Rogelio Alaniz ralaniz@ellitoral.com
Por Rogelio Alaniz
Rogelio Alaniz ralaniz@ellitoral.com
“Cuando la batalla se convierte en farsa, la única posición digna es estar por encima de ella”. Tom Stoppard Parodiando a Carlos Marx, muy bien podría decirse que para el kirchnerismo los derechos humanos y Magnetto son el opio del pueblo, un recurso para distraer a los crédulos de sus verdaderos problemas y un modo “heroico” de eludir sus propias responsabilidades. En efecto, cada vez que los acosa un problema político, o económico los muchachos recurren a alguna triquiñuela por el estilo. Es lo más cómodo, lo más inofensivo y lo que tienen más a mano. Palabras más, palabras menos, es lo que hicieron la semana pasada después de haber perdido cuatro millones de votos. Primero el oportuno fallo de la Corte, después las actas militares. ¿Habrá algún otro conejo en la galera? No lo sé, pero los magos no van a renunciar a su condición de farsantes. Con respecto al fallo de la Corte, no me consta que el gobierno haya armado alguna rosca con Lorenzetti, pero convengamos que, conociendo el paño, a todos nos resulta por demás sospechoso que el fallo se haya hecho público dos días después de la paliza en las urnas. El mismo argumento que usa el señor Lorenzetti para decir que al fallo no lo dieron a conocer en octubre para no condicionar políticamente al electorado, se debería haber tenido en cuenta a la hora de publicarlo los primeros días de noviembre. Dicho de una manera más sencilla: lo que vale para antes vale para después. Fallos, actas militares, lo cierto es que los fuegos de artificio pasan y los problemas reales quedan. Es que las dificultades que se le presentan al kirchnerismo no pueden resolverse con el mago, el conejo y la galera. Con suerte y viento a favor, el gobierno llega a 2015, pero para desgracia de todos, en 2015 los Kirchner se van pero los problemas quedan. Por lo tanto, más que preocuparnos por un oficialismo derrotado, habría que preocuparse por quiénes son los que lo van a suceder. Al respecto, lo que puede decirse es que las alternativas están más o menos delineadas: el peronismo, a través de Massa o Scioli; una coalición de centro izquierda al estilo de la que se diseñó en la provincia de Santa Fe o lo que se insinuó en la ciudad de Buenos Aires; el PRO y el liderazgo de Macri. ¿Y el kirchnerismo? O juega con Scioli, Urribarri o Capitanich, o se vuelve al Calafate, porque ni siquiera en Río Gallegos es bien recibido. De todos modos, en cualquiera de las variantes mencionadas, el kirchnerismo -tal como lo hemos conocido- desaparece del mapa, porque ninguno de esos candidatos o de los que pueden insinuarse en el horizonte está en condiciones o tiene deseos de sostener un relato en el que creyeron en su momento por crudas razones pragmáticas. Lo dije en otro momento y lo repito ahora: el negocio político de los Kirchner empieza y termina con ellos mismos. Ella y Él nunca miraron más allá de su ego y su bolsillo. Problemas de sus seguidores si creyeron en el embuste de los derechos humanos y la causa nacional y popular. De 2013 a 2015, pueden cambiar algunos nombres, nunca se debe descartar algún hecho inesperado, pero en lo fundamental los actuales alineamientos tienen muchas posibilidades de sostenerse. Sobre este cuadro de situación, una de las preguntas a hacerse es la siguiente: ¿cómo intentará el peronismo sucederse a sí mismo? Los nombres pueden variar, pero la constante será la de presentarse ante la sociedad como una propuesta política moderada, republicana, pluralista y apegada al libreto que ya conocemos: hay que hacer lo que la gente quiere con los mejores modales posibles. En ese peronismo renovado, habrá lugar para que aterricen todos los kirchneristas que no se expusieron demasiado. Como suele ocurrir en estos casos, a nadie se le hará análisis de saliva, entre otras cosas porque los principales titulares del nuevo rostro son los que están en menores condiciones de exigir pureza. Además, habría que preguntarse si exhibir