Por Padre Tadeusz Giza (*)
Por Padre Tadeusz Giza (*)
Queridos Amigos. ¿Cómo están? Una vez más nos tomamos unos minutos para compartir un nuevo mensaje bíblico. Los textos de hoy nos invitan a reflexionar sobre el Reino de Dios. Sin lugar a dudas se trata de un tema que ocupa el lugar central en la misión y predicación de Jesús y por consiguiente debe ser también para nosotros. Pues, su vida es nuestra vida y su misión es nuestra misión.
En el evangelio, Jesús pregunta a sus oyentes: "¿Qué es el Reino de Dios? ¿Con qué podemos compararlo? Y él mismo responde en forma oriental a través de las parábolas: "El reino de Dios se parece a un grano de mostaza… El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra. El Reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo". Jesús permanentemente habla del Reino de Dios, dice que es algo nuevo, que es valioso, algo que crece, que es dinámico, que no se lo ve, que hay que conquistarlo, pero jamás lo define.
¿Por qué? Porque es el oyente el que debe reflexionar y sacar sus conclusiones. El interlocutor, al escuchar la parábola, debe descubrir el mensaje por si mimo. ¿Qué es el Reino de Dios? ¿Qué entendemos nosotros? Si el Reino de Dios fue tan importante para Jesús, debe serlo también para nosotros. Usando el lenguaje de las ciencias sociales podemos afirmar que se trata de una sociedad justa, fraterna y solidaria. Y si es así vale la pena vender todo, vale la pena entregar todo para conquistarla. Usted, querido amigo... ¿piensa que esta sociedad se encuentra? ¿Se decreta? ¿Aparece sola? ¿En serio?
Muchos se preguntan: ¿Qué podemos hacer nosotros? Mucho… Las posibilidades que se nos presentan son inmensas. Lo que no podemos hacer es vivir anestesiados, dormidos, paralizados o de brazos cruzados, no podemos ser personas pasivas, que esperan todo de los demás o del Estado criticando todo sin proponer nada. En la vida hay que jugarse. En este sentido, Jesús no se calló para escapar de la cruz; todo lo contrario, denunciaba a los poderosos, denunciaba la hipocresía y la falsedad, sabiendo que se jugaba la vida.
Hoy cuando en nuestro país hay más que 60% de jóvenes pobres y sin educación... ¿Podemos permanecer indiferentes o callados? Cuando se trata de pobreza no se trata de números, sino de personas de carne y hueso, de familias, de madres, de hambre, que se da, paradójicamente, en nuestro país tan bello y rico en recursos. Tal vez, yo no pueda cambiar el mundo, pero puedo cambiar el mundo que está dentro de mí. El cambio que uno pretende hacer, hay que comenzarlo por uno mismo.
Hace tiempo el famoso Abate Pierre decía: "La belleza de una ciudad o de una nación no la encontramos en sus museos, en sus teatros, en sus parques y jardines, ni siquiera en sus hermosos templos. Se encuentra, sobre todo, en la ausencia de `Villas Miserias', de mendigos por las calles y que viven bajo los puentes. Esa es la belleza de una ciudad".
¡Qué claridad y que contundencia! Pero… ¿lo comprenden así los que nos gobiernan? ¿Lo comprenden nuestros diputados, senadores, los que tienen la inmensa responsabilidad de servir al pueblo, para actuar como lo hizo Jesús? ¿Les interesa a nuestros dirigentes el bien del pueblo empobrecido más que sus "ganancias personales"? Cada uno debe dar una respuesta personal. En la vida no cuenta tanto lo que decimos, lo que cuenta son las huellas que dejamos en los demás y lo que hacemos por los demás.
En estos tiempos tan complejos, el Papa Benedicto XVI nos dejó este mensaje: "Hay que ser como Jesucristo, hay que dejar huellas que cambien la historia".
Que Dios nos bendiga.
(*) Mensaje dominical del 16 de junio de 2024, emitido por Radio 96.3.