Por Rogelio Alaniz [email protected]
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Habrá que recontar los votos. Lo piden Perotti y Macri. Y lo reclama el más elemental espíritu democrático. Entiendo la ansiedad de los socialistas por festejar, pero no me pareció una buena idea hacerlo por anticipado. Más si se tiene presente lo que sucedió con las Paso. Descarto imputaciones de fraude o algo parecido, pero los socialistas deberían preocuparse por no exhibir comportamientos que arrojan más dudas que certezas. Es innecesario recordar que las elecciones se festejan después de haberse contado el último voto. O cuando las diferencias son tan visibles como, por ejemplo, en Río Negro, cuando Pichetto con apenas el tres por ciento de los votos escrutados, admitió su derrota. Esto no ocurrió en la provincia de Santa Fe. La diferencia de votos es mínima y el escrutinio definitivo será un final abierto y el que gane lo hará por una cabeza, como le gustaba cantar a Gardel. Final abierto pero alineamientos políticos previsibles. Curioso. Del Sel y Lifschitz esperaban resultados más satisfactorios para ellos, pero la realidad los dejó al borde de la victoria o al borde de la derrota. La novedad la incorpora Omar Perotti, con una elección que superó las expectativas de todos los observadores. Digamos que de los candidatos con posibilidades de competir, Perotti es el único en condiciones de festejar sinceramente. ¿Victoria del kirchnerismo? Lo dudo. Victoria del peronismo santafesino, con un candidato muy representativo de cierto estilo provinciano, un candidato que se parece muy poco al arquetipo kirchnerista y que durante la campaña se tomó el trabajo de tomar distancia, con exquisita discreción, del consabido estilo K. ¿Cómo lo hizo? Con muñeca política y a través de un sugestivo gambito: sin decirlo, pero expresándolo silenciosamente, fue más sciolista que cristinista. Seguramente Perotti rechazará esta lectura, porque en política ciertas decisiones deben hacerse en silencio o comunicarse tácitamente. Cualquier duda al respecto, cotejar las diferencias entre los votos de Perotti y Rossi. Las dudas acerca de quién será el nuevo gobernador no se extienden a otros ámbitos de la disputa política. El Frente Progresista ganó en las dos grandes ciudades de la provincia: Santa Fe y Rosario. Y ganó las respectivas senadurías. La victoria en la Legislatura también fue abrumadora a favor del Frente Progresista. Bonfatti se impuso por una amplia diferencia, lo cual contrasta el argumento acerca de un voto castigo al oficialismo provincial. En definitiva, la geografía política y territorial de la provincia demuestra que el Frente Progresista es más consistente que el PRO. El Frente es una realidad sólidamente instalada en la provincia. No puede decirse lo mismo del PRO, cuya exclusiva referencia es Del Sel. Debajo de su nombre hay un sugestivo e inquietante vacío. La provincia de Santa Fe tiene varias asignaturas pendientes a resolver, pero siempre es más confiable un equipo colectivo habituado a gestionar, acordar con los opositores y negociar con el poder nacional, que una alternativa donde todos estos requisitos aún están por cumplirse. Más allá del resultado definitivo que den las urnas, lo cierto es que la realidad política de Santa Fe es pluralista por partida triple. Esto quiere decir que quien quiera gobernar la provincia deberá atender esta situación; a Santa Fe no la puede gobernar un solo partido, ni siquiera una coalición ganadora. Más que afligirnos, la novedad debería alegrarnos. En el orden nacional, el principal derrotado es el kirchnerismo, el cual suma en un solo fin de semana la derrota en dos provincias: Santa Fe y Río Negro. Acerca de las expectativas de Macri, habrá que esperar el recuento definitivo: saldrá bien parado o muy bien parado. Perotti por su parte instala un nuevo liderazgo peronista en la provincia. Lo hizo con un discurso moderno y democrático. Esperemos que lo sostenga, que no sea una especulación oportunista de un candidato sin posibilidades electorales. Los antecedentes de Perotti y de los gobiernos peronistas en la provincia no alientan esta sospecha, pero con el peronismo nunca se sabe. A las elecciones del 14 de junio le falta el último capítulo. Cualquiera sea el resultado final, está claro que los comicios se celebraron normalmente y que se cumplieron todos los requisitos legales. Si el escrutinio definitivo se impone no es porque hubo “cosas raras”, sino porque la diferencia entre Lifschitz y Del Sel es mínima. Todo habría sido más tranquilo y satisfactorio si los socialistas en Rosario no se hubieran apresurado en oficializar partidariamente un resultado que, en el mejor de los casos, aún no se había confirmado. Ellos dicen en su defensa, que como partido están en su derecho a festejar atendiendo sus propios resultados. No es una mala defensa, ya que el anuncio no fue realizado como en las Paso por un funcionario del Estado sino por un dirigente del partido. La diferencia argumentativa es sutil, muy sutil, pero admitamos que la política también se teje con ese punto y esa trama.
La realidad política de Santa Fe es pluralista por partida triple. Quien quiera gobernar la provincia deberá atender esta situación; a Santa Fe no la puede gobernar un solo partido, ni siquiera una coalición ganadora.