Por Por Roberto L. Elissalde
Por Por Roberto L. Elissalde
El doctor Manuel Rodríguez y Sarmiento, natural de la Coruña, cirujano de los Reales Ejércitos, casado allá con doña Francisca del Fresno, tenía 25 años en 1787 cuando arribó con su mujer, también gallega, a Buenos Aires. Pronto marchó a la costa patagónica, un destino para curtir al más valeroso ya que hasta donde daba la vista lo rodeaba una llanura de pasto y cielo y, del otro lado, las aguas del Atlántico.
El médico de Santa Fe
Cuando llegó a Santa Fe -pocos años después- los consabidos curanderos le hicieron la vida imposible y terminó dejando la profesión. Apoyado por el Real Protomedicato revalidó su título y fue precursor en combatir el flagelo de la lepra, como también en la aplicación de la vacuna. Abrazó la Revolución de Mayo en aquella provincia y asistió al día siguiente del combate de San Lorenzo al mismo San Martín. Llegó al día siguiente, el 4 de febrero, en un carruaje ya que su obesidad le impedía montar a caballo.
Sus calidades profesionales lo convirtieron en un afamado médico local y fue designado Protomédico de la provincia en 1823. Doce de sus trece hijos fueron santafesinos, a excepción de la primogénita que vio la luz en Buenos Aires; once llegaron a edad adulta y algunos de ellos vincularon a reconocidas familias locales: Freyre, Candioti, Aldao, López, Crespo y Cullen, dando origen, lo mismo que sus nietos, a una numerosa y calificada descendencia emparentada con los Rueda, Cullen, López Leconte, Chiara López, Echagüe, Iriondo, etc. Falleció en agosto de 1837 y sus restos, llorados por toda la ciudad, reposan en la iglesia de San Francisco.
Fue llamado "el higienista de la montonera" y un hogar para leprosos en la localidad de Recreo, lleva su nombre, como homenaje a su memoria. Era de buena estatura, grueso de cuerpo, pelo y cejas castaño oscuro, no muy cerrado de barba; una cicatriz arriba de la ceja izquierda sobre la frente; otra en la mano derecha; ojos pardos, nariz algo afilada y de cara redonda, tenía un aspecto casi patriarcal. Carlos E. Pellegrini pintó su retrato que se encuentra en el Museo de la Iglesia de San Francisco.
Derrota y muerte de Ramírez
El caudillo entrerriano Francisco Ramírez falleció el 10 de julio de 1821, derrotado en el norte de la provincia de Córdoba en una muerte casi novelesca magníficamente relatada por el doctor Leoncio Gianello en "La Delfina". La noticia llegó a Buenos Aires una semana después y con la puntillosidad con que anotaba los sucesos cotidianos Juan Manuel Beruti en sus "Memorias Curiosas" el 18 de julio escribió: "Se supo en esta ciudad la noticia de haber sido enteramente derrotado Ramírez con el corto resto de sus tropas que pudo salvar, e internándose a juntarse con Carrera cuando fue batido por primera vez, habiendo en esta acción segunda que se dio por los santafesinos perdido la vida el gobernador Ramírez, cuya cabeza remitieron a Santa Fe, en señal de la verdad, y se puso en las casas de Cabildo de aquella ciudad por tres días a la expectación pública...".
La cabeza de Ramírez, era cierto, envuelta en un cuero de carnero fue despachada a Santa Fe con el parte de la acción firmado el 11 de julio en el campamento del Puesto de Fierro, por el mismísimo gobernador Estanislao López; a quien por estar en campaña lo sustituía en el mando José Ramón Méndez. En el último párrafo apuntaba: "La cabeza de Ramírez se servirá pasarla a la Honorable Junta de la Provincia acordando sea colocada en la iglesia Matriz al frente de la bandera en una jaula de cualquier metal costeada por los fondos del Cabildo, embalsamada si se pudiese o disecada por el cirujano para perpetua memoria y escarmiento de otros que en lo sucesivo en los transportes de sus aspiraciones intenten oprimir a los heroicos y libres santafesinos".
"Precaver la corrupción de la cabeza"
Una de las hijas del doctor Rodríguez, María Josefa del Pilar Rodríguez del Fresno había casado con Estanislao López en 1819, por lo que el médico más afamado de la ciudad fue quien hizo el trabajo. Señaló al respecto en un artículo el doctor Marcial I. Quiroga, que la cabeza de Francisco Ramírez fue la primera conservada con fines políticos en la Argentina.
Junto con el informe envió el detalle de sus honorarios al Gobernador Sustituto José Ramón Méndez: "Obsecuente al precepto de V.S. para que procediese a precaver de corrupción la cabeza del difunto Supremo Entrerriano, y Jefe de las Tropas de el tal Territorio, Don Francisco Ramírez, lo he cumplido en los términos que me proporciona la facultad que profeso: y creo que existirá por dilatado tiempo sin dañarse o corromperse. Julio 24 de 1821".
Los honorarios ascendieron a 42 pesos, "20 de mi trabajo personal por las operaciones que he ejecutado, con la expresada cabeza, como son la del trépano u demás Quirúrgicas" y si por casualidad alguien objetaba la suma apuntó "cuyo valor es sumamente ínfimo como lo decantará cualquier facultativo de dicho ramo". Los otros 22 fueron 10 por espíritu de vino rectificado y 10 por el espíritu de vino alcanforado".
Al recordar el episodio de la cabeza de Ramírez, no podemos dejar de evocar al facultativo que participó en su conservación, y por sobre todo, a uno de los grandes profesionales de su tiempo cuyo nombre merece la memoria agradecida de la posteridad.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.