Por Augusto Munaro
En "Camino invisible" hay un misterioso recorrido que se contorsiona, abriendo una serie inesperada de imágenes que dejan marcas en la memoria encendida de los recuerdos.
Por Augusto Munaro
¿Qué texturas fosforecen en "Camino invisible", primer libro de Fernanda Manzanal (*)? En un principio, el sentimiento de pérdida; los peligros de un mundo externo; la finitud del tiempo, todo horadado por cierto desdoblamiento del Yo lírico ("Aquí afuera / Soy un traje que se ponen la luz y la sombra"). Impera así, una fuerza inventiva que lo transforma en paisajes alucinados, a través de una voz que compila observaciones, y las expone con una aguda sensibilidad. De esa fricción entre las palabras, nace el pulso de cada poema. "Ahora es solo geología / investigación / organismos de épocas remotas. // Evidencia: el espacio petrificado es una forma de no ser." Visiones que condensan tiempo, y que se ramifican espejantes: "El círculo del tiempo / es sagrado / la flecha nos lleva / al vacío de la pérdida". Así, hay un misterioso recorrido que se contorsiona, abriendo una serie inesperada de imágenes que dejan marcas en la memoria encendida de los recuerdos. Capturas emotivas: "La luna se disuelve / en un laberinto de ligustrina"; "nos volvimos pasado"; los ejemplos no decepcionan.
Camino invisible, se divide en tres secciones ("La repetición", "Un descenso" y "Tan veloz"), se estructura, entonces, como un prodigioso calidoscopio de sensaciones que se expande a un ritmo narrativo. En "Un descenso", los versos ensayan ciertos ecos dantescos, dignos de la Commedia: "Atravesé la noche descalza / siguiendo un corazón que no late, / mis brazos raspados / abrían camino entre arbustos". Y de esta caída, es donde se oyen llantos, entreviendo fantasmas personales, por "un largo recorrido subterráneo", llegando así, al territorio de las revelaciones. "Solo buscaba flores y desperté / cubierta de hielo". Allí, en tierras de invierno, lejos del sol, donde se rumbea hacia el acantilado para buscar aquello "que nos desarma". Ver y sentir, aún, lo inexistente.
(*) Nació en Buenos Aires, en 1974. Desde 2011 participa en diferentes talleres literarios, a partir de 2019 asiste a El golpe de horno de Celeste Diéguez. Fue seleccionada en el Festival Internacional Grito de Mujer para integrar la plaquette de poesía Ellas por Ellas (Clara Beter Ediciones, 2020). Es licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires. Camino invisible cuenta con un epílogo de la poeta Ana Clara Díaz. El arte de tapa corre por cuenta de la artista María Elisa Verde.