El tema de cambiar de aire, de rumbo, de habitad, de país, es vasto y complejo. Es vasto, porque existe un sinnúmero de razones que llevan a las personas a cambiar su lugar, para buscar un desafío en otra parte. Es complejo, porque esas mismas razones se adoptan en muchas circunstancias por razones diferentes.
La sociología es esa ciencia social que se encarga de los análisis científicos de la sociedad humana o población regional, utilizando distintos métodos de investigación.
Jean Pierre Vernant, un sociólogo francés de Saint Etienne, es el típico profesional progresista disfrazado en la máscara de un pequeño burgués. Él sostiene que para investigar lo importante es estar en el lugar, para poder interpretar correctamente las perspectivas teóricas.
Había recorrido gran parte del mundo, de allí eso de progresista disfrazado en una máscara de pequeño burgués, con el dinero de sus padres. De todos modos, es un buen profesional, y estaba interesado en la migración latinoamericana a los Estados Unidos.
Recorrió gran parte del país del norte, y se instaló en Miami, que prácticamente es Latinoamérica, salvo en los edificios y en la economía. Un mediodía estaba en una playa cercana a Ocean Drive y se puso a charlar con un salvadoreño que alquilaba silletas en la costa del mar.
El inmigrante le comentó que hacía doce años que estaba en La Florida y que, en su trabajo diario, la mitad de las doscientas sillas eran de su patrón, quien era propietario de la concesión, por lo que él debía alquilar obligatoriamente el 50 por ciento de las locaciones. Mensualmente podía girar a su familia, que vivía en Santa Ana de su país, 300 dólares, o 200 en temporada baja.
Por las noches nuestro bohemio investigador, frecuentaba los cafés de la Calle Ocho en la Pequeña Habana, y departía con los ex habitantes de la isla de Fidel en su mayoría propietarios de taxis. Muchos de ellos, llegaron al lugar como "marielitos".
Como dato relevante veía, que a todos les costaba insertarse en la sociedad americana, incluso a los que poseían estudios universitarios. La gran mayoría, pese, a tener una mejora económica en su estándar de vida, extrañaba su tierra natal, sus costumbres, sus comidas y sus hábitos.
Los argentinos añoraban las reuniones en los asados de los domingos, lo colombianos los bailes de cumbia y los mejicanos las comidas condimentadas con chile abundante. Esa nostalgia, permitía apreciar la concurrencia a los bares donde se escuchaba música de Centroamérica, ubicados en Collins Avenue o en lugares cercanos.
Como muchos de los inmigrantes ingresaron por pasos clandestinos, también le resultaba complejo obtener visas de trabajo y residencia; por lo que, algunos/as trataban de contraer matrimonio con alguien que tuviese la nacionalidad americana; aunque la relación amorosa estuviera destinada al fracaso.
En su investigación Jean Pierre, visitaba los negocios donde los latinos compraban elementos de marcas adulteradas a menor valor. En eso andaba cuando escucho una canción que la gente también entonaba:
"Yo solo quiero pegar en la radio
Para ganar mi primer millón
Para comprarte una casa grande
En donde quepa tu corazón
Yo solo quiero que la gente cante
Por todos lados esta canción"
Entendió que la letra sumamente comercial y pasajera, sintetizaba la ilusión y el deseo de los inmigrantes.
La desigualdad y el desarraigo era un tema corriente, en su mayoría, habían llegados solas o solos, su familia y sus seres queridos se quedaron en sus lugares de origen. La ilusión de recomponer sus lazos de pertenencia, muchas veces se truncaban por distintas razones.
El análisis podría llevarnos a apreciar la política social y el bienestar, aunque aquí tenemos que comprender decididamente todo el proceso social enmarcado en los protagonistas.
Si nos detuviéramos en la Argentina de los años 50 y la migración interna hacía Buenos Aires, podríamos llamar a este artículo "Camino al Sur", o como la película, "El sur también existe".
No podemos considerar a este libelo, como un Tratado de Sociología, es una simple mirada del investigador, a un hecho puntual. Los actores, al igual que nuestros migrantes internos de los años 50, trataron de salir de la falta de oportunidades, se fueron con la idea de trabajar por un tiempo para luego regresar; aunque muchos se quedaron a vivir para siempre.