"El comportamiento humano enfrenta una duda: ¿El algoritmo lo define? ¿Lo redefine? ¿Estará Milei en el mañana o simplemente enseñó el uso y abuso de un arma? No me pregunte, soy periodista, soy el que hace las preguntas". Así terminaba el artículo anterior. Miro, con susto, los sucesos después del Covid-19. El más importante es el comportamiento humano y, si este es la suma de sus conocimientos, sus reflejos y las memorias de tribu, su definición es amplia e insegura: Cultura. Allí está el hombre que fue y el que vendrá. Hoy transita, como sostenía en el artículo anterior, "por numerosos senderos que se bifurcan" (robándole a Georgie).
Cuando se conoció que una importante cantidad de documentos, cartas, certificaciones, millones de textos privados quedaron al descubierto lo que se supo, en realidad, lo que se supo mundialmente, es que las sábanas se habían levantado y estábamos durmiendo con todo al aire. No había más secretos. Cuando un jefe de Estado llamó a un plebiscito con encuestas seguras y, ahora se sabe, no manejaba las redes sino las compulsas clásicas, la sorpresa fue muy grande: "No al Brexit".
El eje en el que se asienta el poder de Javier Milei tiene un componente del que sé su existencia, pero no sus límites. El origen es común a la humanidad: el virus que sobre 2020, 2021 y 2022 nos azotó. El traspié de la evolución en calma, el sobresalto y el cambio. El modo de comunicarse cambió y el modo de la comunicación humana es una definición social de Cultura. Hay más: si el lenguaje con el que se realiza la comunicación y el soporte por donde se transmite no es común, la comunicación no existe.
Si, además, y muy básicamente, alguien previamente y de modo absoluto conoce el comportamiento de quienes se comunican… entonces, cuidado, cuidado, peligro… por ese soporte ya sabe qué dicen, qué anhelan, qué quieren, y muy específicamente: qué no quieren. Y puede convertirse en el piloto de sus decisiones. No más convencer o persuadir, directamente re-dirigir. La Peste puso a todos en alerta sobre con quién comunicarse y de qué modo. El encierro no es fácil de manejar, tiene sus efectos en los actos individuales y de hecho, en la sociedad.
No hay análisis finales. Cambiamos, estamos en tránsito. La distancia provocó hábitos diferentes, pero de modo visible redujo la omnipotencia. De nuevo todos podíamos morir mañana, sin que el dinero o las capacidades científicas de la sociedad pudiesen resolverlo. Puede agregarse que las secuelas físicas, de las que nada se dice, son parte del nuevo status. Paroxismo del principio de incertidumbre. Otra vez los brujos y sus fórmulas. Las pócimas mágicas. El tiempo de los druidas, tras La Peste, había vuelto.
Hay una sola resultante, como corresponde: todas las líneas de fuerza llevaron al miedo. Hay historias en gris que resuelven estos temas: el secreto de la dominación está en pilotear los miedos. Campañas de candidatos que no podían ganar… y ganaron. Productos que no se podían vender y se vendieron. El uso del dinero electrónico. Alguien tiene luces para esos caminos. Suyo es el poder que da el conocimiento…la modificación del conocimiento, el nuevo facto cultural.
Quien determine a qué se le teme y sepa re-conducir a los temerosos tiene asegurado el destino de esa reconducción. Están, como en todos los procesos de cambios brutales, los lenguaraces, los que pueden traducir, con el significado exacto de traductor/traidor para aquellos que se disponen a entender para crecer, para sostener el poder. De los atrevidos es el reino.
Elecciones en Estados Unidos, las conmociones europeas y las de América Latina. En todos los casos, el trabajo sobre las personas, desnudas en las redes. Por detrás hay un juego que no se puede apelar: el poder tiende al crecimiento, como el mandato de los imperios. El poder total o un solo imperio: elija. Es más largo o más corto ese destino, pero es ese. Hoy no hay tarea para conquistar, sostener y expandir el poder que no use las herramientas por donde se filtra el alma humana, la tontería, las emociones, la rabia y sobre ellas operan. El poder opera sobre los sentimientos. El miedo no es racional, de eso se trata.
¿Y Milei? Es obvio que en Argentina el odio a la política tradicional era mucho más fuerte que el miedo a lo desconocido. Lo quieren más claro: se le tenía mayor aprehensión a Sergio Massa que a una persona que podía ser idiota o genial, esas son calificaciones del siglo XX, pero que era alguien que sabía –íntimamente- cuál era nuestro dolor, nuestro miedo, nuestra rabia. Tuvo buenos traductores, lenguaraces que le explicaron qué decir y qué hacer.
