Tal vez lo más valioso del discurso de Javier Milei en las Naciones Unidas es que fue breve, apenas quince minutos. También es digno de mención la capacidad para decir en ese plazo lo que importa, aunque en este caso lo que importa más o menos todos los contemporáneos lo conocemos. Para empezar, me resulta agradable que el presidente de los argentinos denuncie la condición de dictaduras de los regímenes de Venezuela y Cuba o que le reproche a las Naciones Unidas haberle otorgado poder a las teocracias salvajes de Medio Oriente para que opinen sobre los derechos humanos y la defensa de la mujer, exactamente los valores que estos jeques ensabanados violan todos los días de su vida. Nunca fui lo que se dice un "malvinero", pero no está mal que un presidente argentino recuerde en un foro mundial nuestro derecho sobre esas islas. Tampoco está mal, todo lo contrario, la solidaridad con Ucrania y con Israel y la crítica al terrorismo en cualquiera de sus variantes y, muy en particular el terrorismo de signo islámico. Milei insiste una vez más que los grandes valores que la humanidad debe defender son los de la libertad, la propiedad y la vida. Como enunciado, totalmente de acuerdo, aunque a nadie se le escapa que se trata de títulos complejos como para aceptarlos a libro cerrado o desconocer los matices y diferencias que pueden incluir esas tres palabritas: libertad, vida, propiedad. Es más, importa recordar que los conflictos más importantes de la humanidad en los tiempos modernos han girado alrededor de los contenidos reales de esas palabras tan fáciles de manipular.
¿Seguimos en buena onda con el presidente? Puede ser. Me gusta, por ejemplo, que pregone que una política global debe ser una política de cooperación y en lo posible de cooperación pacífica. No sé si los países que comercian no necesitan de las guerras, como insiste Milei citándolo a Fréderic Bastiat. Y no lo sé, porque en 1914 por ejemplo, la guerra mundial se inició casualmente entre los países que más comerciaban en el mundo, sin olvidar que en muchos de esos países grupos decisivos de poder económico se dedicaban y se dedican al libre comercio de armas y ya se sabe que para que ese negocio prospere una guerrita aunque sea local siempre es bienvenida. Tal vez uno de los giros expresivos que más me sorprendió del presidente es su reconocimiento a que la creación de las Naciones Unidas fue un acto inspirado en valores nobles y que gracias a esa iniciativa el mundo vivió setenta años de prosperidad. Firmo sus palabra señor Milei, Raymond Aron, un señor que se me ocurre que a usted no se le ocurriría calificarlo de comunista, no dijo setenta años porque murió en 1983, pero sí habló de "los treinta gloriosos años". De haber vivido más tiempo se me ocurre que no hubiera tenido problemas en coincidir con sus "setenta años" de prosperidad y libertad, aunque no sé si el panorama del mundo actual le hubiera inspirado sentimientos de satisfacción.
Y acá terminan los acuerdos, señor presidente. Y comienzan mis disidencias y en algunos casos mis interrogantes. Empecemos por el arranque. ¿Qué es eso de presentarse en el foro de las Naciones Unidas, donde solo hablan presidentes, es decir políticos profesionales, como no político? ¿Quién cree que puede creer semejante embuste? Ni usted se lo cree. Repasemos. Trajinó durante meses y años por canales de televisión, redacciones de diarios, redes sociales, estudios de radios predicando su buena nueva como un político aguerrido cuya picardía más valiosa consistió en decir que no era político. Raro: sus comportamientos, sus pretensiones, sus ambiciones más íntimas y sus mañas más visibles fueron y son las de un político astuto y sagaz. Lo felicito, pero a condición de que no pretenda hacerme creer que su mejor logro político proviene de su condición de no político. Perdóneme, pero no le creo. Le guste o no, usted es un político y, además, un político de los buenos, no porque su gestión sea maravillosa, sino porque ha demostrado que es capaz de ejercer todas las habilidades que Nicolás Maquiavelo, Gaetano Mosca y Max Weber le recomiendan a un político para que acceda al poder. Yo lo felicito señor presidente por lo que fue capaz de hacer, pero no se aproveche de mi asombro para venderme por bajo de cuerda que usted no tuvo ni tiene ambiciones políticas. Creo que la víbora que lleva en la mano está viva, que usted la maneja con destreza pero que no es necesario que me la enrosque para terminar de convencerme.
