Por Raúl S. Vinokurov
Por Raúl S. Vinokurov
Si en algo es muy rico nuestro país es en problemas, sobresaltos, inquietudes y declaraciones públicas que significan mensajes para nada disimulados, y siempre preocupantes. La semana comenzó con un mensaje del Ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque, que expresó en sus redes sociales "sin Cristina no hay peronismo y sin peronismo no hay país".
Hay varias interpretaciones para los dichos de Larroque, o también se podría decir que hay un mensaje con varios destinatarios y con un claro objetivo: advertir, amenazar, a propios y extraños, preocupados por la marcha del juicio contra Cristina Fernández en la causa Vialidad, obras públicas concedidas a Lázaro Báez, juicio que pretende demostrar la corrupción kirchnerista.
Está muy claro que básicamente es una amenaza. "No la condenen a Cristina" y si la oposición, cualquiera sea, gana las elecciones del año que viene, el peronismo sin poder hará ingobernable al país, cuestión que sería reiterativa. Es inevitable observar la actuación del fiscal Diego Luciani en su aparentemente sólido y contundente alegato, describiendo y probando la culpabilidad de la vicepresidenta, y no recordar al fiscal Alberto Nisman y su nunca aclarada y muy sospechosa muerte. Es de esperar que el fiscal Luciani, su familia y su entorno, cuenten con una eficaz y profesional custodia. La República necesita imperiosamente que Luciani, el fiscal adjunto, los jueces, sus familias, no sufran ningún tipo de ataque o lesión.
Paralelamente a la declaración de Andrés Larroque, se da a conocer una fotografía del fiscal Luciani vestido como futbolista participando de los famosos torneos que se organizaban en la quinta de Mauricio Macri. Con esa foto Cristina solicita la separación de Luciani de la causa ya que probaría la intencionalidad y su relación con el ex presidente. La foto no significa eso que pretende hacernos creer Cristina, y si ese tipo de fotografías fueran probatorias de algo, existen otras que la muestran junto a Lázaro Báez, o José López y tantos más.
Tener que concederle algo más de poder a Sergio Massa (pero no tanto), el estado general del país debido a su gestión, el avance del juicio y la calidad de las pruebas que se presentan, la posibilidad de perder las elecciones del 2023, las protestas de un pueblo empobrecido que solo ve peleas internas y ninguna solución a sus múltiples problemas, entre otras realidades, mostrando algún grado de debilitamiento político, de posibilidades ciertas de que sea condenada, aunque no presa, son cosas que no puede tolerar.
Cristina nunca hace pública su defensa técnica, si es que existiera. Eso se verá cuando sea el turno de sus alegatos en el juicio, dentro de varios días. En lugar de responder probando la no exactitud de las pruebas presentadas por Luciani, apela a la reiterada y no creída tesis de la persecución política, o sus conocidas críticas al lawfare, pretendiendo siempre ocupar el rol de víctima perseguida. Si es inocente de los cargos que se le imputan lo tiene que demostrar en el juicio subordinándose a las leyes.
Es evidente que la realidad no es la que Cristina Fernández necesita y pretende. Comprobó que poseer el poder casi absoluto no le garantizó ni impunidad ni solucionar en parte los problemas más acuciantes del pueblo. Ve preocupada su realidad política y judicial en función de las próximas elecciones. Las críticas hacia ella no provienen solo de la oposición, sino que también se escuchan de parte de sectores del peronismo, partido al que ella dice pertenecer. Hacia esos sectores también van dirigidos los dichos de Andrés Larroque.
El peronismo será gobierno eterno o no será, podría ser otra lectura o interpretación del mensaje de Larroque. Si esto fuera así, la alternancia no existiría y estaría cuestionada además la imprescindible democracia. Cristina está preocupada y tiene razón en estarlo. Y las posibles reacciones que puedan producir su preocupación, preocupan a todos los argentinos.