Llegó el momento de hacer una tercera y última incursión al fantástico y majestuoso mundo de C.S. Lewis y su célebre obra "Las Crónicas de Narnia. La travesía del viajero del Alba", retomando la lúcida interpretación cristiana hecha por el célebre autor británico.
Los niños siguen preguntando. Y Aslan, que es la Providencia, o el "Gran Constructor del Puente", siempre será la luz que los guíe. Aunque les asevera que el camino es como un río, algo sinuoso, con corriente, por momentos calmo y por momentos turbulento. Se navega de día y de noche. Viendo el amanecer y el atardecer. Y así ha de ser el camino de la fe del católico. No podrá adelantarles cuando deberán transitar si mucho o poco, ya que eso pertenece al "misterio de Dios"; pero sí "Él siempre estará a su lado", los acompañará siempre.
Llega el momento más triste, deberán volver a su mundo y dejar Narnia atrás: "- Por favor Aslan -rogó Lucía- antes de partir, dinos cuándo podremos volver de nuevo a Narnia. Y por favor, te suplico que sea pronto. - Mi adorada niña -dijo Aslan con mucho cariño- tú y tu hermano nunca volverán a Narnia. - ¡Aslan! -dijeron Edmundo y Lucía al mismo tiempo y con voz desesperada. - Niños -les dijo Aslan-, ustedes ya son demasiado grandes y ahora deben empezar a acercarse a su propio mundo. - No se trata de Narnia, eso tú lo sabes -sollozó Lucía- se trata de ti. Allá no te veremos. Y ¿cómo podremos vivir sin verte más?... - Pero si me van a ver, mi amor -dijo Aslan. -¿Estás..., estás allá también, Señor? -preguntó Edmundo. -Sí -repuso Aslan-, pero allá tengo otro nombre. Ustedes deben aprender a conocerme por ese nombre. Esa fue la verdadera razón para que ustedes vinieran a Narnia: para que conociéndome un poco aquí, pudieran conocerme mejor allá".
Los niños ya no son tan niños, se aproximan a la adultez. Ya están listos, puesto que Aslan los preparó. Lucy y Edmund solo anhelan estar con el gran León. Lo que ahora deberán hacer es buscarlo en su propio mundo, bajo el amparo de Cristo. Eso deberán averiguar: "aprender a conocerme por ese nombre". Jesucristo los llevó a otro mundo, adoptó la forma de Aslan y se les reveló sólo un poco. Ahora quedará en ellos conocerlo más en profundidad, en el mundo real, donde Cristo tiene verdaderamente su reinado.
Finalmente los niños regresaron a su mundo, a Cambridge, un lugar a donde Eustace (Eustaquio), que antes era insolente, mezquino y provocador, volvió transformado: "(…) Al regresar a nuestro mundo, todos comenzaron a hablar de cómo había mejorado Eustaquio (…) jamás lo reconocerían como el niño de antes. Todo el mundo, menos tía Alberta, que decía que Eustaquio se había puesto muy aburrido y pesado y que, seguramente, esto se debía a la influencia de esos niños Pevensie".
En efecto, el más joven y quien hizo su aparición en "La travesía del viajero del alba", a través de los serios retos que atravesó, sumado a que conoció a Aslan, hizo, en consecuencia, su "conversión". Dejó de ser un niño caprichoso, egoísta e inmaduro, puesto que la vida le mostró su seriedad y profundidad. Ahora a la luz de los que no comprenden la llama interior que se encendía en su espíritu creían que Eustace "se había puesto muy aburrido y pesado" gracias a los Pevensie.
