I
I
Inescrutables misterios de la condición humana; enigmas del alma popular; incógnitas de la existencia. Cientos de miles de personas, algunos arreados, pero otros por libre decisión, se concentran en una plaza desafiando las inclemencias del tiempo, lluvias y sudestadas, acechanzas de pungas y descuidistas, el incordio de trasladarse en colectivos más capacitados para trasladar reses que gente...y toda esa parafernalia para escucharla a Ella, para verla, para adorarla. No les dirá nada nuevo; reiterará su pringosa letanía. Exhumarán añejos resentimientos, obstinadas mentiras, percudidas promesas. Y ellos la escucharán embelesados, hechizados excitados hasta el límite de la libido. Retornarán a sus miserables existencias con las manos vacías, los ojos resecos, los bolsillos flacos pero el corazón anhelante, siempre dispuestos a reiterar la conocida comedia, la añeja devoción, la humillante idolatría. Como escribiera el furtivo Per Abbat: "¡Qué buenos vasallos si hubiera buen Señor (o Señora)!".
II
Los aficionados al ajedrez califican con la palabra de "zugzwang" el momento en que el jugador está colocado en una posición en la que, obligado a jugar, cualquier movimiento que realice empeora su situación. Rodolfo Walsh escribió un relato con ese título y el narrador le explica al comisario Laurenzi que en la situación de "zugzwang" la partida se pierde porque se está obligado a jugar; porque cualquier movida que haga es mala. Se pierde, no por lo que hizo el contrario sino por lo que uno está obligado a hacer; se pierde porque uno no puede, como en el póker, decir "paso". El "zugzwang" le permite a Walas escribir una trama policial en el mejor estilo del relato de enigma, pero en mi caso a la posición la asimilé al actual momento político que vive Cristina y el peronismo y que podría sintetizarse en estos términos: su posición es mala, está obligado a jugar, cualquiera de las jugadas posibles lo perjudica y ni siquiera le queda el consuelo de echarle la culpa a su rival por su inminente y previsible derrota. A la derrota política se suma, en el caso de la Señora la posibilidad cierta de ir a la cárcel. Cristina y el peronismo en "zugzwang".
III
Veamos las posibilidades disponibles. La candidatura de Cristina entusiasmaría a la minoría intensa que moviliza, pero ella es la primera en saber que llenar la Plaza de Mayo no es sinónimo de triunfo electoral. Cien mil o doscientas mil personas en la calle pueden hacer mucho ruido, pero no son muchos votos, no llegan ni siquiera a representar el uno por ciento del padrón. Leopoldo Moreau condujo a la UCR a una catástrofe electoral con 700.000 votos. Después de esa inmolación se hizo peronista. En los tiempos que corren, la gente en la calle no es ni siquiera un acontecimiento político, mucho menos una epopeya. Hasta Bernardo Neustadt llenó la Plaza de Mayo con sus doñas Rosa de turno. Las movilizaciones callejeras que en la modernidad fundaron nuevos períodos históricos pertenecen al pasado. No creo que en el presente o en el futuro los cambios históricos se rijan por esas algaradas. No lo creo, pero no descarto que en una coyuntura excepcional el pueblo en la calle sea un protagonista decisivo. De lo que estoy seguro es que ese "pueblo peronista" que Cristina y la burocracia política y sindical han arreado con dádivas, extorsiones o promesas edulcoradas, no son más que simulacros, farsas, esperpentos y en el caso que nos ocupa, más el producto de la impotencia política de quienes como el jugador en zugzwang sabe que cualquier movida que haga, pierde.
IV
La Señora sabe que pierde si se presenta y pierde si no se presenta. La alternativa de la proscripción para victimizarse y convocar a la resistencia no se la creen ni sus propios nietos. Puede hablar o callarse; los resultados no serán diferentes. Fiel a su estilo ha elegido hablar. O ha elegido repetirse, porque el jueves en Plaza de Mayo dijo exactamente lo mismo que dijera hace unas semanas en La Plata y lo que viene repitiendo como cotorra desde hace meses. No es que le falte imaginación o facilidad de palabra, ocurre que el libreto está agotado. Del relato original solo quedan saldos y retazos, supercherías, material de descarte Y también sabe que pierde con Sergio Massa; sin descartar la especulación de que si Massa ganara, fiel a su estilo de traicionar hasta su propia sombra, una de las primeras decisiones que tomaría sería meter presa a ella y a sus zopilotes de La Cámpora. Tranquilos. Massa no puede ganar, salvo que por primera vez en la historia se probara que alguien puede ganar las elecciones con elevadísimos índices de pobreza, indigencia, inflación y peregrinando por las oficinas del FMI. Wado de Pedro, Juan Grabois, Agustín Rossi, Daniel Scioli y el que se anote, no son candidatos, son actas de confesión de impotencia; la impotencia de quienes ya no aspiran a ganar, sino a no salir terceros.
V
La primera o la última carta a la que apuesta el populismo es tan previsible y tan indigente teóricamente que da pena. Consiste en postular que el poder real, el poder oligárquico-imperialista, opera por debajo o por arriba del poder político formal ganado por "el pueblo" en elecciones. La distinción alguna vez ocupó la atención de intelectuales de izquierda y derecha, pero los rigores de la historia la han superado hace rato y hoy es solo una excusa, una coartada, o una de las picardías retóricas y truhanerías políticas a las que el populismo suele ser tan afecto. En la tradición marxista, al denominado poder real lo configuran las relaciones de producción capitalista y los titulares de la propiedad privada (burgueses, terratenientes…) quienes constituyen una superestructura jurídica, cultural y represiva destinada a justificar por las buenas o por las malas los privilegios de los explotadores. Restos de esa retórica, refutada incluso por más de un marxista, es manipulada por populistas que se iniciaron políticamente practicando el macartismo en sus versiones más primitivas. Según ellos, el poder real lo ejercen las corporaciones mediáticas, judiciales y económicas, los responsables efectivos de la pobreza y todas las desgracias que nos golpean. Por ese camino, los compañeros se desentienden de sus propias gestiones porque los malos de la película son siempre Héctor Magnetto, Mauricio Macri y Horacio Rosatti. "Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia", habría que advertirles a los consumidores de estos embustes, macerados en los indigentes manualcitos escritos a las apuradas por George Politzer o Marta Harnecker. Los millones de dólares adquiridos por Néstor y Cristina, las fortunas acumuladas por sus colaboradores -desde los más empinados a los más modestos-, el control implacable de la avasalladora maquinaria estatal, desmienten en toda la línea la estafa teórica de "poder real y poder formal".