En una charla con Horacio del Prado (querido amigo al que hace mucho tiempo que no encontraba, por eso de los horarios, los descuidos y "mañana mismo lo llamo"), un agudo periodista "que sí lee y escribe", no como tantos que hablan sin poder escribir, o escriben sin saber leer. En fin, con "Horacito" surgió, de su magín, no del mío, el hecho cierto: los acontecimientos populares, ciertamente populares, no le caen bien a Fernández.
Este Fernández tuvo en su tiempo de almanaque la muerte más terrible, la de Maradona y la alegría más tremenda, la de ser Campeones Mundiales. En su tiempo de máxima gloria, la presidencia arruinó lo más sagrado, las dos emociones sin retorno: lágrimas y sonrisas (aguante don Feliciano Brunelli, lo queremos todavía).
No es sencillo equivocarse tanto con algo tan cierto, tan sincero y a la vez tan espontáneo, tan fuera de las especulaciones partidarias… tan sin grieta. Pero Fernández no sabe hacer ni una cosa, organizar un velatorio popular; ni la otra, acompañar una fiesta popular inatajable.
Es extraño que falle el peronismo, tan cercano en su origen y desarrollo a los sentimientos populares (caramba, es un Movimiento, es "una sinfonía" diría Leonardo Favio) que tiene en su liturgia el 17 de octubre, el 26 de julio y el 1º de julio (1945, 1952, 1974, respectivamente). Una liturgia a la que quieren agregarle, y no logran igual cantidad de adhesiones, la muerte de NK, ocurrida sobre finales de octubre. Fue bien llorado y muy dignamente despedido. Vale igual. Se lo lloró. Se organizó su recordatorio.
Es sabio el peronismo en cuestiones populares. Por eso es extraño que falle. Pero sucedió, porque Fernández hizo fallar al peronismo en lo único que verdaderamente le es propio. Es extraño que falle el peronismo pero, para ser rigurosos, habría que refirmar/confirmar/encontrar quien refrende que Fernández es peronista y más, que entiende eso tan inasible: los sentimientos populares y el peronismo. Yo arriesgaría un no; no, no lo entiende.
Si bien no era peronista -era una antigua ¿"miembro"?, ¿"miembra"? del Partido Comunista-, su carácter de mujer particular, mundial, excepcional, puso a Mercedes Sosa en su muerte como un ejemplo de adhesión de todos a una voz que no se repetirá. Buena despedida. Yo la lloré. Y no estuve solo. Su largo adiós (perdón Raymond Chandler, sorry Phillip Marlowe) estuvo bien organizado. Claro, no fue tarea de Fernández.
Dice Wikipedia sobre su emocionado y largo adiós: "Los restos de la popular "Negra" Mercedes Sosa fueron despedidos hoy en el cementerio de la Chacarita, en medio de aplausos y lágrimas de familiares, amigos y fanáticos, al igual que durante las 22 horas que duró el velatorio en el Congreso de la Nación".
Todos extrañamos a la "Negra". También fue en octubre, un mes tan lleno de cosas, desde "los 12 días que conmovieron al mundo" hasta el arribo de Cristóforo Colombo, que Argentina se niega a reconocer por razones tan raras como inalcanzables.
Fernández estuvo al pie de dos cerros visibles. Dos montañas sentimentales. En noviembre aquel y ahora, en diciembre, en este mes. Aquel 25 y este 18 se encuentran en un punto que es imposible no ver: gente en las calles con un solo pensamiento.
Gente en la calle diciendo "se murió". Gente en la calle diciendo "ganamos". Lágrimas y sonrisas. Gente en las calles. Solo había que abrazar y acompañar. Era necesario entender. Debemos insistir: Abrazarla, acompañarla, entenderla. ¿A quién? A la gente.
¿Dónde miraban los ojos de Fernández? ¿Qué punto ciego le borró la mirada del sentimiento popular?... Pero, caramba, nos llega la duda: ¿Lo tiene? Hay diversas cuestiones originales y otras fabricadas después de su asunción, que obligan a la crítica de sus actuaciones como lo que es, el presidente de todos los argentinos.
Quisiera detenerme en una realidad que muchos esquivan, otros expresan con alegría (en el yerro, en el faltante, en el hueco) pero no definen en su tremenda repercusión, según observo. ¿A qué me refiero? Al ejercicio del poder. En la República Representativa y Federal el punto más alto de comunión es la presidencia. Voy a insistir: "LA" presidencia.
Es el voto popular el que lo pone para servir a todos los argentinos. De vuelta, de ida y vuelta: todos le debemos respeto en cuanto aceptamos que es este, el voto popular, el que autoriza y da mandato, derechos y obligaciones para que alguien delibere y gobierne en nuestro nombre, en nuestra representación.
¿Qué parte no cubrió Fernández para que nadie lo respete? ¿Qué es lo que entienden los deportistas, que llevan la camiseta argentina y cantan el himno, se emocionan, lloran y se golpean el pecho, para no atender a la más alta investidura política institucional del país?
¿Qué parte de estos juegos profesionales, comerciales, deportivos pagos pero convencionales de amor, patrioterismo, lágrimas y sonrisas existe pero sin gobierno a quien reportar? ¿Qué parte de nosotros acepta que Fernández no se merece que lo saluden nuestros gladiadores profesionales?
¿Qué parte del ordenamiento piramidal aceptó que se paseen por las calles y avenidas que no estaban preparadas para eso, como si fuesen integrantes de una película donde la muchedumbre (extras pagos, con libreto y escenario de película para el movimiento de masas) sabían qué hacer sin advertir -los que autorizaron- que no hay un denominador cultural para ordenar el comportamiento animal que tiene una masa… humana?
Volvamos a Fernández. Ya es historia que no supo organizar la defensa ante una peste, "La Peste Mundial". Debía adoptar lo bueno del mundo y listo. Hizo una fiesta familiar y demoró las vacunas por razones ideológicas y económicas.
Ahora es sencillo. Le tocó una muerte que todos lloramos y una alegría que nadie podía atajar. No se puede esconder la montaña. No sabe hacer ni lo uno ni lo otro. Lo vimos todos. Sepa el pueblo votar en octubre de 2023 con esta constancia. No sabe organizar velorios y agasajos populares. Ni eso, donde todos queremos estar y no hay grieta.