El petróleo, el gas, el carbón y otros combustibles se utilizaron de forma abusiva y sin previsiones durante más de un siglo, ocasionando un aumento en la temperatura del planeta y en los niveles de contaminación. Gentileza
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El cambio climático es transversal. Arrasa con todo como un huracán. Si no cuidamos el planeta, ni los multimillonarios se salvarán del enojo de la naturaleza y se quedarán sin un lugar para gastar sus fortunas. En los últimos cien años la temperatura media global ya aumentó 1 grado centígrado. A este ritmo las proyecciones dan como resultado un aumento de hasta 4 grados para los próximos cien años. Consecuencias directas: los polos se derriten, aumenta el nivel del mar y de esta forma se incrementa el peligro de inundaciones en áreas costeras o en zonas que se hallan por debajo del nivel del mar.
A causa del calentamiento global, los polos se derriten, aumenta el nivel de los mares y se incrementa el peligro de inundaciones en las áreas costeras. Gentileza
El petróleo, el gas, el carbón y tantos otros combustibles se utilizaron de forma abusiva y sin previsiones durante más de un siglo. Esto ocasionó un aumento exponencial en la temperatura del planeta y en los niveles de esmog y contaminación del aire a nivel global. Deforestación indiscriminada, desertificación por agotamiento de suelos, contaminación por fertilizantes y pesticidas, sumado a los perjuicios que la minería causa en el agua, también inciden en el cambio climático y obligan a grupos humanos a desplazarse hacia otras regiones. En las ciudades, el transporte y los edificios son las mayores fuentes de contaminación.
El nuevo paradigma de gestión de ciudades denominado "Smart Cities" enfatiza la sostenibilidad y propone nuevas herramientas y políticas públicas para cuidar el planeta. El nivel del mar aumentará de forma indefectible y se estima que algunas pequeñas islas que se hallan casi sobre el nivel del mar desaparecerán. Estas tragedias climáticas castigan a poblaciones en diferentes puntos del mundo y se traducen, por ejemplo, en regiones inundadas que acarrean muertes, enfermedades y desplazamientos poblacionales estacionales o permanentes.
El escenario descrito exige a gritos la profunda reflexión de la comunidad internacional y de los gobiernos nacionales, subnacionales y locales respecto del rol que deben asumir en sus respectivos territorios. Lo alarmante es que las mayores aglomeraciones del mundo se hallan en zonas costeras o a orillas de los ríos. Esto presupone un escenario de migraciones y pedidos masivos de asilo. Las enfermedades provenientes del exceso de agua (malaria, dengue o fiebre amarilla) es un gran problema que ya estamos viendo. Vale decir que desde la década de 1990 hasta hoy se concretaron diversos acuerdos internacionales (Río de Janeiro 1992, Kyoto 1997, Copenhague 2009 y París 2015, solo por citar algunos) y se pusieron en marcha acciones conjuntas sobre cambio climático en el marco de las Naciones Unidas, como la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
No obstante los ejemplos anteriores, está claro que todos los esfuerzos fueron insuficientes para crear una especie de dique o escudo que contuvieran la furia de la naturaleza y mucho menos para solucionar el problema de raíz. El flagelo es muy amplio y complejo. Incluye también la migración internacional. Y este fenómeno es otro factor determinante de la seguridad de los Estados. El problema no lo constituye la inmigración legal, sino de qué manera y con qué medios se puede contener la ilegal, teniendo en cuenta que según este panorama el calentamiento global generará movimientos masivos de poblaciones que tendrán impacto en los tejidos sociales de los Estados. A este paisaje sombrío se le agrega la exaltación de discursos xenófobos que potencian los conflictos sociales.
Algunas estimaciones de organizaciones internacionales sobre el número de personas que se verán obligadas a desplazarse como resultado del cambio climático sugieren cifras que oscilan entre 200 millones y mil millones. La inclemencia de los fenómenos naturales y las consecuencias de la falta de previsión pueden ser enemigos mortales. Los Estados deben reformular urgente sus capacidades en materia de Defensa para poder estar a la altura de las circunstancias mencionadas. Las fuerzas armadas tienen un nuevo enemigo: el cambio climático. Su logística instalada es clave para afrontar las catástrofes naturales.
Terremotos, inundaciones, aparición de enfermedades propias de climas tropicales en nuevas zonas geográficas, son pruebas fehacientes de la complejidad que implican estos desafíos modernos. Un cúmulo de buenas intenciones individuales ya no son suficientes para paliar las consecuencias de las catástrofes naturales. Justamente por esto, la improvisación debe ceder su espacio a la planificación estratégica. Se requieren nuevas estructuras y nuevos roles. La Unidad Medioambiental de Emergencia (UME) de España , es un organismo gubernamental específico creado para enfrentar los enojos de la naturaleza. Es un organismo estudiado mundialmente como modelo de capacidades, prevención, planificación y logística.
Abundan pesquisas que evidencian que el interés inescrupuloso de los seres humanos por incrementar su rédito económico aprovechando el proceso de internacionalización de la economía y las enormes ventajas que este fenómeno ofrece en materia comercial, nos trajeron hasta esta situación límite. Producto de la actividad industrial y de otros factores, comenzaron a sentirse los efectos del cambio climático en todas las latitudes del globo, mediante catástrofes naturales que ponen en jaque y atropellan a gobiernos de distintos niveles y colores ideológicos.
Lo concreto es que los actores estatales ven desbordadas sus capacidades para paliar estos fenómenos naturales que aquejan a su pueblo y su territorio. Los desastres naturales devenidos en verdaderas catástrofes producen serios desplazamientos poblacionales y esto requiere nuevas estrategias globales y compromisos nacionales.
Mientras tanto, las fronteras son testigos del arribo o partida de cuantiosos refugiados ambientales que, con profunda tristeza en su rostro, solo anhelan hallar un nuevo sitio para sobrevivir. El cambio climático es una amenaza global constante que sólo desacelerará su intensidad ante políticas públicas concretas que enfaticen en una perspectiva de desarrollo económico que priorice el cuidado del medio ambiente.
(*) Magíster en Smart Cities y Sostenibilidad, internacionalista, especializado en Defensa en Estados Unidos. Ex director de investigaciones sobre cambio climático en el Ministerio de Defensa de la Nación. Asesor político y docente universitario.
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