Nos escribe Leopoldo (43 años, Casilda): "Hola Luciano, ¿cómo estás? Te escribo para preguntarte sobre una cuestión de pareja. Estoy solo hace unos años y estoy bien, pero en este tiempo también me pasó que me empezó a gustar una mujer y la verdad es que creo que ya me volví un poco solitario. ¿Esto tiene arreglo? Porque con mi edad ya estoy un poco rígido; me encanta verla, pero después también quiero estar un tiempo solo y ella me dice que tengo un problema emocional, que no me termino de entregar al vínculo. ¿Esto es así?".
Querido Leopoldo, ante todo muchas gracias por tu carta, que toca una coordenada muy actual de nuestra época: los cambios en el modo en que los varones se relacionan con el amor y la pareja. Para empezar, entonces, voy a hacer una apreciación general.
Por un lado, hasta hace unos años era común que, después de un primer amor, el varón se quedará durante un tiempo en una actitud que idealizaba el pasado; sobre todo si el corte de la relación se debió a que él dio ese amor por sentado y terminó perdiendo a su pareja. En cierta medida, el refuerzo del duelo con la culpa hacía que el varón se quedase en una actitud nostálgica.
La raíz psíquica de esta actitud era que en ese primer amor el varón revivía el vínculo de dependencia con su madre, de cuya incondicionalidad nunca se podía imaginar que tiene un límite. A veces las madres dicen "Yo siempre te voy a querer". Por suerte las mujeres un día se cansan y se van. Ahora bien, ese duelo era la chance de que el varón se diera una nueva oportunidad en otro vínculo.
Sin embargo, ya no vivimos en la época en que los varones, después de haber amado, hacen un duelo autocrítico, en el que su principal trabajo mental es poder desasirse del ideal de un absoluto para poder entregarse a una relación real. Hoy más bien es como si, en lugar de este proceso, ocurriera otro: una especie de retracción narcisista que hace que quien amó se cuide mucho de volver a amar.
En este punto, entonces, creo que tenemos que trazar una distinción. No hay nada de malo en tener una personalidad solitaria; poder estar bien con uno mismo y no salir con ansia a buscar a alguien que tape nuestra relación con la soledad, es sin duda una gran adquisición personal. Ahora bien, otra cosa es haberse vuelto solitario a fuerza de un desengaño y por no haber hecho un duelo, sino por blindarse solitariamente en un castillo de egoísmo en el que nadie entra.
Ojo, querido Leopoldo, cuando digo "egoísmo" no lo digo en un sentido negativo. Más bien se trata de un modo en que se expresa el repliegue de que hablé antes. Después de haber sufrido, adopto la actitud de no exponerme a situaciones en las que pueda necesitar a otro. Me pongo en una disposición defensiva, porque también pienso que si mi amor no sirvió para que el otro se quedara es porque hay algo fallado en mí, o bien no me dejo amar por temor a que el otro pueda irse.
Me preguntás si lo tuyo tiene "arreglo" y me causó gracia el término. No creo que estés "roto", como se dice hoy. Creo que a veces se exagera un poco en el uso de estas expresiones. Quizá lo que ocurre es que le perdiste confianza a la experiencia y, con el tiempo ocurre que, si uno se resintió, cada nuevo tropiezo se vive como un derrumbe. Estoy seguro de que, con un poco de tiempo, vas a estar mejor menos rígido.
Es cierto que la "rigidez" crece con los años. Aunque no nos guste escuchar cosas como esta que digo, lo cierto es que nuestra capacidad de amar no nos acompaña toda la vida. Por lo tanto, te diría que le hagamos caso a la mujer que te dice que tal vez no te estás entregando del todo a la relación.
Querido Leopoldo, ¿viste que hay un dicho que dice que 'quien se quemó con leche, ve la vaca y llora'? Bueno, los cambios en el desarrollo psíquico de los varones hoy hacen que ni siquiera vean a la vaca; salen corriendo del campo y se encierran en un cuarto oscuro. En otro tiempo, ese cuarto oscuro estaba habitado por el fantasma de su última relación, idealizada, a la que, si querían volver a amar, tenían que renunciar.
Hoy esa nostalgia recae sobre el Yo, que se cierra a nuevas experiencias y prefiere una suerte de autonomía ficticia, porque se define mucho más por lo que no se vive que por las experiencias que se adquieren y modifican el modo de pensar, sentir y vivir. En otra época, los varones -como en una vieja canción de Julio Iglesias- presumían de haber tenido muchos amores en la vida, amores que les habían hecho aprender cosas, que les dieron la madurez de mirar hacia atrás sin rencores.
En este tiempo, los varones (a veces también las mujeres) transitan en vínculos que no terminan de iniciar; a veces ni siquiera son vínculos, sino relaciones en las que se habla, pero nunca se declara nada; se le tiene sumo cuidado a la palabra de amor, o bien se la dice rápido y ahí ya está, el encantamiento termina. Por eso, querido Leopoldo, espero que mis palabras te puedan ayudar a pensar una situación social de la que quizá tu caso es un ejemplo entre otros. Cuando nos animamos a revertir el modo de vida socialmente predominante es que nos estamos animando a tener una vida en serio. Te deseo suerte con eso.