"Llegado cierto punto, [las reelecciones] se vuelven directamente intolerables para el sistema republicano".
"Llegado cierto punto, [las reelecciones] se vuelven directamente intolerables para el sistema republicano".
(Del voto de Carlos Rosenkrantz en la causa "San Juan")
Los murmullos de perplejidad se convirtieron en interjecciones de impostada indignación. Y tras una breve vacilación de incertidumbre, en pánico. El libreto clásico del relato se impuso: avasallamiento del federalismo, persecución a un partido, proscripción, lawfare, poderes fácticos al servicio de intereses apátridas, partido judicial. De tan remanido, el discurso encontró en sí mismo su propia convalidación, mordiéndose la cola. Pero no pudo sustraerse al vértigo de la incertidumbre. ¿Qué pasaría si después de tanta prédica deslegitimadora, de tanto menoscabo institucional, de tan virulenta agitación de la manoseada voluntad popular como fuente de toda razón y justicia, la hegemonía territorial comenzara realmente a resquebrajarse?
"No se atreverán a tanto", quizá fue el apresurado diagnóstico, bajo la confianza de que existían resortes intimidatorios para volver infranqueable ese límite.
Pero la Corte Suprema de Justicia dijo que el gobernador de San Juan no puede ser reelecto tantas veces como quiera, porque (como le habían advertido integrantes de su propio partido) la Constitución de la provincia no se lo permite. Tal vez habría dicho lo mismo sobre Tucumán, si la cuestión no se hubiese vuelto abstracta por la renuncia de Juan Manzur a presentarse. Y ya lo había dicho antes (años antes, en otro marco teórico) con respecto a Catamarca, a Santiago del Estero y, a instancias del actual ministro de Justicia de la Nación, a Río Negro. Siempre ateniéndose, como queda de manifiesto en los votos de Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda, a la Carta Magna territorial. ¿Pero que pasa si en algún momento dijera que, aún cuando la Constitución provincial lo permita, ello resulta incompatible con los estándares fijados por la Constitución Nacional para garantizar que el sistema republicano pueda seguir siendo considerado de esa manera? Es lo que sostiene el voto de Carlos Rosenkratz, que proyecta su sombra sobre el rampante poderío de Gildo Insfrán en Formosa.
El federalismo declamativo y la autonomía de las provincias en materias como la electoral, fueron invocados de manera automática por el kirchnerismo y el Presidente de la Nación. Sin considerar que, en su fallo, la Corte señala como "condición del reconocimiento de su autonomía" a las provincias, cumplir con "la esencia del sistema representativo republicano". Argumento que desató un debate constitucional tan rico como elemental; aunque el oficialismo (y algunos voceros de la oposición) prefieran leerlo como una pulseada entre titanes, o el sucedáneo de una partida de bowling.
Sin tomar partido de antemano, el planteo de Rosenkrantz (compatible con los de Rosatti y Maqueda) es que no se puede permitir todo, ni prohibir más de la cuenta. El desafío es (dice) "precisar en qué punto el número de reelecciones que una provincia decide permitir para sus más altas autoridades impone un costo inaceptablemente alto a los valores que encarna el sistema republicano y, en consecuencia, transgrede la manda del artículo 5° de la Constitución Nacional.
El qué, el cómo y el cuánto, es la discusión que deberá darse en cada caso. Y está bien que así sea. El problema para muchos es que les hubiese convenido que ese debate nunca llegara a plantearse.