El Club del Orden se apresta a celebrar sus 171 años. Aquilata el pasado, pero mira al futuro. Nacido un par de meses antes de que los congresales constituyentes de 1853 plasmaran en esta ciudad los cimientos filosóficos, políticos y legales del moderno Estado nacional, la institución trabaja ahora en proyectos innovadores que aseguren su marcha en el siglo XXI.
Forjado en el obrador de la Constitución
Creado al calor de las ideas de la modernidad decimonónica, fue la primera expresión de la nueva sociabilidad, coetánea de la creación de la Argentina constitucional. Desde sus primeros días, el club representó los beneficios de la asociación y configuró un espacio de estímulo a las actividades productivas y a los intercambios creativos en un clima de convivencia surgido de los escombros de décadas de guerras civiles e internacionales.
La superación de los enconos cerriles y la valoración del acuerdo en vez del conflicto, creó el terreno propicio para iniciativas de distinto tipo y el emprendimiento de actividades económicas diversas, que al fin contaban con el sustrato de normas de seguro acatamiento. Esa nueva realidad impregnó con rapidez aquel ámbito receptivo de los sectores más dinámicos de la ciudad, la provincia, el país y el extranjero. Prueba de ello es que entre sus primeros presidentes se registran los nombres de Ricardo Foster, emprendedor anglo-portugués que dirigió el club en 1856, y dos años después fue uno de los iniciadores de San Jerónimo Norte; y del empresario suizo Carlos Beck, fundador de la Colonia de San Carlos en 1858, y titular del club en 1860-61. La apertura al mundo era bastante más que una esperanzada frase del Preámbulo de la Constitución confederal.
Abierto a la ciudad que lo vio nacer, así como a la provincia y el país a los que pertenece, vinculado desde su primer minuto de existencia con el proyecto de construir una nación moderna, el Club del Orden renueva cada día su vocación de tender puentes entre distintos sectores sociales, políticos e institucionales en busca de intercambios fecundos en ideas e iniciativas, y mejores niveles de convivencia.
Ámbito de reunión, en 1853, de los congresales constituyentes en una ciudad escasa de habitantes y lugares adecuados para el encuentro, el club entonces flamante, remedió en buena medida aquellas carencias ofreciendo sus salas para conversaciones productivas. Otro tanto ocurrirá en 1860, cuando la primera convención reformadora del texto constitucional alumbre modificaciones que allanarán el camino para la reincorporación de la escindida provincia de Buenos Aires al cuerpo de la República Argentina.
En ambas oportunidades, al igual que en la breve convención reformadora de 1866, que también sesionará en Santa Fe para nacionalizar la aduana (hasta entonces administrada por la provincia de Buenos Aires) y, por ende, los impuestos de importación y exportación, que, desde ese momento alimentarán al exhausto tesoro de la República, el ámbito receptivo del Club del Orden colaborará para el logro de entendimientos relevantes en el plano nacional.
En los años sucesivos, con el despertar de la Argentina mediante la creación de colonias productivas, la modernización de la estancia tradicional, la multiplicación de los cultivos, el sistemático mejoramiento de los ganados a través de la importación de las mejores razas bovinas de carne y leche, la incorporación del alambrado para un racional manejo de los rodeos, y de los molinos de viento para dotar de agua abundante a las haciendas; la instalación de plantas transformadoras de materias primas, principalmente molinos harineros y frigoríficos, el tendido de redes ferroviarias y la construcción de puertos, la intensificación del comercio interno y externo, la modernización de las principales ciudades y sus sistemas de transportes, el incremento de escuelas y colegios públicos y privados, la realidad del club, promotor continuo de aquel fenómeno de cambio, seguirá la curva del crecimiento santafesino y argentino.
Así, sus sedes sucesivas mostrarán la ampliación de sus espacios y el mejoramiento de sus servicios. Serán también ámbitos de reencuentro para firmar las paces después de las contiendas políticas (a veces sangrientas), que desgarraban, pero no rompían la textura de esa valiosa red social, porque más allá de los periódicos conflictos de poder e intereses en pugna, sus socios convergían en el común propósito de mantenerse a bordo del tren de la modernidad que conducía a la ansiada prosperidad.
A través de las décadas, como el país, el club conocerá la bonanza, pero también la declinación y el martirio, como la destrucción -el 13 de octubre de 1972- del 75 por ciento de su sede social ubicada en la esquina de las calles San Martín y Juan de Garay, por el estallido de dos bombas colocadas por un comando de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) según la pintada que el grupo de cuatro guerrilleros dejara en una de las paredes internas del edificio y, también, en un cartelón ubicado en el Puente Colgante proclamando su autoría.
Destrucción y reconstrucción
Esa mutilación, física y simbólica, no impedirá que el club, traccionado por la voluntad de sus socios, siguiera adelante en una nueva sede, hasta el día de hoy, con sus cicatrices y aprendizajes, y una acerada convicción respecto de las líneas maestras de la Constitución Nacional a la que acompaña desde la sanción de su texto primero. Y lo haga de una manera cada vez más abierta al medio que le dio origen. Cierto es que de los pocos más de 6.000 habitantes de 1853 a los 573.000 que hoy pueblan el Departamento La Capital, la distancia es enorme, tanto como la de los canales de comunicación antes inexistentes por los que ahora discurre la sociabilidad del siglo XXI. Pero el Club del Orden sigue firme como referencia antigua de transformaciones sociales que comenzaron a esbozarse en aquella alborada. Y como insoslayable capital histórico y patrimonial de los santafesinos.
La institución, presidida por el Dr. Carlos Caballero Martín, celebra su nuevo aniversario convertida en un frecuentado microuniverso de actividades sociales y culturales. Sirve de sede a instituciones como la Asociación del Museo y Parque de la Constitución Nacional, la Asociación Cultural Sanmartiniana, El Instituto Belgraniano de Santa Fe y, también, el Centro de Ex Convencionales Constituyentes de 1994. Tiene convenios de colaboración con la Universidad Nacional del Litoral y la Universidad Católica de Santa Fe, y acuerdos de reciprocidad con el Jockey Club de Santa Fe y el Club de Rugby Ateneo Inmaculada (CRAI). A menudo presta u ofrece sus instalaciones a entidades benéficas, exposiciones de arte, presentaciones de libros y conferencias de interés público. Además, en su ámbito funcionan el Club de Bridge de Santa Fe y la Escuela de Ajedrez, juegos de mesa útiles para activar la inteligencia e incursionar en el arte de la estrategia. Y, fiel al principio latino de "Mens sana in corpore sano", también arropa servicios de pilates, yoga y baile para las diferentes edades. Entre tanto, a diario, se llena del rumor de distintas peñas y reuniones de amigos y visitantes que aprovechan el silencio de sus instalaciones para entablar conversaciones sin apuro con el buen servicio de su bar y restaurante.
Por fin, en estos días, con el asesoramiento de la UNL y su Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, tramita ante la Municipalidad de Santa Fe la compensación prevista en la legislación local por la restricción inmobiliaria de bienes protegidos por su valor patrimonial, como ocurre con la gestión de este caso líder a nivel nacional. Es un paso decisivo para que el club pueda poner en valor a su edificio y ofrecerlo a mayor cantidad de santafesinos y visitantes como experiencia introductoria a significativos tramos de la historia provincial y nacional.
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