Luciano Andreychuk
Por Luciano Andreychuk. La leyenda urbana dice que esa casa está “embrujada”. Sí, maldita y embrujada.
Luciano Andreychuk
landreychuk@ellitoral.com
Uno se va acercando a esa casa antigua y pareciera entrar lentamente en un sueño oscuro de Hitchcock, de Poe o de Lovecraft. Pero lo tenebroso no quita lo bello: la casona de barrio Sur es una construcción de dos pisos, seguramente de primera mitad de siglo XX, con enormes ventanales al estilo colonial, con sus balcones melancólicos, su entrada palaciega, sus techos de tejas rojas roídas por el tiempo. Un enrejado con cadena la custodia, enhiesto, receloso, de los intrusos.
La leyenda urbana dice que esa casa está “embrujada”. Sí, maldita y embrujada. Pero claro, una leyenda urbana no tiene sustentos científicos ni datos objetivos que la sostengan. La leyenda urbana se figura y transfigura performativamente en el boca a boca de la gente, en la modificación tergiversada de versiones que andan vagando errantes por los conductos de la oralidad popular.
Pero desentrañemos los dispositivos orales que activan la leyenda urbana. Nada de lo que aquí en adelante se relata tiene entidad de verdad. Son suposiciones y creencias recogidas, relatos difusos que alimentan, nutren y hasta viralizan la mitología sobre la existencia de fantasmas en esa casa. Todo lo que aquí se dice es una nebulosa de especulaciones y conjeturas, que los propios vivos, no los fantasmas, se encargan de reproducir.
Historias fantasmales
Dicen (dicen) que hace unos treinta años, en esa casa vivía una familia con dos niños. Uno de ellos, de unos 10 ú 11 años, salió a pasear una tarde en su bicicleta. La desgracia lo estaba esperando en una esquina: un camión lo atropelló y lo mató. Dicen, siempre dicen, que el conductor de ese camión se suicidó luego, porque la culpa lo atormentaba.
“Algunos han querido hacer creer que el fantasma en pena de ese niño deambula por la casa. Y que se escuchan sus llantos lastimosos. Es todo mentira. Nunca se escuchó nada. A la gente le encanta hablar de fenómenos paranormales”, cuenta una vecina que hace 60 años vive a pocas cuadras de la casona. Sugestión.
Dicen que una siesta, una joven pasó por enfrente de esa casa y cortó una flor de una planta de la vereda de la vivienda. Se la llevó a su casa y la puso en un florero con agua. La joven se acostó a dormir, pero se despertó al rato, sobrecogida: entre sueños, alcanzó a ver la imagen de una mujer anciana que la observaba. Se levantó despavorida (la imagen fantasmagórica ya no estaba), y arrojó la flor a la calle. Predisposición onírica del subconsciente influida por la superstición.
Muchos aseguran que a la casa le han sacado fotos, y en ellas aparecieron rostros demoníacos. Que a veces, de noche, se ve una luz prendida adentro. Una foto circuló recientemente por las redes sociales adonde se ve una extraña silueta atravesar la entrada de casona. Con las tecnologías se puede modificar casi todo. Propagación oral de la superstición y, ahora, viralización de la leyenda urbana por el cableado infinito de los circuitos digitales.
Dicen, también, que adentro de la casa hay esparcidas cenizas de personas que vivieron allí hace mucho tiempo. Que hay un sótano al que no se tiene acceso, y que guarda secretos macabros. Que de día se ven sombras aparecer y moverse por las rendijas oxidadas de los ventanales. Y así: las versiones no terminan, se exageran en lo tenebroso y lo paranormal. Versiones, nada más. Dicen.
Hay un dato que sí tiene entidad de verdad. La casa fue ocupada por inundados de 2003, tras el desborde del Salado. Hoy, los vecinos aseguran que a la vivienda ingresan cada tanto intrusos, personas en situación de calle que buscan refugio. “La casa no está embrujada. No se escucha nunca nada ni pasa nada raro. Salvo gente que se quiere meter, algunos para ocuparla, otros por curiosidad”, relata otra vecina que vive a pocos metros de la casona.
Sugestión, propagación de relatos orales tergiversados, debilidad humana por la superstición: ésos los mecanismos que activan la leyenda urbana. ¿La sociedad necesita de leyendas urbanas? ¿Son útiles para algo? Es una pregunta para un sociólogo. ¿Existen entidades paranormales? A la respuesta la debiera dar un parapsicólogo.
Mientras tanto, la bella y antiquísima casona “embrujada” de barrio Sur se sostiene sobre un pasado que ya no volverá, y que es su peor enemigo: su estructura edilicia está en muy mal estado. Dejemos que los fantasmas habiten sólo en la ficción de los libros bien escritos y de las buenas películas. Y si es que los fantasmas existen entre nosotros, los vivos, por las dudas o por respeto, dejémoslos en paz.