La dictadura de Daniel Ortega | Por María Teresa Rearte
Persecución a la Iglesia Católica
Persecución a la Iglesia Católica
Jueves 16.2.2023
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Después de la oración del Ángelus del domingo 12 de febrero el Papa Francisco expresó su preocupación y tristeza por las noticias que llegan de Nicaragua. Más precisamente por la condena y detención del Obispo de Matagalpa, Monseñor Rolando Álvarez, a 26 años y cuatro meses de cárcel. Como también por la deportación de sacerdotes e incluso seminaristas a los Estados Unidos.
Bautizada en la fe de la Iglesia por medio de esta página me solidarizo con las personas deportadas y con las que sufren en esa nación centroamericana. En nuestro corazón creyente encuentra resonancia el pedido de oraciones del Papa, en súplica al Señor por intercesión de la Virgen Inmaculada, para que "abra el corazón de los responsables políticos y de todos los ciudadanos a la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, y se alcanza mediante el ejercicio paciente del diálogo".
Hagamos memoria. El 10 de febrero último Monseñor Rolando Álvarez, Obispo de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí, fue condenado a 26 años y cuatro meses de prisión bajo los cargos de conspiración, propagación de noticias falsas, obstrucción de funciones y desacato a las autoridades. El Obispo Álvarez ya venía con arresto domiciliario desde el 19 de agosto de 2022, y desde el 9 de febrero en la cárcel La Modelo de Tititapa, tras negarse a subir al avión junto a otros presos políticos deportados como antes dije a Estados Unidos por el gobierno sandinista.
La condena y detención del Obispo nombrado no es un hecho aislado. Sino que se suma al hostigamiento persistente y la escalada de violencia del gobierno nicaragüense contra la Iglesia Católica, de lo que desde hace un tiempo tenemos noticia. Gobierno que también ha expulsado del país al Nuncio Apostólico, a dieciocho religiosas de la Orden de las Misioneras de la Caridad fundadas por la Madre Teresa de Calcuta, acusadas de terroristas, ha profanado templos católicos con bombas incendiarias, se prohibió el ingreso de fieles al templo de Ciudad Darío, debiendo el sacerdote dar la Eucaristía a través de las rejas, se clausuraron medios de comunicación católicos, se retiró la ciudadanía y desterró a sacerdotes católicos, etc.
El odio contra la Iglesia Católica del presidente Daniel Ortega viene siendo observado ya desde el 2018, cuando se advierten desde el exterior de la nación centroamericana los reiterados arrestos y prohibiciones de actividades y celebraciones cristianas, católicas, bajo el argumento de "desestabilización al Estado".
El politólogo Manuel Orozco, analista del comportamiento de Ortega, dice que éste "siempre ha sido un individuo anticlerical, como se demostró en su persecución a la Iglesia Católica en los años 80 durante la revolución sandinista". Y que "como cualquier líder autócrata, todo lo que va en contra del culto a su persona es una amenaza. Y la fe religiosa en Nicaragua predomina por encima de cualquier otro tipo de culto".
La Iglesia Católica no tiene el monopolio de la fe con relación a los grupos evangélicos; pero sigue siendo la institución más influyente en el país centroamericano, que se caracteriza por la religiosidad de sus más de 6 millones de habitantes.
El sandinismo y la Iglesia Católica
La buena relación en su momento entre la naciente Revolución Sandinista y la Iglesia duró lo que pudo durar el entusiasmo inicial por el fin de la dictadura de la familia Somoza, que entre 1937 y 1979 gobernó el país con mano de hierro.
Pero también recordamos que al comienzo del movimiento revolucionario en la primera Junta de Gobierno y en el gabinete había personas religiosas y cuatro sacerdotes: el canciller Miguel D'Escoto (1979-1990), el ministro de Bienestar Social Edgard Parrales (1980-1982), el también poeta y ministro de Cultura Ernesto Cardenal (1979-1987) y el Ministro de Educación, su hermano Fernando Cardenal (1984-1990). De Ernesto Cardenal quiero recordar la icónica fotografía que recorrió el mundo, en la que se lo ve de rodillas en el aeropuerto de Managua, pidiendo la bendición del Papa Juan Pablo II. De quien por el contrario recibió una severa amonestación.
La persecución actual contra la Iglesia Católica del matrimonio presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo, que eliminó la oposición política y encarceló entre otros a siete candidatos presidenciales, muestra sus momentos de mayor tensión con la expulsión del Nuncio Apostólico y de las Misioneras de la Caridad, antes mencionados. Pero hay que tener en cuenta que luego de un sitio de dos semanas a la curia episcopal, la policía nicaragüense tomó por asalto la curia de Matagalpa y secuestró al Obispo Álvarez y sus colaboradores. Lo que desde su facebook era denunciado a las 3.20 de la madrugada (hora local) como noticia "urgente" Y que al Obispo Álvarez se lo llevaron en un vehículo policial, separado de los otros detenidos. El operativo había sido comandado por el subdirector de la policía, fiel colaborador de Daniel Ortega, acusado de delitos de lesa humanidad durante las protestas de 2018, por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales.
Los focos infecciosos e influyentes en la conducta de los hombres y los pueblos, de los gobernantes, son complejos pero existen. Y resisten el análisis. No obstante, como cristianos debemos desenmascararlos y ver con claridad el panorama que presenta el mundo.
La política debe preocuparse de la supervivencia del hombre. De la persona humana y su dignidad. Del bien de la humanidad. Esto es lo que libres del miedo las personas y las naciones deben procurar. Y que la libertad sea la meta humana por lograr. Porque la vida sólo es digna si es libre. Algo que parece ignorar el presidente Daniel Ortega. Y no logra procurarla para su nación y su pueblo.
Dejo para la reflexión una frase que sintetiza el pensamiento inspirador del Obispo Rolando Álvarez: "Podrás llevarte mi cabeza, podrás quemarme las iglesias, podrás echarme de la tierra que me vio nacer, podrán tus armas convencerte de que has logrado someterme; pero el Espíritu me sopla hacia la libertad. ¡No hay cadenas para la verdad!"