Lunes 25.11.2024
/Última actualización 22:32
Buenos días queridos amigos. ¿Cómo están? Espero que bien. El domingo pasado celebramos la Fiesta de Cristo Rey, y con ella iniciamos solemnemente el nuevo año litúrgico. La Fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el papa Pío XI hace casi cien años, el 11 de diciembre de 1925. ¿Para qué? Para recordarnos que Jesús es el único Rey. El texto del evangelio de hoy es contundente, nos dice:
"En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo: Entonces, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz".
¿Qué es la verdad? Es lo que se preguntarán muchos. ¿Realmente, nos interesa la verdad? ¿Buscamos la verdad? ¿Qué es la verdad, preguntó también Poncio Pilato a Jesús? Pero Jesús no respondió nada. ¿Por qué? Porque toda su vida pública, tanto sus mensajes como las obras y acciones fueron un testimonio de la verdad. Jesús hacía lo que decía y lo que decía hacía.
Desde el punto de vista filosófico, la verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos. ¿Y cómo está la realidad? Verdaderamente, la situación actual económico-social-educativa es preocupante, porque un 50% de nuestros hermanos son pobres; la economía está en crisis; la inflación continúa, hay más que 20 millones de planes sociales; miles de jóvenes están fuera del sistema educativo. ¿Cuántos sueños truncados, cuántas vidas jóvenes hipotecadas? El diagnóstico de la realidad es duro, pero en este contexto y no otro, celebramos la Fiesta de Cristo Rey.
No estamos aquí para repetir el evangelio y volvernos cada uno a casa tal como hemos venido. No, estamos aquí para tomar conciencia de que hoy Cristo está sufriendo en muchos niños, adolescentes, jóvenes. Jesús está degradado en tantas personas empobrecidas de nuestra sociedad. Sin lugar a dudas, muchas cosas hicimos mal. Una estudiante universitaria Agustina hace años escribía: "Tengo 19 años y recién me estoy abriendo al mundo. Me molesta ver cómo la gente se queja de los políticos, pero no hace nada para cambiar la realidad. La humanidad es hoy muy cómoda. Protestan en su casa, frente a la tele, pero no se comprometen".
Sin lugar a dudas, algo grave nos está pasando, porque muchos nos estamos convirtiendo en cristianos tibios, en ciudadanos pasivos. Y sin embargo, celebrar la Fiesta de Cristo Rey implica hacernos cargo de la realidad porque nuestro país, tan bello y bendecido por Dios, hoy se parece a una casa mal construida, a una sociedad fragmentada y dividida. Hace poco más de un año, el 19 de noviembre de 2023, se optó por el cambio, soplando un viento nuevo, fresco de la libertad con la elección del nuevo presidente. Pero no nos equivoquemos, la realidad socio-económico-política no ha cambiado automáticamente.
Por eso pregunto: ¿Cambiaron los ánimos de muchos? Sí. Es verdad. ¿Apareció una chispa de esperanza? Sí. Pero, el Reino de Dios que anuncia Jesús, sigue siendo una tarea para realizar. Hace poco leí una bella y cuestionadora historia que quiero compartirles porque, además, es aleccionadora:
"Unos hombres encapuchados entraron en plena celebración eucarística, mientras el sacerdote estaba dando homilía. Con ametralladoras en sus manos empezaron a apuntar a la asamblea y a decirles que los matarían a todos los que se quedaban en la misa. Así que, a causa del miedo, la mayoría de las personas que estaban en aquel templo salieron corriendo desesperados. Cuando solo quedaba un puñado de personas, uno de los encapuchados le preguntó al sacerdote si no quería retirarse él también. El sacerdote, muy seguro, respondió: de ninguna manera, me quedo aquí, aunque esto me cueste la vida. Los encapuchados se sacaron las máscaras y dijeron al sacerdote: entonces padre, puede seguir dando la homilía, ya se fueron los tibios y los hipócritas".
El mensaje es fuerte. Me impresionó entonces y aún me impresiona, porque en muchos casos es real. El mundo de hoy necesita personas decididas, con una actitud profética, valientes, los tibios no sirven para mucho y los simples cumplidores, tampoco. Pensemos por unos minutos sobre esto: ¿Cuál es nuestro testimonio y nuestro compromiso cristiano en el lugar donde nos toca vivir y actuar?
Sobre "La Pasión de Cristo"
Mel Gibson, el afamado actor, director y productor de cine estadounidense que dirigió el filme "La Pasión de Cristo" (filmada en arameo, latín eclesiástico y hebreo), se refirió en su momento a las dos principales críticas recibidas por su película, que se estrenó en 2004. Estas críticas tuvieron que ver con la "extrema violencia" que se muestra en ella y el supuesto antisemitismo que la pudo haber inspirado.
Respecto al tema de la violencia, en una entrevista dijo: "Yo quería que fuera chocante. Y quería que fuera extrema... Para que vieran la enormidad, la enormidad del sacrificio; para que vieran que alguien pudo soportar todo ello y, sin embargo, continuar transmitiendo amor y perdón, incluso después de un dolor, sufrimiento y ridiculización extrema".
En otro reportaje, comentó: "No es una historia de judíos contra cristianos. El propio Jesús era judío; su madre era judía y también sus doce apóstoles. Es verdad que la Biblia dice: 'Él vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron'. Yo no puedo ocultarlo. Pero eso no significa que los pecados del pasado fueran peores que los pecados del presente (…)".
Gibson también supo remarcar lo siguiente: "Jesús pagó el precio por todos nuestros pecados. La lucha entre el bien y el mal, y el poder abrumador del amor están muy por encima de la raza y la cultura. Esta película habla de fe, esperanza, amor y perdón. Son realidades que servirían al mundo, especialmente en estos tiempos tan turbulentos. Esta película quiere inspirar, no ofender. No hay nada de violencia gratuita en esta película".
"Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Y decimos: '¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero', pero... ¿Quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente? En mi niñez, no me daba cuenta de lo que esto implicaba. No comprendía lo duro que era. El profundo horror de lo que él sufrió por nuestra redención realmente no me impactaba. Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentirme en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio", completó.