Martes 9.8.2022
/Última actualización 10:25
El tanino fue el producto final de La Forestal. La historia es conocida: la empresa que dominó y explotó el bosque chaqueño, al norte de Santa Fe, durante la primera mitad del siglo pasado. ¿Allá lejos? Más bien, todavía fresco. Fantasma vivo en el despojo y en la voluntad de los pueblos forestales contemporáneos de salir adelante. En ese ámbito se desarrolla "Tanino", la primera novela de Pablo Cruz, publicada por Contramar Editora.
Como dice Santiago Venturini en la contratapa, "Tanino" se inicia con un hecho inquietante: la aparición de animales muertos en las calles y baldíos de un pueblo". El primer caso no se investiga y se atribuye a una gresca, un ajuste de cuentas; la repetición activa la investigación policial. El comisario local tiene que resolver el misterio de varios caballos muertos a cuchillo, encontrados por ahí, como con saña. El pueblo se conmueve como si el asunto le tocara una fibra honda. La muerte llega de nuevo, esta vez para arruinar la actividad turística que se busca con la Fiesta del Chivo, la última iniciativa colectiva para ganar un mango.
La atención cae principalmente en Robson y la Vicky. Dos foráneos que llegaron al pueblo por motivos diferentes y no obstante están vinculados a parientes obrajeros e integrantes de la fábrica. Daniel, Chamorrito y el comisario completan el cuadro: una comunidad, un pasado imponente, un presente sombrío y un tajo que puede caer en cualquier cogote.
Villa Ana, Santa Fe. Esta zona se encuentra incluida entre las localidades que se conocen como parte de la Ruta del Tanino en el norte de la provincia. Crédito: Pablo Cruz en 2011."Tanino" es una novela de misterio que logra un efecto preciso, la sensación de una violencia soterrada en una aparente trivialidad.
Cruz es escritor y fotógrafo. Nació en Avellaneda, Buenos Aires, pero se crio y vive en Santa Fe. No es casual que a los personajes de la novela les baste una foto o imagen para encarar una acción. Cruz recurre a las imágenes trayendo con ellas una memoria, esa duración de la historia en el presente. No le hace falta aclararlo, y sin embargo cada palabra funciona sobre la memoria de los pueblos forestales, desde donde viene ese tono ambarino y algo fantasmal.
La prosa de "Tanino" es sonora, recupera voces locales y expresiones en otras lenguas: del bar, del norte, del mocoví. Tiene la virtud de construir un ambiente noir y sostenerlo sin volcarlo en el fantástico o en el policial clásico. Por momentos comparte el tono áspero de "Ladrilleros", de Selva Almada. En otras páginas resuena el humor de "El camino del tabaco", de Erskine Cadwell. A su vez, "Tanino" forma parte de las obras que trabajan sobre la historia del norte santafesino como "Monte oscuridad" (Musa Rea), de María Sarmiento, "¡Talen!" (Contramar, 2017), de Amílcar Bo, y "Monte de silencios" (Colihue, 2018), de Alicia Barberis.
En esta primera novela, Cruz da cuenta de un gran oído para los acentos y las formas de decir que no necesitan demasiadas palabras para expresarse. Por lo tanto la historia trabaja también en los silencios, en lo no dicho, de modo que los lectores tienen que hacer pasos por su cuenta, más allá del texto, en lo insinuado, como saliéndose un poco del sendero y metiendo la cabeza en el monte. Así se puede percibir que en la historia hay también otros personajes, no humanos, vinculados a la naturaleza y la espiritualidad mocoví, heridos por nuestra forma de habitar.
Pablo Cruz, autor de "Tanino". Crédito: GentilezaLa lectura de "Tanino" permite entonces ver estas dimensiones entrelazadas: la memoria de La Forestal, las poblaciones que hoy viven en el pueblo y la presencia del monte. El narrador propone movimientos y puntos de vista para hacerlo. Uno de los más hermosos es la pretensión de Chamorrito de encontrar un lugar sin dueño: un árbol y un pedazo de suelo. La prosa se vuelve mínima para dar con ese momento en el que Chamorrito "practica la quietud" con tal de ganarse la confianza de un pájaro. Al rato un cardenal se acerca y se sube a la mano. La fragilidad de la escena la vuelve perturbadora, pero también tiene algo de esperanza. Da la sensación de que, si no se lo agrede, ese mundo que una vez fue una selva inmensa, vuelva.
La memoria como obra colectiva
"Tanino" es el título del libro y de algún modo funciona como puerta de acceso a una memoria. Así también se llaman, por ejemplo, la biblioteca popular de La Gallareta, que tiene registros de la época, una radio comunitaria y otras iniciativas colectivas que reivindican y discuten la historia de los pueblos forestales. Para estas comunidades, la memoria no es una parálisis en el pasado que desactiva los intentos de forjar un futuro diferente. Al contrario, es un fondo que procura superar el pedaleo en el vacío que provocó la operación paraestatal de La forestal en la zona y que muchas veces se percibe en los relatos de los mayores, cuando se pone el progreso allá en la década del '50 y en el presente un dolor.
La novela trabaja en el ámbito de una pregunta: ¿qué nos enseña la historia de La Forestal en la actualidad? Es un tema complejo que, desde ya, convoca diferentes enfoques, y no deja de producir lecturas sobre el progreso, el despojo y la extracción de los recursos naturales, las resistencias obreras, los derechos humanos. En este sentido trabaja el historiador Alejandro Jasinsky, que recupera las revueltas obreras para dar cuenta de la organización para defender al trabajador y la opresión de la empresa.
La perspectiva de la memoria es un modo de poner los derechos humanos en el centro del debate sobre el futuro, pensarlo como derecho y no como un destino impuesto.
De abril a julio, Pablo Cruz expuso en el Museo de la Constitución de Santa Fe, junto con Celeste Medrano, la obra "A la deriva (memorias que son ríos, ríos que son memorias)". En la descripción se preguntan: "¿Qué es la memoria si no una permanente búsqueda, un hallar que se nos va, la semilla de un futuro?" La visita de la instalación proponía cuestionar la narrativa unificada en torno de la Constitución con imágenes que vienen del río y la isla.
En este sentido, "Tanino" es una ficción que dialoga con las iniciativas implicadas en pensar un futuro diferente para los pueblos forestales, pero también uno para la ciudad, ya constituida, ya trazada y repartida. Sin espamento, nos saca como quien sale a la isla y deja que la mirada flote entre el paisaje hasta que la prepotencia de la ciudad se suspende: "A medida que se acercaban a la costa lo que parecía un solo bloque de vegetación se iba diferenciando en distintas capas de grises. Dejaron unos canutillos atrás, aparecieron los primeros alisos. Daniel bajó la velocidad, la lancha dejó de planear y viró al sur llevada por una corriente apenas perceptible. El agua cambió de color. ¡Justo en la boca!, gritó Chamorrito. Remontaron, luego de los alisos aparecieron los árboles de mayor porte: ingás, laureles, timbós. Ya los dos albardones que encajonaban el arroyo estaban bien definidos. Un tronco bajaba a la deriva, Daniel volvió a disminuir la velocidad. El motor de la lancha iba regulando. De pronto se detuvo".
Pablo Cruz (1972), santafesino nacido en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, es licenciado en Ciencias de la Comunicación (UNER). Vive y trabaja en Santa Fe. Como artista visual expuso tanto individual cuanto colectivamente en salones regionales y nacionales. Transita la clínica de escritura que coordina Selva Almada y, en 2018, fue finalista del Concurso de Nouvelle de la EMR. "Tanino" es su primera novela breve.