qué manera podemos fortalecer nuestras reservas internacionales y tener una política monetaria consistente y sostenible en el tiempo? Interrogantes que nos pueden conducir a tener puesta la mirada en el mediano plazo y no en la inmediatez. Una inmediatez que nos viene sesgando y acompaña al deterioro macroeconómico de nuestro país.
La esperanza nace de la visión de contar con un horizonte, y este último deviene en gran parte de la planificación. Pensar y tomar acción de manera estratégica. Pues bien, Argentina camina bajo una incertidumbre total. Una vez finalizada la contienda electoral, será la hora de poner un plan sobre la mesa. Un programa que, desde mi visión, debe estar cimentado sobre un consenso político que le permita llevar adelante las transformaciones que precisa nuestro país. La técnica por sí sola no puede lograr cambios sostenibles, y por ello, la política debe ser el paraguas necesario en este sentido.
Una economía que debe pensar en el mediano plazo, sin perder de vista los problemas coyunturales, ya que estos últimos son consecuencia de importantes desequilibrios de las principales variables macroeconómicas. La situación de pobreza e indigencia en nuestro país nos interpela a diseñar mecanismos que promuevan la generación de empleo, así como también, una estrategia educativa que tenga en agenda las demandas laborales de nuestros tiempos. Para tener una política monetaria sólida, precisamos recuperar y fortalecer nuestras reservas internacionales, y esto nos lleva a la necesidad de plantear estrategias de inserción internacional y potenciar la sinergia entre la ciencia y tecnología con la producción nacional.
Argentina requiere transformaciones, y que las mismas sean profundas. En lo estrictamente económico, todo cambio precisa de un andamiaje político que sustente al mismo. Hay que dejar de lado las recetas mágicas y cortoplacistas. Un cambio duradero y que nos saque del estancamiento. El statu quo nos lleva a involucionar día tras días, mientras que, nuevamente, nos enfocamos en lo urgente. Queremos apagar el incendio con baldes de agua, pero nunca corremos a buscar la manguera que nos permita hacerle frente de manera contundente. Un parche arriba del otro, sin soluciones de fondo.
Ni la magia ni el statu quo pueden cambiar nuestra realidad. Los cambios deben dirigirse hacia las transformaciones necesarias, y que las mismas sean sostenibles en el tiempo, lo cual requiere de un capital político que lo haga posible. Argentina tiene un capital humano y recursos naturales que nos invitan a ilusionarnos en la búsqueda de un futuro próspero. De la mano de la agroindustria, la economía del conocimiento y agregando valor a nuestros recursos podemos cambiar la realidad. Sin embargo, precisamos previamente estabilizarnos, ordenarnos, decidir un rumbo y encararlo con coraje.
Una estabilidad que siente las bases para realizar las reformas estructurales imprescindibles. Enfocarse en las cuestiones importantes. Enfocarse en el cambio con sentido común y responsabilidad. Enfocarse en una Argentina próspera para todas y todos. Enfocarse en cambios que transformen realidades.