La provincia de Santa Fe acaba de superar otro cierre de listas de candidaturas a cargos legislativos nacionales, que recreó el habitual frenesí y la intensidad de las pujas partidarias en estos trances. La posibilidad de acudir a las Paso como instancia definitoria, en manos de la propia ciudadanía como encargada de consagrar luego a los ganadores con su voto, no logró instalarse definitivamente en el esquema político como una manera razonable de dirimir rivalidades y choques de intereses o estrategias, y terminó siendo adoptada a la fuerza y a regañadientes.
Tanto en Juntos por el Cambio como en el Frente Amplio Progresista, se acude a ellas por defecto, ante la imposibilidad de llegar a acuerdos de "unidad", muchas veces forzados o con secuelas. Y la compulsa interna termina siendo vista como una suerte de fracaso de esos intentos de conciliación o acuerdos de conveniencia.
En cuanto al Frente de Todos, la posibilidad de la interna apareció inicialmente como una amenaza para intentar disuadir a los sectores en pugna (por caso, el gobierno provincial y el nacional), y forzarlos a que se avengan a aceptar términos incómodos para evitar ese choque en las urnas.
Para Santa Fe, la confrontación remitía a otros momentos, en que un gobernador debió someterse en mejores o peores condiciones a las listas que se confeccionaban en la Capital Federal, o elegía batallar en ámbitos de resolución más cerrados (y naturalmente menos participativos), como cuando a los senadores por la provincia los elegía la Legislatura.
Esta vez, un choque entre candidatos del gobernador Omar Perotti y de la Casa Rosada hubiese implicado poner a los votantes en el dilema de decantarse por una propuesta con pretensiones de encarnar un proyecto "santafesinista", a despecho de la Rosada, u otra firmemente inscripta en la línea nacional, y el núcleo duro del kirchnerismo, "marcando la cancha" al mandatario provincial. Las consecuencias políticas de esa confrontación hubiesen podido ser importantes, y las derivaciones institucionales, inevitables.
La vía encontrada para zanjar la cuestión en la coyuntura, permitió también poner a un costado un debate que, en algún momento, el peronismo santafesino deberá afrontar. Y en el que el desafiante rol de Agustín Rossi, con el concurso de nada menos que la vicegobernadora de Perotti, será fundamental no sólo en términos de definiciones ideológicas, sino de ocupación de espacios de poder.
Pero no menos puede decirse de las otras fuerzas políticas, donde también las Paso ayudarán a resolver conflictos y a diseñar escenarios futuros. Esto abarca tanto el reacomodamiento de Juntos por el Cambio, en términos de establecer la ingerencia en la provincia de cada uno de los partidos y sectores que integran la coalición, como la mirada hacia adelante del Frente Progresista como tal (y del Partido Socialista en particular), con la medición de fuerzas entre candidatos "más puros" del partido de la rosa y los de otras fuerzas asociadas, que pretenden otros niveles de protagonismo. En ambos casos tercian dirigentes de la Unión Cívica Radical, aunque ahora la mayor parte se haya volcado hacia distintas variantes de la convergencia con el (¿antes conocido como?) macrismo. Y también, candidatos que no provienen de las filas de la militancia partidaria, sino que aparecen como variantes "instaladas" en el conocimiento de los votantes e insuflan aires de renovación, pero también involucran una no confesa (y en algunos sectores celebrada) claudicación de la política "profesional" en orden a ofrecer opciones atractivas.
Todo lo cual hace que, más allá del carácter estratégico de las elecciones de medio término como tales, las fuerzas santafesinas hayan hecho todo lo posible por competir con candidaturas fuertes. "Poner toda la carne al asador", graficaba un referente en las últimas horas. Sabiendo que no sería exagerado considerar que, en las urnas de 2021, se estará delineando también el escenario político para los años por venir.