un pasado de menemista, duhaldista y kirchnerista, pasando por todas las variantes menores, más que una falta no es un título de honor en el peronismo. ¿Podrá el peronismo ofrecer algo interesante -o por lo menos eficaz- con los mismos dirigentes que participaron con entusiasmo en cada una de las experiencias del pasado? Personalmente no lo creo, pero debo admitir que esa posibilidad nunca puede descartarse de antemano, sobre todo si en la vereda de enfrente los que deben preocuparse por construir una alternativa creíble no lo hacen o lo hacen mal. No sé si en política todo es posible, pero la experiencia me dice que se trata de un campo en el que pueden pasar muchas cosas, incluso las que a uno no le gustan. Que el futuro muchas veces se forja con la madera del mismo palo, es un ejemplo que la historia nos brinda con frecuencia. A Juan Manuel de Rosas por ejemplo- no lo derrotaron sus enemigos unitarios, sino un caudillo federal que fue su brazo armado en el litoral. Alberdi se entusiasmó enseguida con Urquiza y se puso a su disposición, pero Mitre y Sarmiento fueron más reticentes al principio y luego lo confrontaron abiertamente, algo que, dicho sea de paso también hizo Alberdi años después. Más allá de las originales vicisitudes históricas, lo que importa señalar en este caso es que a Rosas lo sucedió alguien forjado en las entrañas del rosismo. Conocedor del alma humana, Urquiza no se fastidió porque los gobernadores rosistas no lo acompañaron en el pronunciamiento contra Rosas, del mismo modo que tampoco se asombró demasiado cuando después de Caseros todos corrieron hasta San Nicolás para demostrarle afecto y sumisión. De leales adhesiones dispondrán Scioli y Massa de parte de quienes hasta hoy le juran amor eterno a los Kirchner. ¿Está bien o está mal? Ni bien ni mal, así son las cosas; por lo menos así lo son en el peronismo. Conclusión: es una posibilidad cierta que el peronismo suceda al peronismo con todos sus vicios y lacras, pero también con todas sus redes de intereses y su notable capacidad de adaptación a los nuevos ciclos de la política. A la inversa, tampoco puede afirmarse a rajatabla que la Argentina que vendrá en el 2015 será fatalmente de signo peronista. Si el peronismo se divide en tres facciones; si en estos dos años hunde al país en el caos, si la lucha interna se descontrola y empiezan a quemar féretros en la vía publica, es muy probable que la sociedad opte por alternativas no peronistas. Para que ello ocurra, deben pasar muchas cosas; entre otras, la constitución de un polo opositor que en primer lugar sepa resolver con inteligencia y madurez sus candidaturas. Los opositores deben saber que la política repele al vacío y que lo peor puede ser sucedido por lo “más peor”, si los que tienen la obligación de hacer algo diferente no lo hacen. ¿Y los programas? No es ése el tema que hoy divide a los opositores, por el contrario, los problemas que hoy los dividen provienen de apetencias personales, comprensibles en algunos casos, pero destructivas cuando su exacerbación pone en juego la posibilidad de un proyecto político trascendente. La oposición no peronista debe unirse porque esa unidad además de política es social, es decir que expresa las necesidades de amplios sectores populares. A esa unidad hay que hacerla porque es lo que reclaman los votantes, pero sobre todo porque es la única manera de ganar. Por lo tanto, el desafío principal que hoy reclama la política consiste en encontrar la fórmula adecuada para seleccionar candidatos en un escenario tan cambiante y complejo. En todas las circunstancias, una oposición que merezca ese nombre debe saber que la unidad no se hace con los que piensan igual, sino con los que piensan diferente y provienen de experiencias diferentes. Y la unidad se hace admitiendo incluso los riesgos que acarrea. Reiterar el sectarismo, las variantes narcisistas de quienes se creen elegidos por los dioses, significa repetir la penosa experiencia de 2011, con las consecuencias fáciles de imaginar.