Lo que no pueden entender es que al abandonar los falsos caminos propuestos por el mundo, que no conducen a ningún sitio y donde, justamente, se halla el verdadero aburrimiento (esto es, "vivir para lo inmediato y temporal"), siempre quedará esa falsa sospecha ante los insensatos, los que no tienen un camino claro y van de novedad en novedad, sin detenerse en lo permanente, sumidos en vulgares entretenimientos. Eustace camina por lo pronto feliz y seguro, gracias a la aventura y a su gran maestro Aslan, que lo convocó y confío en él. La misericordia de Aslan siempre espera a los nobles de corazón, aunque en algún momento hayan tomado rumbos tan dispares.
Imaginación y religión unidas
Detrás de la fantasía siempre se esconde algo de realidad. Así lo demostró C.S. Lewis con las "Las Crónicas de Narnia". En otro libro de apologética titulado "El problema del dolor", el autor afirmó: "El verdadero bien se halla en otro mundo, de que mi único tesoro auténtico es Cristo". Y no solo él, ya que otros autores, como J.R.R Tolkien con "La Tierra Media" y "El Hobbit", supieron defender este mismo principio. Ambos formados en el grupo de los Inklings en Oxford, además de ser cristianos, ingleses, profesores y autores de gran éxito. Lo más importante a destacar es que unieron su imaginación a la religión, fue su apostolado. Y este apostolado con su fondo religioso, debió inspirarse en una imaginación que debe, sin lugar a dudas, emerger de un alma sana y bien dispuesta.
En la actualidad, vemos almas bastante corrompidas en la llamada era de la posmodernidad; este mundo ideológico omniabarcador mató a la auténtica imaginación, cuya fantasía nos hace envalentonar hacia lo alto. Por ejemplo, un mal inglés, es decir un ideólogo que es utilitarista, liberal, pragmático, rígido, estadista y anclado en modas pasajeras, no tiene imaginación. En cambio un buen Inglés con imaginación, como fueron autores como Lewis, Tolkien o G.K. Chesterton, únicamente enarbolaron la bandera de la fe sin otro presupuesto como el mal inglés.
Además de ser excelentes para lo fantástico, como ningún otro ser humano sobre la faz de la tierra, ellos tuvieron estilo, profundidad, estética literaria y, sobre todo, fueron verdaderos señores. Esto es "caballeros andantes", que marcharon hacia delante con seguridad, hacia la luz eterna. Y con su imaginación nos quieren llevar desde luego a nosotros.
Sócrates, pagano aunque con bastantes verdades cristianas y existenciales, proclamó para el hombre su famoso aforismo "conócete a ti mismo" (γνωθι σεαυτόν) y la sabiduría de San Agustín nos dice "debes vaciarte de todo lo que estás lleno para llenarte de lo que estás vacío". La fantasía nos puede llevar al conocimiento de uno mismo y reforzar nuestro interior. La fantasía nos puede vaciar de aquello malo que nos impuso el mundo y, en este sentido, llenarnos con las Verdades Absolutas, alejándonos de una visión totalitaria y de los que pretenden que seamos como el "mundo".
Søren Kierkegaard, "Temor y Temblor", tomando como punto de partida y ejemplo el sacrificio de Abraham (el padre de la fe) sobre Isaac, ronda siempre en el tema de la posibilidad. Allí aseguró: "Desde el punto de vista espiritual todo es posible; más en el mundo finito hay muchas cosas que son imposibles. Pero el caballero hace posible lo imposible encarándolo desde el ángulo del espíritu".
Aquí justamente está el "realismo de la fantasía", aquello que ante el mundo material se torna imposible y, sin embargo, en "el mundo del espíritu y la fe se torna verdadero". Y en ese sentido, C.S Lewis no hace más que describir una verdad espiritual, un acercamiento a Dios: Aslan resucita al igual que Cristo. Aslan es amo y señor al igual que Cristo. Aslan es la luz al igual que Cristo. Y mucho más. Por eso mismo, el pensador danés nos describe en la voz del caballero de la fe: "(…) Creo que obtendré lo que amo en virtud de lo absurdo, en virtud de mi fe en que todo le es posible a Dios". La fantasía, en definitiva, es real… porque para Dios todo es posible.