Sábado 23.4.2022
/Última actualización 19:37
Nos escribe Adrián (34 años, Rosario): "Hola Luciano, te escribo porque hace tiempo que estoy en una situación complicada y quisiera tu consejo. Estoy en pareja, pero me estoy enganchando con otra persona. Me siento inseguro porque mi relación está bien, no es que me quiera separar, pero el deseo también tira. ¿Tendría que decirle a mi pareja de abrir la relación? Ahí me da miedo de que no quiera y además desconfíe de mí. Yo quiero ser honesto y no jugar a dos puntas. ¿Cómo se maneja una situación así?".
Querido Adrián, cuando leía tu mensaje pensé que en las últimas columnas respondí principalmente a varones. Tengo que decirte que es algo que me alegra especialmente. No solo porque las columnas de diarios (los llamados "correos sentimentales") estuvieron sobre todo dirigidos a mujeres, sino porque pienso que hay un cambio que se está produciendo en la cultura y los varones se están animando a mostrarse más, a abrirse más y contar mejor qué les pasa, por fuera de las ideas de sentido común de que no hay que hablar, de que ser hombre es tener que aguantar y hacerse fuerte sin reflexionar.
"Macho" entonces el que se hace preguntas y, además, como vos, quiere ser honesto y no cortarse solo ante un conflicto, sin tener en cuenta que las propias acciones pueden tener un efecto en el otro. Y digo "macho" irónicamente, porque me parece que esta palabra quedó un poco desvalorizada, como si fuera equivalente a "machista" y la consecuencia es que dejó de nombrar algo muy importante: que para realizarnos los varones tenemos que tener algunas prescripciones. No todo es deconstrucción, también está la parte constructiva en que tenemos que pensar con qué nos comprometemos y, aunque nos pese, el compromiso no puede ser con nuestro deseo solamente, porque ahí no hay lazo más que con nosotros mismos y el egoísmo que a veces nos pierde.
Entonces, como dice la "Milonga sentimental" que hizo popular otro rosarino (me refiero a Juan Carlos Baglieto): "Varón, pa' quererte mucho/ varón, pa' desearte el bien/ varón, pa' olvidar agravios"… y volvamos a las preguntas.
Ahora bien, antes de responderte en lo específico, quisiera hacer una consideración más o menos general sobre la situación actual de varones y mujeres en el amor. Por un lado, creo que es importante decir que para ellas se volvió un conflicto habitual la proyección amorosa mucho antes de conocer a la persona con la que están. Este es un problema, ya que suele ocurrir a veces que el otro está para otra cosa o no necesariamente está para una relación y para cuando una se da cuenta de este punto, ya es demasiado tarde.
Sumemos que a veces nosotros –a causa del entusiasmo virtual– no nos ahorramos decir cosas ambiguas, o que quizá no vamos a cumplir. Entonces el reproche de mala intención no se hace esperar. En este punto, creo que los varones tenemos que ser muy cuidadosos del efecto que tiene nuestra palabra. Lo digo siempre: la palabra enamora y si no estamos para enamorarnos, seamos claros desde el principio y dejemos que el otro decida.
Bueno, no es tan fácil, porque a veces las ganas de enamorarse vienen sobre la marcha; entonces, ¿qué hacemos? Estar atentos y ser conscientes de decir lo que sentimos y no dejarnos llevar por la espuma de la emoción narcisista.
Dije antes que un conflicto habitual para las mujeres es la expectativa anticipada de una relación amorosa. Claro que esto no les ocurre a todas, sino a las que en efecto están en busca de una historia de amor, que no son pocas. Es como si en este caso, el apronte de una ilusión amorosa se anticipase y expusiera a la chance de una decepción, incluso con alguien que no prometió nada. A veces algunos lo dicen: "Yo no te prometí nada, te dije desde el principio que no quería nada serio". Sin embargo, no alcanza con decirlo. También hay que hacerlo con actos y es parte de la ambigüedad, por ejemplo, decir algo así y, sin embargo, verse de forma regular y tener un intercambio episódico. Esto genera un compromiso, aunque hayamos dicho lo contrario.
Podríamos pensar diferentes circunstancias sociales e históricas por las cuales se genera esta expectativa en varias mujeres, pero lo cierto es que una explicación consciente no va a modificar lo que sienten. Entonces, pasemos a los varones. Y aquí hay dos encrucijadas que me parecen fundamentales.
