La descalificación de un cronista de televisión contra un soldado del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”, al que le desmereció su trabajo, generó la pronta reacción del mismísimo presidente Javier Milei, quien reconoció el sacrificio y la historia detrás de los integrantes del Ejército Argentino. Lo propio hizo el ministro de Defensa, Luis Petri. Sin embargo, la humillación provocada denota la ignorancia generada en la población por años de ocultamiento y apartamiento impulsado desde la política hacia las Fuerzas Armadas.
El protagonista del fragmento televisivo, abordado por sus propios compañeros, sentencia que el Granadero entrevistado “no trabaja” porque “no pone el músculo”, sino que lo suyo va por el lado del “saber, conocimiento y servicio”. Si bien lo último está bien, la primera apreciación evidencia el desconocimiento total del adiestramiento físico y las operaciones militares de alto impacto que los militares realizan. Son innumerables los ejemplos en torno a esto, pero el auto prefiere reducirlo a algunos de los momentos más cercanos con la ciudadanía civil y preguntarse si, acaso, el periodista no vio nunca a los militares alzando un anciano en medio de una inundación; poniendo el cuerpo para apagar las llamas en desbordados incendios; rescatando personas en un alud o recuperando un puente que dejaba poblaciones aisladas.
Fotos: Archivo El Litoral
El entrevistador también quita relevancia a la labor militar al indicar que “no marcan con el dedo”; no tienen “un horario”; ni “se levantan a las tres de la mañana”. Tiene razón. Los militares no tienen horario; muchas veces no duermen durante días; no tienen feriados ni fines de semana. Para estar en el cuartel; asistir a una emergencia o cubrir a un camarada, están siempre a un golpe de teléfono para llegar hasta donde haga falta. Tampoco marcan con sus huellas al llegar o retirarse de su puesto; incluso muchas veces deben quedarse a dormir allí; o viajar hasta otra base o ir en mula hasta una recóndita escuelita en plena montaña para dormir arriba de una frazada hasta terminar de asegurar un proceso electoral.
Fotos: Archivo El Litoral
Mucha razón tiene el periodista cuando señala que los militares no tienen “relación de dependencia”. Es que no pueden tener ninguna otra actividad y son, junto a diplomáticos y jueces, los únicos servidores del Estado que no pueden tener ninguna otra dedicación que no sea la propia, con la salvedad de ejercer la docencia sobre sus áreas de especialización.
Fotos: Archivo El Litoral
Sobre el final del fragmento viralizado, se le pregunta al militar “¿Cómo está?” y justo antes de que lo corten se escucha parte de su respuesta: “Ahora estamos bien”. Quizá, inconscientemente, estaba reconociendo el tratamiento que este gobierno está teniendo sobre los integrantes de las Fuerzas Armadas con un Luis Petri como Ministro de Defensa que lleva adelante la ejecución de un giro pragmático de atención a las problemáticas y falencias del Instrumento Militar Argentino. Ahora, con la postura oficialista, los militares son reconocidos políticamente y tienen espacio en todo acontecimiento de relevancia y de desarrollo cotidiano para mostrar y difundir sus valores, y también sus diversas ofertas académicas y operacionales. Son, nuevamente, respetados y reconocidos como instituciones patrias de máxima relevancia nacional. Un cambio que, seguramente, permitirá – entre otras cosas - terminar con tanta ignorancia en la materia.
Fotos: Archivo El Litoral
Ser militar no es un trabajo. Es una vocación de servicio. Por eso, tampoco lo es para los Granaderos. No lo fue para el Sargento Cabral cuando dio su vida por el General San Martín y no lo fue para los Granaderos que llevaron un plato de comida allí donde nadie quería ir en plena pandemia. Tampoco para los gloriosos caídos y veteranos de Malvinas. Como ya sugirió el autor antes, no vale la pena profundizar para rebatir lo evidente: para muestra basta un botón.
En definitiva, el lamentable episodio sirve para remarcar lo enunciado por el cronista: los militares no son trabajadores. Los militares son, en cambio, miles de hombres y mujeres que están dispuestos a dejar absolutamente todo de lado en pos de defender nuestra soberanía nacional de cualquier agresión externa; tender una mano en la emergencia y olvidarse de sus propios proyectos con tal de que la paz sea una constante en nuestro país. Los militares, aunque se los destrate o reconozca, siempre y en todo lugar, seguirán jurando estar dispuestos a dar la vida por todos nosotros, incluidos aquellos que – por acción u omisión – buscan humillarlos.