Con Nicolás Peisojovich
Cristóbal Colón, desplegó un mapa erróneo y plagiado a unos árabes, y usando un ardid digno de un genio que no era, les graficó, uniendo los lados del mismo, que desde el punto A se puede llegar al punto B...
Con Nicolás Peisojovich
"Nuestra mayor virtud es la creatividad y, sin embargo, no hemos hecho mucho más que vivir de doctrinas recalentadas y guerras ajenas, herederos de un Cristóbal Colón desventurado que nos encontró por casualidad cuando andaba buscando las Indias", Gabriel García Márquez
Ya desde el principio venían orinando fuera del tarro, y no me ando con eufemismos para contarles que estos desorientados (sin oriente) llegaron hasta nuestras vírgenes costas a costa de un convincente y tozudo genovés llamado Cristoforo Colombo que no paró hasta romperle un huevo a la muy católica reina Isabel de Castilla y compañía, Isabel & Co. Ante la impresionada majestad y su descreída corte de chupa calcetas y alcahuetes varios, dicen que el susodicho, ya castellanizado Cristóbal Colón, desplegó un mapa erróneo y plagiado a unos árabes, y usando un ardid digno de un genio que no era, les graficó in situ uniendo los lados del mismo (similar a un liádo de cigarrillo) para indicarle con el dedo índice presto a contar monedas, que desde el punto A se puede llegar al punto B; punto y aparte, o punto y seguido, y en un castellano cocoliche (imagino yo) se dirigió ante tal asombrado, majestuoso y noble público, ahora ya más crédulo y ansioso, que la tierra era tan redonda como un huevo. Otro error, sumado al geográfico y al geométrico, pero para muestra un botón, o un huevo en este caso, hicieron las delicias de tan noble recurso práctico a tan noble corte ansiosa de aventuras atlánticas.
Vestido con sus mejores pilchas, prometiéndoles el oro, porque de los moros se encargarían los propios reyes y, con tan solo una huevada y una idea brillante por lo pragmática, Colón pudo hacerse a la mar, patrocinado por los mismísimos reyes de la Corona de Castilla y con la tranquilizadora compañía de unos cuantos rateros, despatriados y uno que otro delincuente. Fue así que este tano, con capital español y desde un puerto portugués, llegó a América convencido de haber encontrado otra ruta para llegar a las Indias, todo muy cosmopolita; y, sin querer queriendo, plantaron sus medievales pies (dando pie a la edad moderna) en arenas "indianas" y que así nomás, en un leonino intercambio de enseres por joyas, loros, papas y cacao, se arrogaron el derecho pleno de estas tierras con títulos y pregones, ignorando completamente qué era lo que estaban descubriendo, pero que, por las dudas y por los sustanciosos intereses creados, posteriormente terminarían conquistando, colonizando y evangelizando con hierro y muerte a los legítimos pobladores que a partir de allí y sin consulta previa, empezaron a llamarlos indios.
Ellos querían especies, y se encontraron descubriendo una especie que ya existía. A vistas del pasado y basados en el presente, fuimos un error de cálculo que nos está costando un huevo y la mitad de otro.
Nuestras maestras, nuestras queridas "seños", nos inculcaron desde nuestra tierna y temprana edad amar la desfasada y manipulada historia, nuestros superhéroes de la infancia fueron los patanes de la adolescencia y los ignorados próceres de la juventud; por suerte ya de grandes podemos entrar en contacto con esos seres que por convicción, templanza, y hasta por error, cambiaron el curso de los acontecimientos, y los humanizamos, si hasta en ciertas ocasiones nos reconocemos en ellos, en sus ideas, en el contexto de las manifestaciones del ideario que ellos representaron. La Historia les reservó su lugar, por algo será.
La historia que se contará en unos cien años (porque nos encanta el número 100 y mucho más que a nadie festejar los centenarios), que la humanidad se vio castigada por una pandemia global que tuvo su origen en China, y que en solo semanas se expandió por Europa, llegando a las Américas y llenando de muertos, enfermos y estadísticas los programas de TV con notas por Skype y Zoom. Dirán que todas las potencias mundiales se pusieron a investigar y elaborar una cura o para tratar de evitar la enfermedad a través de una vacuna. La historia demostrará que en 2020 el mundo se llenó de barbijos, de animales que se animaron a salir de sus cuevas viendo la ausencia de sus históricos captores; de deudos que no pudieron despedir a sus muertos y de muertos que no pudieron despedirse de sus seres queridos. La historia va a contar, siempre desde su lugar y dependiendo de quién y para quiénes escriba, que tal o cual gobernante tenía razón. La historia relatará a modo de crónica el ¿cómo? y el ¿cuándo? La historia dejará librada al futuro arbitrio el dilema de si la humanidad hizo las cosas bien o mal en esos cien años pasados. Consultando los medios digitales, la historia constatará que aquí, en la Argentina, el tristemente célebre Covid-19, no solo sacó el aire de los pulmones, también sacó a relucir la grieta en esos aciagos días de 2020, y graficará en videos y fotos las tensiones que cada día aumentaban. Dentro de cien años, la historia dará su veredicto, y la humanidad hoy, va a ser juez y parte. Porque estamos viviendo los días de nuestro futuro pasado.
Pero somos argentinos, y nos encanta estar amargados; como decía Pepe Biondi: ¡Qué suerte pa´ la desgracia!
Ante la impresionada majestad y su descreída corte de chupa calcetas y alcahuetes varios, dicen que el susodicho, ya castellanizado, Cristóbal Colón, desplegó un mapa erróneo y plagiado a unos árabes.
Nuestras maestras, nuestras queridas "seños", nos inculcaron desde nuestra tierna y temprana edad amar la desfasada y manipulada historia, nuestros superhéroes de la infancia fueron los patanes de la adolescencia.