Por un lado, pienso en la situación de varones que no pueden iniciar una relación ya que están demasiado apegados a la fantasía. Esto quiere decir que no pueden renunciar al objeto erótico (ideal) que nadie puede encarnar sin algún déficit. Podría decir que las mujeres aman hasta que se decepcionan, mientras que estos varones se decepcionan para no amar. Entonces, de alguna forma tengo que decir que, para entrar en una relación, es condición que un varón esté dispuesto a renunciar de algún modo al narcisismo de la fantasía. Esto puede expresarse de manera consciente en frases del estilo "No estoy seguro", "Quizá me enamoro de otra" o, más directamente, la pregunta: "¿Cómo sé que no hay otra mejor?".
Si hasta acá me seguiste, Adrián, voy a dar un paso más que no espero aceptes, pero lo quiero decir igual: en la fantasía el varón no puede renunciar a la mujer ideal, porque la mujer ideal es en realidad la mujer que a él le hubiera gustado ser para su padre. Entiendo que esto puede parecer disparatado, pero se confirma en diversas situaciones; por ejemplo, no pocos varones cuando se enamoran de una mujer se preguntan si esa mujer podrían presentarla a los padres. Incluso está la situación de quienes nunca presentan una mujer en su núcleo íntimo o directamente siempre quieren que sus amigos piensen que sus parejas son bellas y demás. No voy a extenderme más aquí sobre este punto, pero no quería dejar de mencionarlo.
Ahora sí, entonces, paso al segundo punto, que se relaciona más con la situación de tu mensaje. Aquí diría que hasta hace un tiempo era común que los varones dudaran entre dos mujeres, en la medida en que la relación con una ganaba terreno en los aspectos tiernos y el deseo se aplastaba, se iba a otro lado y se quería recuperar fuera de la pareja. De este modo, la primera relación tomaba como modelo el vínculo con la madre, y como el deseo adquiría una condición incestuosa, entonces se fugaba a una relación externa. Así surgió un conflicto que Freud destacó muy bien: entre la esposa y la amante.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte cambió esta coordenada o, al menos, ya no es común encontrarla, porque quedó reemplazada por otra: la relación de origen ya no es con un sustituto de la madre, sino que es una continuación de la relación con la madre y, por lo tanto, es un vínculo del que se espera estabilidad y seguridad. Entonces, eventualmente un varón se enamora de otra mujer como forma de reeditar el desafío de dejar a su madre, cosa que nunca hizo antes. Este conflicto se reconoce porque da mucha culpa, porque se teme lastimar al otro en demasía, porque no se imagina una vida sin esa persona; pero no porque se trate de un lazo de amor, sino porque es el verdadero sostén para la vida psíquica de un varón.
Estoy seguro de que en este punto alguna mujer que haya vivido o tenido experiencia en el amor, me dirá: "Hasta que se separan". Claro, sí, una vez que un varón se separa, si en efecto lo hizo, no vuelve más. El problema es que está lleno de varones que no se separan o lo hacen a medias, o lo hacen para volver y así diferentes opciones sobre las cuales es preciso llamar la atención para poder pensar qué movimiento está en juego.
Me parece, querido Adrián, que a lo largo de estas líneas es como si hubiera puesto la lupa sobre algunas conductas habituales con un consejo de fondo: no confundir. Ahora bien, vos me dirás, pero ¿cómo hago para no estar confundido yo? Entonces ahí mi consejo va a ser el siguiente: si tenés como premisa no ser confuso con el otro, no te vas a confundir vos. Este tipo de cosas, mejor pensarlas de afuera para adentro. Porque hay momentos en que dentro de uno todo es oscuro y no nos queda más que tratar de evitar la intención torpe. Aunque a veces no nos salga. Entonces habrá lugar para el malentendido, que se puede aclarar si antes puede demostrarse que hubo buena fe.
Me despido de vos, sin haberte dicho qué tenés que hacer, pero sí algo que creo que te puede servir para pensar, tanto para ver qué hacer con tu pareja como para no complicar a la persona de la que te estás enganchando. Una última línea acerca de tu consulta sobre abrir la pareja: dale Adrián, animate a resolver en serio el problema. Si tu pareja se enojase porque vas con la idea de abrir la pareja, estoy seguro de que su enojo no sería por una cuestión de exclusividad sexual, sino porque le estás tirando un problema tuyo. Valor, mi amigo, el deseo a veces ladra, pero pocas veces muerde.
Para escribir a esta sección: lutereau.unr@hotmail.com