Trump aseguró en varias ocasiones que terminará de forma inmediata con la guerra entre Rusia y Ucrania y que desincentivaría todo conflicto en el mundo con la intervención de EE. UU. y, de desearlo, la OTAN debería realizarlo sin apoyo bélico y financiero de Estados Unidos.
¿Se hizo hippie Donald? Todo indica que no, y que comprende la política como continuidad de la guerra y no a la inversa. Su base de sustento es el complejo financiero, el energético y gran parte del tecnológico, vinculado a la innovación, que, en cabeza de Elon Musk, ve con buenos ojos la reducción de impuestos a las grandes corporaciones, aunque sería perjudicada por el intervencionismo arancelario a importaciones, sobre todo de semiconductores, que han sido responsables de la creación de una burbuja financiera basada en la sobrevaloración de la IA.
El sector cripto, incluso, abraza la propuesta del republicano de generar reservas en moneda digital, no crear la propia del Estado y descomprimir la presión fiscal sobre la minería cripto.
¿Y los demócratas?
Comparar el “plan platita” de Massa con el de Biden-Harris sería como poner a competir a Ciclón Racing contra el Real Madrid en el Bernabéu.
El 80 % de los dólares circulantes en el mundo fueron impresos por la FED en los últimos 3 años.
Gran parte del gasto público de Biden tuvo como beneficiario a la industria bélica, y la incursión rusa en Ucrania sirvió de excusa.
La industria armamentística norteamericana se aferra a Kamala ante la posibilidad de que Trump ponga fin a la demanda de armas en Europa y Oriente Medio.
La sumisión de los demócratas a la industria de “defensa”, que encabeza la ofensiva de la OTAN, llega al punto de que el actual secretario de Defensa es Lloyd Austin, un exmilitar y ex-CEO de RTX, una de las 5 empresas armamentísticas más grandes del mundo, que se revalorizó un 45,3 % en el mes anterior a la invasión rusa a Ucrania, creciendo exponencialmente en ventas desde 2022 hasta la fecha, de la mano de las tensiones geopolíticas incentivadas desde la Casa Blanca.
El “plan platita” que pretende sostener a la actual vicepresidenta en su camino a la Casa Blanca batió todos los récords en lo que a deuda pública americana se refiere. Hoy, la equivalencia con el PIB de la deuda pública es del 145%. Solo para tener una idea, Argentina posee una deuda equivalente al 80% del PIB, siendo el déficit fiscal de la gran potencia un 6%, con una proyección de hasta el 10% para los próximos años.
Por supuesto, el “Plan Platita” de Kamala Harris no lo pagará la “Casta” americana.
Lo más terrible es que el desajuste financiero de la mayor superpotencia mundial será cubierto por la carne y la sangre de los pueblos en guerra, que son los destinatarios, entre otros servicios, de los productos armamentísticos que necesitan del mercado del horror para crecer en su oferta mortal.
Por eso, un progre, zurdo o colectivista que se precie de tal no tendría mejor opción que apoyar a Donald Trump, de tener la posibilidad de elegir el porvenir de los próximos años en el mundo.