Trajinemos ahora con las paradojas de la historia y la política. Le recuerdo por lo pronto que la creación de las Naciones Unidas se produjo luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial y un año después de que se firmaran los acuerdos de Bretton Woods, acuerdos que bien podrían entenderse como la traducción en términos económicos y financieros de los acuerdos políticos que fundaron a la ONU. Prescindo por ahora del "detalle" de que la URSS integró las Naciones Unidas pero en 1944, por razones obvias, no quiso saber nada con Bretton Woods por la sencillísima razón de que ese acuerdo solo podía funcionar para economías capitalistas partidarias de los mercados libres y la cooperación financiera internacional. Bretton Woods, mi estimado presidente, fue una creación de signo liberal y capitalista, con lo cual no le estoy diciendo nada que no conozca, pero ese signo liberal capitalista incluyó modalidades que no estoy seguro que usted esté muy de acuerdo. Por lo pronto, tres próceres fueron los forjadores de esa hazaña institucional. Dos de ellos usted los conoce bien. Se llaman Pierre Mendes France y Henry Morgenthau. Uno participa por Francia y el otro por Estados Unidos. Pero hay un tercero designado por el Reino Unido. Ese tercero se llama, y espero que no se persigne ni arroje una ristra de ajo al escuchar su nombre: John Maynard Keynes. Sí, su enemigo jurado y el enemigo jurado de los partidarios de Friedrich Hayek, y de los liberales y libertarios que salieron de esa fragua.
Así es la vida señor presidente. Muy lindo lo que se forja después de la Segunda Guerra Mundial, salvo el detalle de que sus creadores defienden una modalidad de capitalismo y sociedad abierta que a liberales como a usted le produce el mismo efecto que le provoca a Drácula la presencia de un crucifijo. Keynes es el monstruo. Todos los males de la humanidad pareciera que nacieron de esa cabecita demoníaca. Raro. Un lord inglés presentado como un diablo. ¿Es necesario que le recuerde que para Keynes en los años treinta la alternativa en el mundo era civilización o barbarie, y que la civilización se llamaba capitalismo y la barbarie se llamaba comunismo? Fue Keynes el que dijo que si alguna vez se inicia la guerra de clases a él lo encontrarían del lado de la burguesía educada. Ni hablar si le recuerdo que ese orden económico que dio lugar a los "treinta gloriosos años", es decir, el período histórico más progresista del capitalismo, se realizó bajo el signo de los Estados de bienestar. ¡Vade retro, Satanás! Políticamente los Estados de bienestar fueron una creación de conservadores, liberales, demócratas cristianos y, aunque usted se resista a creerlo, socialistas. Es más, los socialistas en Europa estuvieron en la vanguardia de la lucha contra el comunismo. Esa batalla se libró en Berlín. Y el abanderado de esa batalla fue Willy Brandt, afiliado desde su más tierna juventud al Partido Socialista, y luego presidente de la Internacional Socialista casi hasta el día de su muerte, en 1992.
No quiero cargarle la romana presidente Milei, pero finalizada la segunda guerra mundial al capitalismo lo salvan entre muchos, pero en primer lugar sus detestados enemigos socialistas. Hace un rato mencioné Bretton Woods y la presencia decisiva de Keynes. ¿No le alcanza con ese nombre? Agrego otro: Pierre Mendes France, socialista francés convicto y confeso. Lo siento mucho señor presidente,... ¿pero usted cree que es posible contar la historia del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX sin los nombres de Willy Brandt, Harold Wilson, Mario Soares, Olaf Palme, Felipe González, Francois Mitterrand, o comunistas incurables como Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, Bill Clinton o Barack Obama? Para pensarlo. Sobre todo porque me temo que usted no está en condiciones de dar un solo nombre de estadista que haya realizado algo parecido a lo que hicieron los políticos que le mencioné. Y no puede darlo porque presiento que el ideal liberal libertario que usted pregona no existe en el mundo