El título es un homenaje a la excelente novela de mi amigo Rubén Tizziani, pero las palabras se adaptan bien a lo que nos pasa hoy a los argentinos. Cualquiera sabe que el mejunje de inflación alta, dólar que ocupa las primeras planas de los diarios porque aumenta todos los días, precios de productos de canasta familiar que cambian todos los días cuando no dos veces por día es el síntoma de una sociedad enferma y en algunos casos gravemente enferma. Colapso económico e incertidumbre política suele ser la antesala de una crisis de desenlace imprevisible. Énfasis más, énfasis menos, es lo que estamos viviendo en estos días. De las crisis sabemos que alguna vez se sale, pero lo que no sabemos con certeza es el precio que debemos pagar por ella. Sin entrar en detalles, diría que por lo general el precio es alto y son las clases medias y los pobres los que pagan las cuentas. Nunca sabemos con precisión cuándo se inicia la crisis, pero sí sabemos que salir de ellas lleva su tiempo. Discernir quiénes provocan o alientan las crisis no es fácil determinarlo con precisión. Las causas suelen ser múltiples y complejas, pero sin entrar en precisiones concretas, nos alcanza con saber que los gobiernos políticamente son responsables. En la Argentina de 2023 esta hipótesis se confirma en toda la línea: el gobierno es responsable. Esa suerte de hidra de tres cabezas, integrada por Alberto, Cristina y Sergio, debe responder por lo que nos está pasando. No creo que ellos lo hagan, porque su oficio político consiste en eludir responsabilidades. Según sus cuitas, las culpas están en el pasado o en el futuro, nunca en el presente, que es por lo que deben responder.
"Después de mí el diluvio", dicen que dijo el rey Luis XV anticipando la que se venía, incluyendo el precio que pagarían su nieto y la esposa de su nieto, una tal María Antonieta. No me consta que los peronistas que hoy gobiernan dispongan de esa capacidad para anticipar el futuro, entre otras cosas porque muy bien podría decirse que el diluvio ya llegó o es inminente. Por el momento, la única posibilidad de salvación, o esperanza de salvación sé resume en la consigna "Llegar a diciembre". Tal como se presentan los hechos, en estas condiciones sería una hazaña llegar a mitad de año. Solo una esperanza alienta este gobierno nacional y popular. Y esa esperanza se llama FMI. Crueles ironías de la vida. Años de retórica populista contra la banca usurera imperialista y neoliberal, para terminar refugiándose en sus brazos, sin saber con certeza si esas declaraciones de amor serán correspondidas. No terminan allí las desventuras del peronismo. La hipotética salida puede evitar el colapso, pero no hace falta ser un populista alborotado para saber que soluciones de este tipo no dan votos, todo lo contrario. Nadie gana una elección en estos pagos con ajustes. El peronismo perdió por paliza hace un año y medio. Las cifras hablan de que se le evaporaron entonces cuatro millones de votos. Con ajuste, van a perder más votos, tantos, que el movimiento que alguna vez se identificó con la nación dispone de muchas chances de salir tercero.
Que la crisis política del peronismo es grave lo confirman las contradicciones insalvables que padece el triunvirato que intenta gobernarnos. Cristina, Alberto y Sergio solo tienen en común que se detestan. "No los une el amor, sino el espanto", escribió Borges. Pero a esta cúpula hasta el espanto le queda chico. Hoy los platos rotos parece pagarlos Alberto, pero no hace falta ser un adivino para vaticinar que si por una casualidad del destino el presidente hubiera sido Sergio o Cristina, el estrépito de platos hubiera sido más o menos el mismo porque lo que está agotado en la Argentina es el modelo político y económico del populismo, el mismo que ingresó a la historia prometiendo la redención de los pobres y hoy ha derivado en una eficaz fábrica de pobres, con sus secuelas de clientelismo, corrupción, inseguridad.
Pasando en limpio, el escenario político del oficialismo es deplorable. No tienen candidatos ganadores. El movimiento nacional que teorizó acerca de los beneficios indispensables del líder carismático y mesiánico no dispone de un modesto candidato para competir en estos comicios. A la carencia real de candidatos, se le suman las alienaciones. ¿No sé quién convenció a ciertos peronistas que Massa, un dirigente que se lo identifica con el apodo de "Ventajita" o el oficio de "Vendedor de humo", pueda ser el candidato que los salve del naufragio. No quiero ser tan categórico, pero tal como se presentan las cosas, a Massa no solo no lo votan los antiperonistas, sino que tampoco los peronistas demuestran mucho entusiasmo por votarlo, tal como lo expresó con su habitual retórica escatológica Juan Grabois. Respecto de Cristina, no hay mucho más para decir. Tiene más votos que Sergio y Alberto, pero no le alcanzan para competir con los candidatos de la oposición. Electoralmente, Cristina es un tigre de papel, un embuste más del populismo. Convocan a un operativo "Clamor" para convencerla de que se presente a las elecciones, pero ese "clamor" solo existe en sus afiebradas fantasías. Imaginan una movilización a favor de su Jefa semejante a la que produjo la selección nacional de fútbol cuando ganó el mundial, pero los rigores efectivos de la realidad son mucho más modestos, muchísimos más modestos, tan modestos como las pretensiones pedagógicas de la escuela "Néstor Kirchner", que, según se dice, la Jefa va a inaugurar en estos días con su previsible excelencia curricular en el Teatro Argentino de la ciudad de La Plata.
¿Y por la oposición qué vientos corren? Vientos de alboroto y algo más. Presumen, suponen o intuyen que van a ganar. Y hasta allí llegan las premoniciones. Los candidatos con más chances en Juntos por el Cambio son Patricia y Horacio. El tercero en discordia es Javier, Javier Milei, claro. Puede haber novedades y otros nombres, pero hoy estos son los que están en el candelero. Según un sermón de la iglesia católica, se grita mucho. Si así fuera, el candidato con más chances sería Milei: grita, se enoja, promete soluciones categóricas que incluyen motosierras y demoliciones. Alguna vez habló de la venta libre de órganos, pero su tema preferido es el de dinamitar el Banco Central fundado por un conocido bolchevique llamado Raúl Prebisch, y demoler la escuela pública fundada por encrespados izquierdistas que responden al apellido de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca. La existencia política de Milei es una prueba de que los problemas argentinos son políticos, sociales y culturales, y que la crisis es profunda, porque candidatos de los quilates de Milei solo pueden aparecer en momentos de descomposición social. Una descomposición que candidatos de esta especie no suelen solucionar, sino todo lo contrario.