Desde hace varios meses el gobierno nacional enfrenta un desafío que hasta el momento no ha podido superar: tratar de que buena parte de los argentinos perciba que la economía está creciendo a tasas altas, que el empleo ha mejorado y se encuentra en niveles de 2016, y que alguna de las causas que alimentan la inflación están relacionadas con un contexto internacional que desde principios del 2020 no ha hecho más que empeorar.
"¿Por qué dicen que la economía anda bien si no me alcanza para llegar a fin de mes?" es una pregunta que quienes leen esto no solo han escuchado, sino que también viven cada vez que van a un supermercado donde los precios no dejan de aumentar. A la mayoría de los argentinos no les alcanza el dinero y, asumiendo que es una tarea muy difícil, el gobierno no ha encontrado la manera ni de revertir esta situación ni de hacerse entender.
En los últimos días, un ministro del gobierno provincial estuvo de visita en Las Parejas. Allí hay pleno empleo, las empresas que integran el sector de la maquinaria agrícola tienen vendida su producción para todo este año y el próximo. Los problemas que tienen están vinculados a las restricciones para acceder a divisas e insumos importados, la falta de trabajadores capacitados y, como vienen de otras localidades, de infraestructura para que puedan vivir en la ciudad. Una imagen de la Argentina de los mejores tiempos, cuando el modelo productivo de crecimiento y desarrollo por sustitución de importación estaba en su apogeo.
Sin embargo, el ministro se encontró con que ni en ese contexto, de los mejores del país, estos trabajadores llegan a fin de mes. En este caso, no se da en la realidad el principio económico de que el pleno empleo hace subir los salarios. Esta misma situación se la hicieron conocer al ministro de Trabajo Moroni los dirigentes sindicales de la UOM en el encuentro que tuvieron el viernes en la ciudad de Santa Fe.
En las dos últimas semanas el gobierno informó que la economía creció en abril el 5,1% en la comparación interanual y se acerca a los niveles máximos de 2017, que el PBI del primer trimestre aumentó el 6 % en términos interanuales y creció la inversión, que el desempleo en el primer trimestre fue del 7% -3,2 puntos menos que en el mismo período de 2021-, con ciudades donde la tasa de actividad supera en 50% como en la ciudad de Rosario, y que el coeficiente de Gini muestra que la redistribución del ingreso es algo más justa.
Sin embargo el malhumor social no se revierte –aunque también esta situación se verifique en otros países-, los salarios de la mayor parte de los trabajadores están en el subsuelo pese a que el gobierno diga que le empatan o le ganan a la inflación y, salvo un sector de la población que siempre está a cubierto de las crisis, el resto vive agobiado por lo que tiene que enfrentar a diario.
Hasta ahora no le ha servido de mucho al gobierno explicar que el problema no solo es de nuestro país (lo que es cierto), que hay variables que no maneja como la invasión a Ucrania que aumentó los precios de los commodities como hace 50 años no ocurría (que también es cierto), y que la pandemia afectó la cadena de suministros globales. También los errores propios, la falta de empatía de algunos dirigentes y, para los que no vivimos en el AMBA, la ausencia de una agenda de temas que nos haga sentir partícipes de algún proyecto nacional de futuro, no destinado a quienes residen 40 manzanas alrededor de la Casa Rosada.
La gente no llega a fin de mes y eso hace muy difícil entender razones. La insatisfacción de las necesidades genera un malestar enorme al límite de poner en peligro consensos alcanzados en nuestro país hace 40 años, que pese a todo lo que pasó se mantuvieron, y que se convirtieron en la escalera por donde suben quienes dicen cualquier cosa sin medir las consecuencias, y sin sentido de la responsabilidad pública proponen ejecutar medidas demenciales que de implementarse no harán más que agravar las cosas.
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