No suceden estos fenómenos sin una Mary Shelley que trae las derivaciones. La están buscando. Está claro que allí había madera, impudicia, inconciencia, avaricia, egoísmo y deshumanización pero, caramba, seguimos calificándolo o descalificándolo con valores del siglo XX… y Milei es un componente que trabaja sobre los reflejos culturales, sin rival. Muchos contribuyeron, sumaron sus partes y el actor ejecuta.
Mirá tambiénLa Cultura no se detiene pero…No está solo en el concierto de simulacros de sociedades libres. Milei es parte de un "total" que trabaja sobre reacciones personales que las redes acumulan, clasifican e informan. Se avanza más allá de toda certeza razonable. Un personaje, uno de los más novedosos, es un outsider español de un partido que denominó "Se Acabó La Fiesta" (SALF): Luis Pérez Fernández (alias Alvise Pérez). De las redes -tenía páginas, seguidores, era un "influenciador" - entró a "la política". Sumó tres diputados europeos.
Los analistas, los sociólogos, más los que, como quien suscribe, adhieren a la capacidad del voto, deben rendirse ante un hecho: el voto se manipula mucho mças científicamente que antes. El voto sólo da una certeza: se puede dirigir, con las armas adecuadas, a fines inadecuados para quien votó. La verdadera oposición entiende y retrocede. El tema presenta una variante que se instaló: los que comprendieron que con los datos de las redes, como colosal archivo de amores, odios e intenciones, se resuelven economías y decisiones sociales , están atalonados, refugiados en los valores más tradicionales del siglo XX y quedan definidos a la izquierda de los sucesos.
El juicio al que llegan, partiendo de los valores con los que se construyó la sociedad siglo XX indica el peligro de deconstrucción total. Los críticos advierten que están en riesgo frente a un muro: la Cultura, que es ésa suma de todos los pasados sucedidos o imaginados, que todo sumó, que la nueva acción humana (la Cultura la determina) es la que está en riesgo de cambios muy bruscos, pero posibles. La Cultura como ejercicio activo, formateada, detesta a pensadores y analistas distintos al pensamiento único teledirigido. No es contradicción entre partes. Es choque, como aquel anunciado por Stephen Donaldson (comiéndose al autor).
Es el algoritmo, la suma de los valores que de allí se desprende, el que da la orden: los líderes deben insultar y convertir la izquierda en un adjetivo calificativo despectivo, en una mala palabra. En Argentina, Justicia Social es eso: una mala palabra. La inflación es un miedo. El actor político, un sujeto a combatir. Milei no trabaja sobre el aire y la nada. Sus decisiones son parte de un conflicto mundial desatado donde alguien tiene información calificada y otros un pasado de construcciones culturales a desmantelar.
¿Si Milei puede ser un Frankenstein por qué la Milone no? ¿Son estos líderes los reales? ¿Es Milei un líder o es solo una herramienta que ejecuta aquello que exasperaba y allí se quedará hasta que alguien reemplace su figura por otra? ¿Puede, ese pasado cultural tan apretado, con tanta cosa acumulada, vencer una secuencia que se construyó sabiendo a quien odiábamos como sociedad? El campo de guerra es la Cultura. Aquella y esta de formato establecido, sin la suma de albedríos de la anterior. ¿Un pensamiento sin escape… es Cultura?
El almanaque quita especulaciones. Milei estaba, no alcanzaba, era un envalentonado personaje de la televisión, pero es pos peste que el hecho cultural que el miedo genera, que la híper comunicación sostiene y que alguien lee, se repite: el facto cultural - que se leyó que sucedería- se convierte en altamente visible con un personaje como Milei que, está más claro aún, responde a los sucesos. Milei es un arma de esta guerra.
¿Lo suplantará otro con más afinidades según las redes con los que de ellas dependemos? ¿Se reformulará? Parecería que aquella Cultura de donde fue parido por sabios errores humanos y mejores inteligencias electrónicas no se detiene. Hoy es este el representante del sujeto cultural dominante. Por detrás esa lucha de los imperios, que tampoco se detiene. Algunas cuestiones demasiado lejos. Muchas injusticias demasiado cerca. Y la impotencia de pertenecer a un mundo que está en retirada.
¿Si hubiésemos sabido qué cosas traía La Peste podríamos tener una resultante diferente? No me pregunte, soy periodista, soy el que hace las preguntas.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.