Alejandro A. Damianovich
Alejandro A. Damianovich
Desde el principio de su gestión como gobernador de Santa Fe, Estanislao López se constituyó en ferviente impulsor de la organización de un estado nacional y del dictado de una constitución federal.
En el manifiesto dirigido al Cabildo con el que acompañó el Estatuto de1819, señalaba que una vez finalizada la guerra civil “entraremos al todo de esa gran Nación que esperan ambos mundos”. Es posible que en esta expresión de deseos no se hayan graduado las serias dificultades que el proyecto encerraba, pues faltaban 34 años de desencuentros para concretar la conformación de la República Argentina, surgida en Santa Fe tras el dictado de la Constitución Nacional en mayo de 1853.
La constitución “es un sueño eterno”
Tanto en el tratado del Pilar como en el pacto de Benegas, los dos de 1820, se contemplaba la realización de un Congreso para establecer las bases organizativas del país. En el primer caso la reunión sería en San Lorenzo y en Córdoba en el segundo. Ni este encuentro ni el anterior prosperaron, aun con el respaldo del mandatario cordobés Juan Bautista Bustos. En el Tratado del Cuadrilátero de enero de 1822 el Congreso de Córdoba fue dejado de lado, en lo que puede entreverse una interna federal entre López y Bustos que a su turno boicoteará la Convención de Santa Fe de 1828.
De cualquier manera, el nuevo Tratado aludía con estudiada imprecisión a un futuro Soberano Congreso General a realizarse “en la oportunidad que presente el orden de los sucesos americanos en su perfecta tranquilidad y absoluta cesación de oscilaciones políticas” y aunque se acuerda el retiro de diputados al “diminuto Congreso reunido en Córdoba” se aclara que las provincias firmantes podrán invitarse mutuamente a un nuevo encuentro si las condiciones políticas lo hicieran posible.
La siguiente ocasión se presentó en 1824 al reunirse un Congreso en Buenos Aires, en el que las provincias serían representadas en proporción a su población, lo que facilitó que los porteños tomaran el control. Aunque la llamada “Ley Fundamental”, dictada previamente, respetaba la soberanía de los “los pueblos”, los acontecimientos siguientes apuntaron al unitarismo. La Constitución de 1826, producto de aquel Congreso, que establecía el sistema de “unidad de régimen”, fue rechazada enérgicamente por las provincias.
Primero una Confederación
Electo gobernador Manuel Dorrego, líder del provincialismo bonaerense, se firmó el tratado del 2 de octubre de 1827, en plena guerra con Brasil, en el que, entre otros asuntos, se establecía que se reuniría una Convención Nacional en Santa Fe para tratar las cuestiones comunes, sin que adquiriera el carácter de Congreso Constituyente.
La figura de López había alcanzado ya la estatura política que lo hacía sobresalir entre los gobernantes de entonces y era Santa Fe un centro de toma de decisiones. Con diez años en el poder se convirtió en el principal referente luego del fusilamiento de Dorrego en diciembre de 1828 y del derrocamiento de Bustos en Córdoba al año siguiente. Ante él, investido por la Convención como Comandante en Jefe de las Provincias Federales, se presentaron Juan Manuel de Rosas, Juan Bautista Bustos y Felipe Ibarra, y quedaron bajo sus órdenes Juan Facundo Quiroga y el General Pacheco, jefe del ejército porteño.
Entre las dos campañas que dirigió, contra Buenos Aires en 1829 y contra Córdoba en 1831, se había firmado el Pacto Federal del 4 de enero del mismo año. Las ideas de López están reflejadas en su texto: una Comisión Representativa de las provincias firmantes sesionaría en Santa Fe y, una vez pacificado el país, convocaría a un Congreso general federativo para arreglar la administración general, bajo el sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales, y el pago de la deuda de la República.
Se armonizarían “la seguridad y engrandecimiento de la República, su crédito interior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias”, de donde se desprende que el ideal de federalismo de los caudillos dista bastante del que, siguiendo las ideas de Alberdi, se impuso en la Constitución de 1853, donde las provincias se reservan un grado acotado de autonomía frente a un Estado Nacional de amplias facultades.
El debate entre López y Rosas
Desarticulada la liga de nueve provincias que respondían al General Paz y suscripto en Pacto Federal por todas, López creyó llegado el momento de que la Comisión Representativa, compuesta por un diputado por provincia, convocara al Congreso General. Pero fue allí donde su proyecto constitucionalista chocó con la postura de Rosas.
Buenos Aires, ahora gobernada por un federal, retaceaba el apoyo a la Comisión Representativa y presionaba para disolverla. En una reunión sostenida en Rosario, Rosas expresó a López su opinión sobre lo inoportuno del Congreso y la conveniencia de disolver la Comisión, lo que produjo profundo estupor en el santafesino, según confidencia epistolar hecha a Quiroga.
En ese debate en torno a la oportunidad de la convocatoria al Congreso Constituyente López señaló: “Yo jamás negaré mis principios, yo seré uno de los primeros que clamaré por la formación de una autoridad nacional que dé al fin al país la organización que tanto reclaman sus verdaderos intereses, y que inequívocamente es el voto de todos los buenos hijos de la tierra...”.
Finalmente accedió a esperar dos años hasta que se pacificara el país y entonces poner en marcha la convocatoria al Congreso. Los ulteriores sucesos harían ilusorio este plazo y las provincias, aliadas unas con otras, conformaron entretanto una Confederación, alterada casi siempre por estallidos antirrosistas y agresiones externas.
Cuando se produjo la toma de Malvinas por los ingleses en 1833, López atribuyó el vejamen a la falta de constitución del país y a la figura poco digna que por ello presentaba. Y cuando al año siguiente la Junta de Representantes rechazó su renuncia a un nuevo mandato, se fundó entre otras razones, en que “su inmediación al Poder influirá poderosamente en la organización general del país”.
Al concretarse en 1853 la obra de la Constitución Nacional, debatida y sancionada en el edificio del Cabildo de Santa Fe, el veterano diputado correntino Pedro Ferré habrá recordado los lejanos días del Pacto Federal, cuando junto al Brigadier López ya habían creído entrever, entre los negros humos de la guerra interminable, el ansiado contorno de la República que ahora nacía, constituida, aunque inconclusa ante la provisoria ausencia de Buenos Aires.