I
I
Es bien sabido que el peronismo en la oposición se propone que el gobierno que cometió el pecado de usurpar el poder que, como nadie ignora, en la argentina es de exclusivo signo peronista, debe ser asediado por "el pueblo en la calle". Frondizi, Illia, Alfonsín, De la Rúa y Macri algo saben al respecto. Lo novedoso en la actualidad es que este principio constitutivo de las "veinte verdades peronistas" lo anticipan verbalmente, prometen o amenazan a las futuras autoridades que le harán la vida imposible y de ser necesario correrá sangre y algunas delicias por el estilo. Esta suerte de peronismo "agorero", se refuerza en esta coyuntura porque la pulsión por arrojar toneladas de piedras contra los gobiernos "que toman el poder", se anticipa de diferentes modos, toda una increíble invención creadora de escenarios políticos ya que quienes consideran que ya el infierno está desatado son los mismos que ejercen el poder desde hace cuatro años. Larroque, Grabois, Insfrán, entre otras lumbreras de la política populista, ya han anticipado el futuro. A esa misión de oráculos se sumó el muy piadoso Eduardo Valdés, que, sin anestesia, adelantó que los acontecimientos de Jujuy son el anticipo de lo que pasaría en la Argentina si los gorilas llegaran al gobierno. Buenos muchachos. Buenos muchachos a los que estoy dispuesto a creerles. ¿O acaso alguien duda de que las amenazas vomitadas están dispuestas a cumplirlas? El panorama es hasta previsible: Milagro Sala, sitiando Jujuy; Juan Grabois, movilizando sus huestes; la CGT, decretando los paros que en los últimos años se cuidaron muy bien en declarar; Baradel y Alesso paralizando las escuelas; Aníbal Fernández arrojando gasolina a las llamas. El peronismo no sabe muy bien lo que hay que hacer en el país si por ventura ganaran las elecciones; pero sabe hasta en los detalles lo que debe hacer si las pierden. Y en este tema están todos de acuerdo: sindicalistas y políticos; piqueteros y empresarios nacionales; peronistas de paladar negro y kirchneristas de pelo en pecho; palomitas blancas y tiernas; halcones negros y de pico encorvado. Una vez más Jujuy fue el anticipo. Todos estuvieron de acuerdo con la provocación; con la maniobra para apartar del centro de la atención pública el horrendo crimen de Cecilia.
II
Pese a los esfuerzos del peronismo para ocultar lo sucedido en el Chaco, los hechos parecieran que se empeñan en probar lo contrario. La última noticia anuncia la presencia de huesos triturados en los campos de los Sena. El inconveniente es que se desconocen la identidad de esos huesos. Las hipótesis, según los investigadores son dos: son huesos de Cecilia o huesos de otras víctimas. Si esta segunda hipótesis se verificara, pasaríamos de la novela policial a la novela de terror; de Conan Doyle a Stephen King. Cecilia dejaría de ser la víctima exclusiva, para pasar a ser la última cometida por esta familia bendecida por el gobernador Capitanich, y a la que espero que al compañero Papa no se le ocurra enviarle un rosario para rezar sus oraciones. Chaco y Jujuy. También podríamos expresarlo en otra dupla: Emerenciano y Milagro. Emerenciano Sena y Milagro Sala. Ambos kirchneristas; ambos financiados, soportados y ennoblecidos por el poder kirchnerista; ambos cebados por el manejo discrecional de planes sociales; ambos enriquecidos en esta faena de vivir de los recursos públicos; ambos peronistas convictos y confesos. Capitanich insiste en que lo sucedido es un episodio policial. Criaturita de Dios. En el Chaco lo que hubo es, en primer lugar, un femicidio cometido por una familia ligada al poder por lazos políticos, económicos y afectivos. En homenaje a Capitanich hay que decir que no inventó ni creó nada. El crimen de Cecilia recuerda a Soledad Morales, a las chicas de la Dársena o a las víctimas de Milagro Sala en Jujuy; cuando no, al magnicidio cometido contra Alberto Nisman, crímenes políticos realizados en circunstancias políticas y protegidos por autoridades políticas.
III
Decía que el conflicto en la provincia de Jujuy es atizado para tapar el escándalo en la provincia de Chaco. Convengamos que a partir de la detención y condena a Milagro Sala el kirchnerismo se quedó con la sangre en el ojo con el gobernador Gerardo Morales. Supusieron que la oportunidad se presentaba ahora con la reforma constitucional. Supusieron mal y la ansiedad los empujó a equivocarse. Hablaron de una reforma constitucional dictada por Morales, hasta que se probó que los cambios constitucionales los produjo una constituyente convocada respetando la legalidad vigente. La constituyente jujeña reformó su carta legal con el apoyo de más del setenta por ciento de los constituyentes, reformas que, claro está, contaron con el apoyo de la bancada peronista enfrentada al kirchnerismo. Derrotada esa estrategia se habló de la violación a los derechos de los pueblos originarios hasta que se supo que en la constituyente fueron consultados en la materia más de cien pueblos originarios. Mientras tanto se apeló a la llamada "movilización popular". Esas faenas los excita a los kirchneristas. Kirchneristas y peronistas con el apoyo indecente y grotesco de la izquierda. El negocio pintaba para salir redondo: no se habla más del Chaco, se acorrala a un gobernador detestado y se instala en un primer plano de Milagro Sala. Esa noble tarea no la pueden realizar los jujeños. Por lo tanto, la consigna es movilizar al país en contra de Jujuy. Piqueteros profesionales, alborotadores, malandrines expertos en la trifulca callejera, Todos viajaron a Jujuy. Al desembarco se sumaron los dirigentes de Ctera, los mismos que se negaron en la provincia de Santa Fe a realizar un paro que condenara los balazos de los narcos contra las escuelas primarias; burocracia docente ausente desde hace un tiempo porque ya se sabe, Baradel y Alesso solo le declaran paros a los gobiernos no peronistas. Algo parecido se puede decir de la CGT: callada desde hace meses, pero dispuesta a volver a las andadas contra los gobiernos no peronistas. También se sumaron a la jarana feministas y militantes de derechos humanos que, oh casualidad, no abrieron la boca ni movieron un dedo para decir algo por el asesinato de Cecilia. Es decir, los compañeros ensayaban en Jujuy lo que pretenden poner en práctica contra el gobierno nacional electo, gobierno que, salvo milagro de la naturaleza o intervención de Dios, será de signo no peronista.