El momento fundacional en su historia como institución
Centenario del Colegio San José de Rafaela
Por Daniel Imfeld.
Colegio San José de Rafaela. "La Cruzada" Número Extraordinario (1941). Foto: Gentileza
23:00
El momento fundacional de una institución educativa adquiere un especial significado en la trama de su historia, ya que no solo marca un punto de partida, un inicio, sino que nos pone ante el instante en el que se comienza a fijar una identidad en relación con un propósito y en un contexto particular.
Estamos así ante implicancias materiales y simbólicas que con el tiempo los distintos narradores del pasado escolar le otorgarán significatividad según el lugar desde donde evoquen aquellos sucesos, sea como protagonistas, como testigos, o historiadores en la distancia crítica (Nicastro, 1997).
Colegio San José de Rafaela. "La Cruzada" Número Extraordinario (1941). Foto: Gentileza
Si bien el relato fundacional de una escuela, en este caso católica, suele responder a características propias de un esquema común, el caso de referencia, localizado en una ciudad del interior provincial, nos permite a su vez ver las singularidades dentro de ciertas regularidades.
Actores en su espacio, cruces y tensiones
Hacia 1925, el estado nacional y el provincial se hallaban empeñados en consolidar el sistema educativo oficial, de corte laicista, según lo establecido en 1884 por la ley 1420. Esto había implicado una progresiva transferencia al poder estatal de funciones hasta entonces en manos de la iglesia católica, así como de instituciones étnicas y de actores civiles.
Por su parte la iglesia santafesina no cejaba en el establecimiento de escuelas dentro del extenso territorio arquidiocesano con el sentido de crear su propia estructura educativa.
Las ciudades más populosas, Rosario, Santa Fe, alojaban distintas congregaciones con sus escuelas tanto de enseñanza primaria como secundaria, tras la intención de poder formar a una élite dirigencial católica reclutada principalmente entre los sectores medios urbanos.
La coexistencia de ambos modelos educativos, el oficial que proveía el estado y el de la iglesia, no dejaba de tener sus tensiones, ya sea con respecto a la organización educativa, los contenidos, la educación mixta o la inclusión de la enseñanza religiosa, todos epicentros de debates que se venían arrastrando hacía tiempo.
Cercanos estaban todavía los cruces en torno de la malograda Constitución de 1921 con su pretensión de consagrar un estado santafesino laico con neutralidad religiosa.
Por entonces Rafaela hacía un poco más de una década que había sido elevada a la categoría de ciudad. Con sus calles aún de tierra, las grandes casas comerciales en torno de la plaza atraían a la clientela de una vasta región.
La Sociedad Rural celebraba anualmente su exposición que la proyectaba más allá de lo local y la industria láctea había empezado a dar sus pasos con la instalación de la River Plate Dairy Co. Ltda. Luz eléctrica, cines, un parque automotor desarrollado eran lo signos de la modernidad urbana en ese entorno.
En lo educacional la oferta estaba contemplada a través de las escuelas públicas oficiales y algunas otras particulares. En cuanto a la formación docente, a partir de 1916 la Escuela Normal proveía de maestros diplomados formados dentro del programa normalista, de carácter positivista y laicista.
En materia de educación religiosa, en 1899, por gestión del cura párroco Francisco Palmieri, se habían establecido, procedentes de Navona (Italia), las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, con un colegio que acogía a niñas de Rafaela y zona.
En lo referente a varones hasta entonces la oferta de la iglesia había sido limitada. Desde 1902 funcionaba un colegio católico al frente del cual estaba el teniente cura parroquial Evilasio Zapico
Esta escuela contaba con escaso personal con los que tenía que afrontar, según se le informara al obispo Boneo en 1903, la constante oposición de los otros institutos de enseñanza del medio de tendencia laica y anticlerical. Hacia 1914, el padre Zapico había decidido que el colegio llevaría el nombre de San José.
La activa presencia de la masonería local, nucleada en la logia La Antorcha, no dejaba de crear roces con este proyecto.
En 1916, Zapico insistía ante el obispo santafesino que el objetivo había sido dar vida a un colegio que contrarrestara los efectos de la enseñanza laica y anticatólica, por lo que sufría persecución y ataques desde los medios periodísticos locales en manos de masones (Stoffel, 2000).
De todos modos, la actividad escolar prosiguió hasta fines de 1924 en que se acordó la transferencia a la congregación Marista, donde los hermanos del distrito de León (España), se hicieron cargo finalmente el 6 de enero de 1925 del citado Colegio San José.
Como instituto de enseñanza marista al frente se colocó el hermano Protasio Pascal, acompañado de un grupo de diez religiosos HH.MM para atender los distintos grados escolares. Pasó así a ser este el acto considerado fundacional para la institución que bajo distintas titularidades continuó hasta el presente.
La construcción de una comunidad
En todo momento fundacional de una escuela se produce también la creación de una comunidad. Si bien en este caso con nuevos actores se renovaba el pacto educativo con la comunidad de creyentes que comenzó a extenderse tanto territorial como socialmente.
Al cotejar lo registros de matriculación, podemos ver que de los 153 inscriptos iniciales, muchos pertenecían a Rafaela, tanto con domicilio urbano como rural, a ellos se sumaban los provenientes de poblaciones del propio departamento Castellanos, como de otras más lejanas, de San Cristóbal, Colonia Belgrano, y hasta de Añatuya (Santiago del Estero).
La búsqueda personal que los hermanos emprendieron por el territorio y la oferta de recibir pupilos, medios pupilos y externos hizo posible este panorama.
Con respecto a la ocupación de los padres, los de la propia ciudad se dedicaban al comercio, algunos profesionales, administrativos y gente de oficios varios; en tanto los de residencia rural figuran mayoritariamente como chacareros, muy excepcionalmente estancieros.
De lo expuesto podemos inferir entonces que la matrícula fundacional se constituyó principalmente de sectores medios urbanos y rurales con el común deseo de una formación escolar y espiritual católica para sus hijos.
Conmemorar, historizar
La conmemoración del momento fundacional de una escuela tras la convocatoria a la celebración se vuelve oportuna para repasar el origen, revisar las construcciones identitarias, la cultura instituida.
Los relatos puestos en circulación, como resultado de procesos de simbolización y deseos de historización, a los ojos del historiador permiten ver a través de la trama que los va entrelazando las relaciones de poder, los intereses y conflictos.
Los significados y las significaciones que van adquiriendo a lo largo del tiempo nos pueden ayudar a su vez para repensar a las escuelas en entornos en permanente transformación y reimaginarlas de cara a los desafíos del presente.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90ª Aniversario (1935 – 2025).
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.