Domingo 14.1.2024
/Última actualización 19:26
Nos escribe Vanesa (39 años, Bahía Blanca): "Hola Luciano. ¿Cómo estás? Te escribo porque leí tu libro sobre la madre y quería hacerte una pregunta. Tengo una hija muy chica y tengo miedo de repetir con ella la relación con mi mamá, que no fue muy buena. Todavía no lo es. De hecho, tenemos muchas discusiones sobre cómo criar a mi hija. Mejor dicho, ella cree que puede meterse y darme consejos y sugerencias que no le pido. Me preocupa no tener resuelto este vínculo por el impacto que puede tener en mi propia maternidad. Es un tema que me angustia".
Querida Vanesa, muchas gracias por tu mensaje. Para responderte, quisiera partir por lo último que mencionás. Te diría dos cuestiones: por un lado, si te preocupa no tener resuelto un vínculo es porque ya estás en camino de resolverlo. La preocupación trabaja por sí misma, más allá de nuestra intención y evidencia una conexión con el tema que, a su modo, produce efectos.
Por otro lado, la angustia. ¿Hay alguna madre que no se angustie? Eso quiere decir que ya estás posicionada como madre y no solo como hija. En todo caso, la cuestión es cómo se solapan los roles de hija y madre en una misma mujer. Ahí es que se formula tu pregunta. Por suerte, como dije, con la angustia como telón de fondo. Aunque parezca lo contrario, es este afecto el que ya te protege de cualquier impacto negativo.
La preocupación trabaja por sí misma, más allá de nuestra intención y evidencia una conexión con el tema que, a su modo, produce efectos. (...) Por otro lado, la angustia. ¿Hay alguna madre que no se angustie? Eso quiere decir que ya estás posicionada como madre y no solo como hija.
Trataré de ser más explícito. A propósito de la relación con tu mamá, nombrás bien un rasgo que -te diría- no solo caracteriza a tu madre, sino a la maternidad misma, más allá de la persona que se ocupe de la crianza. Me refiero a cierta intrusividad, a disponer del hijo como si fuera una extensión de su cuerpo. Esa intrusión se puede dar con actos, pero también con palabras, como vos misma lo referís al relatar que tu madre se mete…
Lo de consejos y demás sugerencias es secundario respecto de este aspecto que destacás al decir que tu madre se mete y, podríamos decir, entra en vos de un modo en que sentís que no te respeta. Para no culpabilizar a nadie en particular, sobre todo a las mujeres que tienen que encarnar el rol materno con más o menos dificultades, diré que esta intrusión corresponde al discurso materno más que a la madre.
Ahora, entonces, podemos plantear la pregunta que nos concierne: ¿de qué modo es que una madre puede separarse del discurso materno? Porque si una mujer se identifica de manera absoluta con el rol que le toca encarnar, puede ser arrasadora. Incluso con las mejores de las intenciones; aunque no olvidemos el refrán popular: el camino al infierno está empedrado de acciones hechas por el bien de los demás.
Aquí es que viene la angustia en auxilio. Lejos de ser un afecto de tristeza o depresivo, la angustia nos permite tomar distancia e interrogarnos en lo más íntimo de nuestro ser. Ya no es claro por qué hacemos lo que hacemos y quizás tengamos que aceptar la necesidad de darle una vuelta más o rectificar un modo de ver las cosas que considerábamos que era obvio. Qué valientes son las personas capaces de angustiarse.
En este punto, querida Vanesa, puedo decirte que no es necesario que vos resuelvas la relación con tu madre para, luego, no repetir un aspecto de ese vínculo en la relación con tu hija. Todo ocurre en el mismo nivel, gracias a la angustia. Mientras seas cuidadosa de no ser intrusiva en la relación con tu hija es que estarás resolviendo la relación con tu madre, a partir de la reparación.
Confío en que, en la medida en que puedas sentir los efectos de esa reparación, a través de desactivar progresivamente la eficacia del discurso materno en la relación con tu hija -para darle lugar a su autonomía-, el modo en que tu madre te habla y el peso particular que tiene su voz, ya sea para irritarte, enfurecerte u otras defensas comunes ante la pérdida de borde en la propia identidad, va a ir cediendo y la vas a poder escuchar con una distancia mayor.
Este último párrafo, acerca de la voz de la madre, lo planteo dado que me decís que has leído mi libro sobre la madre, que en realidad es un libro sobre el vínculo entre madre e hija y la manera progresiva en que se construye en el interior de esa relación primaria y amenazada por el riesgo de fusión, una distancia que, antes que alejarlas, les permita estar cerca. Después de todo, la cuestión es cómo con el tiempo, además de madre e hija, dos mujeres pueden darle lugar a una experiencia de compañerismo.
Querida Vanesa, el tema del linaje femenino es un tema amplísimo y sumamente difícil de siquiera esbozar en una breve carta como esta. Sin embargo, creo que pudimos conversar acerca del factor determinante de la angustia, para no patologizarla y devolverle su valor, que puede ser creativo y constructivo. Te deseo mucha suerte en los años de crianza de esa niña pequeña que estuvo presente y fueron el objetivo detrás de estas líneas.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com